De la vida a la muerte... Y de regreso a la vida

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Mi nombre es Luis Fernando Hernández, tengo 27 años, soy de nacionalidad mexicana, vivo en Londres con mi bella esposa. Trabajo como médico cirujano en un hospital de gran prestigio. Mi vida era perfecta, al fin había llegado a donde quería, había realizado la mayoría de mis metas y solo me quedaba vivir felizmente con mi esposa. Pero, las peores cosas vienen cuando menos te lo esperas, en este caso no fue algo que me afectó solo a mi, sino a todo el mundo…

      El famoso virus del Ébola se esparció a todos los continentes, creando una pandemia brutal, este virus cobro millones de vidas inocentes. Pero además de ser una gran catástrofe que impactó a todo el mundo, había un detalle más, todas las victimas de este virus volvían a la vida, pero no como las personas que solían ser, si no, como bestias caníbales, que no tenían conciencia de lo que hacían, adquirían una fuerza sobrehumana, no sentían dolor, no recordaban nada de sus seres queridos, ni de sus tranquilas vidas, lo único que buscaban era alimentarse de otras personas. Ellos se volvieron lo que todo el mundo temía, algo que solo se veía en las películas. Zombies.

      Todo comenzó como un día tan normal como cualquier otro, me levanto temprano para acudir a mi trabajo. Son las siete de la mañana y mi despertador suena indicando que es hora de levantarme. Abro los ojos y me percato de que mi esposa no está a lado mío, eso es raro ya que siempre se levanta dos o tres horas después de que me vaya a trabajar. Me levanto y me dirijo hacia la cocina y la veo preparándome el desayuno, que tierno de su parte. Mientras desayuno enciendo la televisión, voy pasando de canal en canal y no veo otra cosa que nos sean noticias anunciando “el fin de la humanidad”. En la pantalla se ve a un reportero diciendo lo siguiente: “Por favor, si valoran su vida, no salgan de casa, aseguren puertas y ventanas; Cuide de sus familiares, el mundo que nos rodea ya no es más como lo conocemos, estamos bajo una invasión de zombies, si como oyó, ¡zombies! Si ve alguno de estos, tenga extremo cuidado, no permita que lo muerda, rasguñe o que su ADN entre en su cuerpo ya que podría ser contagiado con este virus y pues, ya saben lo que pasará después de que esto suceda, tal vez aún sigan vivos después de una leve mordida o rasguño, pero esto no durará por mucho tiempo, su esperanza de vida después de ser contagiado es de 5 horas, una vez cumplido este lapso de tiempo, dejarán de ser las personas que una vez fueron.”

En cuanto termina esa última frase, un escalofrío recorre mi espalda, volteo a ver a mi esposa y ella tiene una cara de horror, voltea a verme y se lanza a mis brazos, comienza a llorar desesperadamente. Trato de tranquilizarla, lo cual es casi imposible, no encuentro que palabras decir para que deje de llorar y retome la conciencia. Apago el televisor para que el reportero que se encuentra en pantalla  deje de recalcarnos el hecho de que estamos bajo una apocalipsis zombie.
       Por fin, mi esposa consigue calmarse, agarra su celular y comienza a hacer llamadas a sus familiares y amigos para verificar que estén bien.     

      Yo hago lo mismo, me logro contactar con algunos amigos y decidimos reunirnos en un lugar para así poder cuidar unos de otros. Milagrosamente conseguimos llegar al punto de encuentro, atravesamos calles inundadas por hordas de zombies, todo Londres era un desastre. Tiroteos por todas partes, personas siendo perseguidas por más muertos vivientes, zombies comiéndose grotescamente el cadáver de algún ser inocente.

      Pasó el tiempo, quedan muy pocos sobrevivientes entre ellos, nosotros, un pequeño grupo de 13 personas, robamos armas de algunos cadáveres de los militares y policías que encontramos muertos, luchamos día a día para poder sobrevivir. No nos podíamos quedar mucho tiempo en un solo lugar porque los zombies tarde o temprano se darían cuenta de nuestra presencia. Nuestra estrategia de sobrevivencia era: Quedarnos en un solo lugar durante cuatro días, o durante el tiempo que duraran las provisiones, los próximos días teníamos que saquear centros comerciales para conseguir más comida y buscar de nuevo otro refugio. Hordas de zombies nos atacan, acabando poco a poco con nuestro pequeño grupo y con nuestras esperanzas de seguir viviendo. Mi cordura se va desvaneciendo, al ver como el mundo cambió de una manera tan radical, al ver como mi tranquila vida se esfumó de un día para otro.

      Vagamos cautelosamente por toda la ciudad, hasta que por fin, encontramos un refugio lo suficientemente seguro como para mantenernos a salvo durante un buen lapso de tiempo, por lo cual decidimos ignorar nuestra estrategia de sobrevivencia, a lo largo de nuestro recorrido por sobrevivir hubieron demasiadas perdidas en nuestro pequeño grupo, ahora solo quedamos 5. No sé cuánto más podremos sobrevivir, la comida y la munición de las armas que conseguimos se agota, al igual que nuestras ganas de vivir en este “mundo”, claro si a un se le puede llamar así.

