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Llevaba cerca de siete meses viviendo aquí, en esta agradable zona de la ciudad. El departamento que alquilaba no era para nada caro, sin contar el amable trato que recibía de los vecinos y en general de todo ser viviente con el que me encontrase; hasta el perro de la esquina movía la cola al verme.

Pero, creo que lo mejor de todo, era verlo a él.

No sabía como se llamaba y deduje que vivía por aquí cerca, pues siempre lo veía. A la misma hora y por el mismo canal, con su chaqueta negra y audífonos del mismo color. Un pequeño maletín de cuero y esos hermosos ojos rasgados.

No se bien como fue que lo noté, casi siempre iba con la cabeza nublada, pensando en el enorme papeleo que tenía que hacer o la cantidad exuberante de empresas que debía visitar, sin contar cuantas tasas de café prepararía. No, no era la secretaria de nadie, no se confundan.
Era relacionista pública, recién egresada de la universidad, con su primer trabajo, apenas cinco meses en el negocio y ya saben; siempre te tratarán de mandadero cuando apenas comienzas. En fin, esa era mi actual posición en la línea de la importante sociedad.

No me quejaba, tenía un bien sueldo, un jefe que no me gritaba con regularidad, un bonito departamento con una bonita vista y así, con todo, bonito por aquí, bonito por allá. Pero no perfecto. Nada era perfecto.

Perfecto sería tener un sueldo sin trabajar, dormir hasta tarde y ver películas junto a ese alguien especial. Si, mi concepto de perfección era ir de vaga todo el día, todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año, de los años que me quedaban por vivir. Perfecto. Pero no podía, aún.

En fin, como les iba diciendo, no se cuando ni como lo vi. Tal vez fue el:
"Señor Min, tenga su café ...", que pronunció aquel buen hombre de barba y sonrisa amable, quien por cierto, prepara unos cafés excepcionales.
Si, tal vez ahí fue cuando lo vi, pero fue su sonrisa la que me hizo no olvidarlo. Digo, cada cuanto tiempo te cruzas con un tipo que te manda hachazos con la mirada y que de repente sonríe mostrándote unas sonrisas de esas que te dicen: "Acabas de encontrar el paraiso", era imposible no sonreír aunque sea un poco al verlo, precisamente, sonreír. Pocas personas tenían esa sonrisa mágica, esa que se contagia o esa que te causa intriga y que quieres ver a cada instante, solo por que parece irreal.

El señor Min la tenía.

Al día siguiente volví a verlo, o tal vez siempre lo miraba, pero esta vez lo VI. No solo como alguien más en la acera, sino como: "¡Hey!, yo te conozco...¡Si! De ayer, ¿recuerdas?... te vi y hoy también, ¿mañana será igual?..."

Y sí, fue igual. Y al día siguiente y al que le sigue y así sucesivamente hasta que se cumplieron tres meses de verlo. Imagínense. Aveces me pongo a pensar: "¿Y si fue así los cuatro meses anteriores?", se imaginan, cuatro meses sin notar a alguien que, al igual que tu, cumplía una rutina. Una persona que fue fondo durante cuatro meses y que luego gracias al señor del café, se volvió imagen. Una muy bonita imagen.

—Buenos días, señor Min, ¿lo mismo de siempre?

—Eh ... si por favor.

Era la primera vez que oía su voz.

También era la primera vez en que yo me convertí en imagen para él. O eso quería creer.
















DarkSunA ~

Smile // (M. YG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora