2: La historia de ___ parte I

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Era 23 de Noviembre de 1939 y yo recientemente había cumplido diecisiete años cuando esa terrible masacre comenzaba. Mis hermanas gemelas Amaia y Mina, que eran unos cuatro años menores que yo, se veían un poco tristes y confundidas cuando uno que otro de sus amigos las empezaban a despreciar, yo siempre trataba de tranquilizarlas y de decirles que muy pronto a ellos se les pasaría, pero no, todo empeoraba poco a poco y muy pronto mis hermanas y yo nos quedamos sin amigos. No entendíamos que pasaba y nadie quería respondernos nada, a mi padre lo despidieron del trabajo y mi madre también cayó en discriminación por parte de los vecinos, nos mudamos siete veces ese mismo año, y entre mis hermanas y yo dejamos poco a poco de salir a la calle, aunque no estaba tan mal pues, nos sentíamos seguras entre nuestra compañía, pero luego mi padre un día, llegó a nuestra habitación y nos dio una noticia que ya conocíamos.

—Tenemos que empacar nuevamente, pequeñas. —dijo muy angustiado.

—¿De nuevo? —dijo Mina tomando la palabra—. Apenas llevamos cuatro días aquí, ya me estoy tratando de acostumbrar a este lugar.

—Lo sé hijas, pero debemos seguir buscando un lugar perfecto. —dijo mi madre entrando a la habitación—. No tenemos otra opción.

—Esto es terrible. —dijo Amaia desilusionada—. Ya me cansé de ir de casa en casa y que luego todos nos señalen como si hubiéramos hecho algo malo.

—Tienes razón, pero será mejor guardar la calma. —dijo mi padre tomando de nuevo la palabra—. Todo va a salir bien... ___ ven un momento, ayudame con una cosa.

—Bien papá. —dije y salí con mi padre de la habitación.

Caminamos por el pasillo hasta llegar al cuarto más lejano de la casa, donde solo guardamos las cosas que aún no hemos desempacado como los juguetes que usábamos de niñas y ropa vieja que luego reciclábamos para hacer edredones para la temporada de frío. Entramos y mi padre encendió la luz, su seriedad se apoderó de las paredes en ese lugar.

—Hija, tengo que hablar contigo. —dijo mi padre mirándome fijamente y él se sentó en una silla que había cerca.

—¿De qué padre? —dije y me senté en otra silla que pude encontrar.

—En realidad en una semana nos vamos a la ciudad que está cerca, dónde vive tu tía Elvia. —me dijo sin despegar sus ojos de los mios.

—¿Qué? ¿Por qué? —dije sorprendida, parecía que estábamos escapando de algo.

—Ella nos dirá más de lo que está pasando, dice que allá estaremos seguros y nos ayudará a entenderlo. —hizo una pausa y luego suspiró—. Aún no les digas a tus hermanas, pues tampoco parece muy seguro irnos en una semana, puede que esperemos hasta enero del año que viene.

—Papá, por favor dime. ¿Qué está pasando? —dije mientras sentía un nudo en la garganta.

—¡Te estoy diciendo que no lo sé! —dijo mi padre subiendo un poco su tono de voz—. Por eso cuando tu madre y yo recibimos y leímos la carta de tu tía, aceptamos irnos con ella de inmediato.

Sin decir nada más mi padre salió al pasillo, se le veía muy desesperado y a mí me dejó con muchas más dudas.

11 de Diciembre de 1939

Los días pasaron y como dijo mi padre se tuvo que mover la fecha en la que tendríamos que irnos a la casa de la tía Elvia. Cuando llegamos en la madrugada ella nos recibió con calidez y muy pronto nos sentimos cómodos en su casa. En el día cuando amanecimos y estábamos desayunando dejamos atrás el estrés del viaje para convivir con la tía y su marido y finalmente en la noche nos reunimos para aclarar todas las preguntas que teníamos en la mente desde nuestra llegada.

La fotografía ♡Vegetto, Gogeta y tú♡ ~En edición~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora