La palabra, el lenguaje, es el don dado a los seres humanos por el cielo. La expresión personal de los sentimientos del individuo es aquello que nos aporta la libertad que nuestra condición terrenal exige, pues exigimos ser completamente libres, aunque nos encadenamos sin darnos cuenta; después de todo, nunca decimos absolutamente todo lo que pensamos. Estamos constantemente sujetos a la norma impuesta por la sociedad, a la educación que nos enseñan y a las normas de conducta que son necesarias para el mantenimiento de la ruta que es nuestra vida en comunidad. Ahora bien, ¿qué pasaría si alguien se encadenara voluntariamente a no expresar nunca lo que pasa dentro de su mente?
Shoto Todoroki había nacido con la capacidad de hablar, sin duda. Cuando era pequeño, emitía las mismas quejas y peticiones que cualquier otro niño; aunque quizá esto no sea del todo cierto, pues desde su mismo nacimiento estuvo sometido al control de su padre. Aquel ser siempre se le había asemejado distante y enorme, completamente inalcanzable para sus pueriles manos. Tan solo era su padre porque la biología así lo ordenaba, pero jamás se comportó como se supone que una figura paterna debería hacerlo.
Enji Todoroki era un corpulento hombre de mirada estremecedora. Poseía un poderoso don de fuego que le había ganado el puesto de segundo mejor héroe bajo el seudónimo de Endeavor. Pero Enji no pretendía detenerse ahí; no descansaría hasta que él o su hijo superasen al número uno, el Símbolo de la Paz.
Harto de las palabras amenazadoras con las que este hombre respondía a sus infantiles peticiones, Shoto decidió enmudecer. Ni una sola palabra salió de su boca durante diez años, quitándole la oportunidad a su progenitor de replicar mezquinamente a sus súplicas. De este modo, Shoto fue creando un mundo para sí mismo; el mundo de sus ideas, a donde nadie más tenía permitido el acceso. Allí podía crecer y ser libre sin miedo a ser juzgado por la crueldad de un monstruoso hombre de fuego.
Endeavor nunca supo en qué estaba pensando su hijo, pues con el tiempo su rostro se fue helando, como si fuese una prolongación natural del poder residente en el lado derecho del muchacho. Frío como el hielo; así era su Shoto, concebido únicamente para sucederle como héroe.
Shoto había heredado las singularidades de su padre y de su madre. Tras varios intentos de pura experimentación biológica – obteniendo como resultado a los hermanosde Shoto – Enji Todoroki por fin había logrado crear la criatura que deseaba: un niño capaz de manejar sus poderes ígneos y el hielo al mismo tiempo. Alguien con posibilidades de convertirse en el héroe más poderoso que jamás se hubiese conocido.
Él mismo tomó el mando en cuanto a la educación y al entrenamiento de su hijo más joven. Desde su más tierna infancia, Shôto sufrió la misma disciplina que el joven muchacho que se alista al ejército sin saber lo que le espera. Y entre entrenamiento y entrenamiento, fortaleció su silencio además de su cuerpo.
El tiempo más que correr pareció dar un salto, y Shoto se convirtió en un joven de encantadoras facciones. Todo en él parecía ser una antítesis de sí mismo; tanto su cabello como sus ojos eran bicolores y mantenían un extraño equilibrio que conformaba su rostro sereno. Cualquiera hubiera dicho que los cuatro colores presentes en la joven cara de Shôto deberían de formar un cuadro pintoresco y desagradable, pero la realidad era completamente distinta. Los cabellos blancos y rojos caían casi ceremoniosamente sobre sus orbes azul y gris, en perfecta armonía. Tan grande era la sensación de parsimonia exhalada por el chico que uno tenía la impresión de estar mirando una obra que rozaba en lo angelical.
Pero este rostro perfecto estaba marcado por la frialdad de una mirada penetrante y la completa inexpresión que Shoto había adoptado desde una edad temprana. Sus sentimientos, sus opiniones, sus pensamientos... Todo en él era un misterio irresoluble. Ni siquiera su familia era capaz de saber en qué se ocupaba la mente del joven Todoroki.
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Monocolor | TodoMomo |
FanfictionShoto Todoroki enmudece de manera voluntaria a la edad de seis años, queriendo encontrar un escape al yugo de su padre. Durante una década, construye a su alrededor una realidad alternativa, perfectamente moldeable a su antojo, que utiliza como escu...