      Llevamos varios días en el refugio, los zombies no pueden entrar. Pero, se agotó la insignificante cantidad de comida que nos quedaba, la poca munición que nos sobró después de sobrevivir a tantas oleadas de zombies y con ellos nuestra última esperanza de vivir. Hay demasiados muertos vivientes fuera del refugio, lo cual nos hace imposible ir a buscar más comida. Solo nos quedaba un pequeño revolver cargado con 5 balas y una pistola semiautomática cargada con 4 balas. Eso para una multitud de alrededor de 80 zombies que se encuentran fuera del refugio, más los que nos esperarían a lo largo del camino para llegar a un centro comercial, que probablemente esté vacío o lleno de muchos más zombies.  
     Ya estamos hartos de vivir en esta pesadilla sin fin. Haremos un suicidio en masa. Alguien tiene que matarlos a todos para después suicidarse y acabar con nuestro sufrimiento.

      Tenía que ser la persona con menos cordura del grupo, alguien que pudiera soportar la idea de matar a un ser querido, claro, ese alguien tenía que ser yo. Todos ellos eran seres queridos para mi, personas que cambiaron mi vida de una forma u otra, pero no soportaba ver sus caras llenas de lágrimas, ausentes de esperanza, sin poder hacer nada para cambiar lo que pasa a nuestro alrededor.
    
      Los asesiné uno por uno con un disparo certero en la cabeza para que no sufrieran tanto a la hora de abandonar este mundo, esperando a que por fin llegue mi turno de dejar esta maldita vida.

      Veo sus cadáveres tirados en el suelo, miro al mi alrededor, hay sangre por todas partes, sangre que salió de sus cabezas después de ese disparo, pedazos de cerebro embarrados en el suelo, trozos de cráneo esparcidos alrededor de sus cabezas mutiladas, esta escena es tan mórbida, no puedo creer que yo haya hecho todo esto, pero prefería mil veces hacerlo, a que se terminaran transformando en esas asquerosas criaturas, como lo hicieron los 8 sobrevivientes que perdimos. Mi cerebro comienza a bombardearme con recuerdos de mi infancia, adolescencia y adultez, recuerdo como fue toda mi vida, momentos de alegría y tristeza, comienzo a llorar desesperadamente, después de todo no estaba lo suficientemente loco. Coloco la pistola en mi sien, pongo el dedo en el gatillo, cierro los ojos y…

     Otros sobrevivientes entran al refugio, me arrebatan el arma, me obligan a vivir en este asqueroso mundo. Ya no quiero seguir con esto. No después de haber asesinado a mis seres queridos, a mi amada esposa. Mátenme por favor, les imploro de rodillas, llorando, pero ellos hacen caso omiso de mi suplica. Me amarran brazos y piernas para que no intente escapar o terminar con mi suicidio. Si tan solo hubiesen llegado un momento antes, ellos aún seguirían vivos.

     Son unos imbéciles descuidados, no aseguraron lo suficiente la puerta que derrumbaron al entrar, los zombies están entrando a lo que antes llamábamos refugio, veo como se comen a cada uno de los integrantes del grupo. Entre tres zombies se comen al chico que me tacleó para impedir que me suicidara, uno de los zombies le acaba de cercenar un brazo para impedir que los otros dos zombies se lo quiten. Los otros dos degustan los órganos internos de aquel pobre chico. Veo como una chica grita horrorizada por ver como se comen a su padre. Veo como un señor de unos 40 años dispara a los zombies en un intento patético para evitar su destino en el estómago de esas criaturas. No puedo hacer nada, mas que esperar a que llegue mi turno. Esto era lo que quería evitar, ser comido por esos asquerosos monstruos y terminar siendo uno de ellos. Pero, estando inmovilizado de brazos y piernas, no me queda de otra que aceptar mi destino y unirme a ellos.

Después de comerse al resto del grupo, por fin sigue mi turno, dos de los zombies que integraban la horda que entró en el refugio se dirigen hacia mi, puedo percibir su asqueroso olor a putrefacción. Liberan un rugido gutural y corren hacia donde me encuentro. Uno de ellos, agarra mi cabeza, la hace a un lado y da una mordida en mi cuello, siento como sus dientes se clavan en mi piel, doy un grito de dolor que se mezcla con el sonido de mi carne partiéndose. Llega otro zombie y muerde mi brazo derecho, libero de nuevo otro grito, pero esta vez articulo el nombre de mi esposa, al mismo tiempo que las lágrimas recorren mis mejillas. Me comienzo a desangrar, los zombies me comen vivo, pero  estoy dejando de sentir el dolor, pierdo la conciencia y al fin estoy listo para dejar este mundo. Mentira, seré una asquerosa criatura que vagará hasta el fin de la eternidad, en busca de deliciosa carne humana.

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⏰ Última actualización: Feb 25, 2015 ⏰

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