3.- Encuentros y Reencuentros.

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Parados frente al Honda Civic color negro esperamos a la persona que manejará. Minutos después, tras contactarlo, aparece con una torta en manos. Tal parece que se fue a comer.

Mientras se acerca y mi padre le regaña, observo mi reflejo en los vidrios polarizados del Honda Civic siempre preguntándome por qué esta marca maneja mi padre. ¿Tendrá descuento? ¿Estará asociado? Nunca me he atrevido a preguntarle... o quién sabe, tal vez alguna vez lo hice y ya me respondió.

— Hola— Alto, delgado, de cabello negro y tez morena, cara alargada y mentón triangular, se presenta. — Me llamo Teodoro, es un gusto conocerte. — Los dos se miran. — Oh... perdona que no estuviera, es que tenía hambre. Señor Guior.

Antes de comenzar la reverencia que nos identifica como Guior mi padre le detiene y niega así que solo se aprietan las manos.

— Debo irme. Llévala a los departamentos.

— ¿Con quién se quedará?

Nos miramos. No acordamos si viviría sola o con alguien.

— Dale la dieciocho.

Mientras mi padre suspira y tras un instante me toma del rostro, Teodoro se encarga de guardar mis maletas y subir al auto a mi espera. Sé que mi padre quisiera abrazarme o decirme más pero ambos tememos por la seguridad uno del otro así que nos limitamos. Sus manos las baja  convirtiendo nuestra despedida en un apretón fuerte de manos.

— No olvides llamarme.

Con un susurro me despide y le veo marchar. Subo en la parte trasera del auto.

— ¿Escuchamos bien? — Teodoro arranca — ¿Qué habitación escuchaste tú?

— ¿La dieciocho?

— Oh, entonces sí escuché bien. Pero la dieciocho, él nunca da la dieciocho. No sé que tiene esa habitación pero siempre la tiene prohibida ¿Por qué habrá cambiado de parecer?

— No lo sé.

Llevamos dos horas y media avanzando algunos tramos dentro de un tráfico que hasta ahora desconocía. El calor es alto, me cuesta aclimatarme, no comprendo porqué Teo no suda tanto como yo. Y no sé si es el calor o soy yo pero a lo lejos noto casas y edificios de menos de cinco pisos color blanco, uno al lado del otro con rieles de tren...
Aquello llama mi atención y enfoco mejor la vista. No hay rieles, es otra autopista a lo lejos y las casas, no, tampoco son así.
Estoy alucinando de nuevo. Miro mis manos intentando no pensar en ello. El sudor que me baja ahora es frío y estoy segura de algo: no quiero volverme loca. Lo miro. necesito hablar o de lo contrario me empezaré a cuestionar.

— ¿Tú vives por aquí? ¿Eres de la capital?

— Chileno, soy chileno.— Me mira un segundo por el espejo. — Acabo de cumplir veinte. Entrené aquí, en el Distrito, por dos años antes de ser uno de los mejores y tener la oportunidad de irme, pero preferí juntar buen dinero, pagar lo último de mis estudios, meterme a una escuela de manejo y conseguí un buen trabajo con el jefe. — Se rie.— Es gracioso, ¿no?, que podría haberme ido. El jefe nos advirtió a mí y a los dos chicos sobre el accidente. — Nuestras miradas en el espejo se encuentran así que la aparto. — Te lo digo para que sepas quiénes somos los únicos que lo debemos saber. Si alguien más parece saber algo, no dudes en decirnos.

— Está bien. ¿Crees que tardemos mucho más en llegar?

— Al paso que vamos... Sí. Este lugar es hermoso he impresionante pero a la vez es caótico. Mucha gente, algo que solo se ve en las ciudades grandes y claro, no dejar de lado el tráfico.

Giramos unas cuantas veces antes de detenernos en una construccion de tres pisos color rosa pastel. En la planta baja del lado derecho se encuentra un consultorio de dentista y al otro lado del edificio una tienda. Algunos chicos que posiblemente tengan mi edad, salen corriendo.

LPQSB 1- Recorriendo Caminos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora