🌃 O8 🌃

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El lugar era iluminado por la tenue luz que otorgaban las pequeñas velas que reposaban sobre el suelo, cuyas chispas salían disparadas en algunas ocasiones, desapareciendo al instante en el que caían al suelo, ya que eran muy débiles.

Makomo mojó nuevamente el paño y lo volvió a colocar sobre la frente de Sabito.

Tomioka estaba ayudando a Urokodaki con las labores del hogar. Hacía poco había salido a comprar y probablemente iba a tardar lo suyo en volver. La única chica del hogar vio aquella una pequeña oportunidad para hablar con Sabito a solas.

— Y...— El de cabello naranja abrió sus ojos y, con mucho cuidado, observó a la menor, que estaba arrodillada en el suelo junto a él.— ¿De qué querías hablar?— Inquirió con una pizca de curiosidad.

— Hmmm...— Makomo se acomodó en silencio, antes de comenzar a hablar.— Vine a hablar sobre Tomioka.— Dijo casi en un susurro, acercándose un poco a Sabito. Un sonrojo cruzó por el rostro del pelirrojo en cuanto la chica dijo “Tomioka”.

La de cabello azul lo observó. Se sentó a su lado, cerca de su hombro.

— ¿Te gusta?— Preguntó sin titubear. En su rostro había una pequeña sonrisa. Era irónico que lo hubiera notado ella antes que ellos mismos.

— ¿Qué?— Sabito se quedó atónito.— No, no, él no me gusta. Es decir, le tengo mucho cariño, lo amo, pero...— Exaltado, se sentó en el futón, cuando se dio cuenta de lo que había dicho.

Él lo amaba... ¡Por favor, acababa de decirlo en voz alta! ¡Él amaba a Tomioka!

Cuando se dio cuenta de sus palabras, un fuerte color rojo se apoderó de casi todo su rostro. Sentía como si un humo saliera expulsado por sus orejas, e, inconscientemente, se dejó caer para quedar tumbado nuevamente.

Makomo le colocó bien el paño mientras reía, aquello había sido muy raro.

— ¿Eso es un sí?— Preguntó divertida. Él se tapó hasta la nariz, dejando solo sus ojos a la vista, sin querer responder.— Vale, pues lo tomaré como uno.

Sabito le daría la espalda, pero era imposible ya que el paño caería. Ugh, ahora era consciente de sus sentimientos. Se sentía un completo estúpido.

Sin pensarlo, se tapó todo lo que pudo, dejando a la vista algún que otro mechón de su largo cabello. Makomo rio y se levantó.

— Ya veo. Te dejaré solo entonces, si eso deseas.— Comentó mientras recogía las cosas. Tras eso, apagó las suaves llamas que se mantenían a duras penas e iluminaban la habitación y se marchó, cerrando con mucho cuidado.

A paso lento, se dirigió a la puerta de la cabaña y salió de allí. Echó el agua al suelo y dejó el cubo que llevaba a un lado de la cabaña, para que el siguiente que lo utilizara lo viera vacío y limpio.

Iba a adentrarse nuevamente en el lugar, cuando vio una figura a lo lejos, que cada vez se hacía más nítida.

No la conocía. Era una chica, por lo que podía ver. Una vez estuvo cerca, pudo fijarse bien en ella.

Tenía un cabello realmente largo, dos extrañas mariposas colocadas en cada lado de su cabeza, ambas de tonos rosas y verdes, unos profundos ojos lilas y tenía una suave sonrisa plasmada en su rostro.

— ¿Está aquí  el ex-pilar del agua, Sakonji Urokodaki?— Preguntó. Makomo se quedó en silencio, estaba fascinada por la imagen de la chica frente a ella. La mayor no mostró incomodidad ante ello y simplemente se quedó en silencio, esperando una respuesta.

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