Otra vez igual. Pero no pasaba nada. Era ya para ella una rutina, incluso se atrevería a decir que una tradición. Estaba tan acostumbrada a llegar tarde a las clases que no hacía el esfuerzo, así que se lo tomaba con filosofía.
También era completamente normal que perdiese el autobús. No sólo uno, sino dos. O tres incluso. Alba no era la chica más puntual, pero llevaba bien la carrera de Bellas Artes, sacaba notas bastante aceptables y sus tardanzas pasaban más o menos desapercibidas para los profesores.
—Pero Alba, joder, ¿a ti qué te pasa con los buses, que parece que les tienes alergia?—le repetía de vez en cuando su mejor amiga, Mimi, que no entendía la habilidad que tenía para nunca llegar a primera hora—.
—Es que se me va el tiempo desayunando—respondía ella, siempre más o menos la misma razón—Y cuando veo que ya es tarde, pues digo, "para qué ponerme a correr ahora, mejor a mi ritmo".
"Si su ritmo no fuese el de una tortuga, pues sí", pensaba Mimi. No había nada que hacer, ¿un caso perdido era Alba en lo referente a la puntualidad? Puede que sí... o puede que no. A lo mejor no todo estaba perdido.
—Prueba ser puntual por un día, anda—le recomendó Joan, su amigo, un día al salir de Escultura. Limpiándose las manos y la bata, Alba lo miró con las cejas fruncidas—¿Vas a seguir viniendo tarde el resto del año?
—No he tenido problemas de momento, ¿no?
—De momento—se metió Mimi en la conversación, con el dedo apuntando hacia la rubia—Pero los profesores no son tontos, ya se habrán dado cuenta de que tú por aquí las primeras dos horas no estás. Y como te repercuta en la nota final...
—Mimi ya me has puesto NeRVIosA—rebatió alzando un poco la voz—.
—EsA eRa la IDeA.
A Alba no le gustaban los agobios. Vivía en tranquilidad, sin sobresaltos y a un ritmo lento. Y claro, ese estilo de vida digamos que chocaba un poquito con el ritmo de la carrera. Las fechas de entrega, los dibujos al natural con tiempos límites, las horas perdidas que hacían que ella fuese atrasada respecto a los demás... Cualquiera se hubiese tirado de los pelos. Por suerte, Alba era buena en lo que hacía, y eso era lo único que le salvaba.
Ese día llegó pensativa a su casa. Tras soltar sus cosas y saludar a su madre y hermana, quiso merendar, pero el tiempo se le fue cuando se dejó caer en el sofá, y Queen, su gata, vino a darle mimos. Ese día, mediados de un Noviembre lluvioso y frío, Alba se duchó con agua casi hirviendo después de terminar un par de trabajos, se puso su pijama favorito, con los colores del arcoíris, y se metió en la cama a leer.
Estaba ya a punto de terminar La Colmena, de Camilo José Cela, pero en cuanto leyó un par de páginas, su mente fue desconectando poco a poco, y comenzó a volar a otros pensamientos. Cuando se dio cuenta, había leído de forma inconsciente 6 páginas más, y no se había enterado de nada. Joder otra vez no, se dijo a sí misma mientras chistaba, volviendo atrás.
No estaba en su mejor momento para adentrarse en los libros. Rumiaba esa preocupación nueva, de que puede que fuese hora de cambiar su rutina. De llegar no temprano, sino a la hora. De poder llevar las cosas como los demás y sin llevarse trabajo a casa, de aprovechar bien el día.
—Ya, pero qué pereza colega...—murmuró—.
"Venga, va". Con esa frase, hizo de tripas corazón y puso su despertador a la hora a la que se suponía que debía de estar ya en pie. Lo miró con pena en sus ojos. Mañana sería el gran día. Se esforzaría por primera vez en todo el curso en llegar a tiempo. A ver qué tal se le daba.
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Universos Albayas
FanfictionRecopilación de Shots que se me vienen a la cabeza y como una no se está quieta pues se escriben. No prometo nada. Bueno sí: cosas cucas.