Es bien sabido por todos que el centro educativo suele ser el contacto más importante del infante con los suyos. En las guarderías, los colegios y los institutos de todo el mundo los estudiantes están en contacto constante con personas que comparten su edad. Con suerte hallarán a alguien con gustos o inquietudes similares, y puede que incluso se produzca el florecimiento de una amistad que sobrevivirá a la prueba del tiempo. Sea o no así, es indiscutible que los centros educativos juegan un importante rol en el aprendizaje de la socialización para los niños. Resulta fácil imaginar el tormento que supondrá la búsqueda de afines para el adolescente que nunca ha tenido oportunidad alguna de relacionarse con otros niños en su infancia.
La situación de Shoto era precisamente esa. La educación estricta y aislada que había recibido de su padre le había imposibilitado el adquirir ciertas competencias sociales. Sumando eso a su mudez voluntaria, el resultado cuando ingresó por primera vez en la preparatoria fue el esperado.
La Preparatoria UA era la escuela de héroes con más fama y reputación del país. La cantidad de héroes que se habían formado dentro de aquellos muros era casi incontable. El propio Símbolo de la Paz en aquella era había estudiado en esa misma escuela preparatoria, donde héroes profesionales educaban a los alumnos para convertirse en los defensores de la justicia del mañana. Para poder entrar al curso de héroes, los candidatos debían superar una serie de pruebas, tanto escritas como prácticas, que determinarían quiénes eran lo suficientemente válidos como para formar parte de las filas de la más célebre escuela de Japón.
Shoto no haría estas pruebas, sin embargo; él era uno de los candidatos que optaría a la entrada por recomendación. Esto no era de extrañar, pues no debemos olvidar que su padre, aunque se consumiera por su propia maldad, era el segundo mejor héroe de cuantos había.
El trabajo de un héroe, a los ojos de la mayoría de la población incluyendo a Shoto, consistía en mantener la paz dentro de la sociedad y detener a aquellos que osaran violar las leyes establecidas con actos considerados vandálicos o delictivos. En su completo silencio, Shoto no podía dejar de preguntarse si el maltrato y la desgracia que sufría su familia no era lo suficientemente brutal como para poder considerar a Endeavor un villano en vez de uno de los mejores héroes. Después de todo, el mero hecho de que un hombre tal pudiese ser admirado por las masas como defensor de la justicia hacía a Shoto dudar sobre el sistema establecido.
Pese a sus puntuales dudas sobre los héroes, Shoto acudió el día del examen tal y como estaba previsto. Fue asignado el número 23, el cual recibió de las manos de un empleado y lucía en la parte delantera de su camiseta blanca. Instintivamente, escrutó a la competencia con su mirada bicolor. Aunque era imposible conocer las singularidades de todos los presentes antes de la prueba, pensó que debería tratar de averiguar cuanto fuera posible. Después de todo, las singularidades que producen mutaciones en el cuerpo son fáciles de identificar y, en la mayoría de casos, no hay que tener un ingenio excepcional para adivinar cuál es su poder.
Fingiendo desinterés, el joven Todoroki paseó silenciosamente a través de la sala que albergaba a aquel puñado de adolescentes ansiosos por librarse del estrés causado por la espera del examen. Sus ojos captaron manos temblorosas, semblantes serenos y todo tipo de expresiones de preocupación. Era verdaderamente una parodia de un funeral, donde todos los asistentes esperan, cabizbajos, la llegada del féretro a la ceremonia.
Shoto seguía con su investigación previa al examen cuando su atención se vio súbitamente atraída de forma magnética. Sus ojos se fijaron en ella entonces. La sala, el murmullo de los alterados adolescentes, se fue disipando cada vez más y más hasta que no quedaba de ese ruido más que un ronroneo distante.
¿Quién era ella?
Su cabello, recogido en una coleta alta, dejaba un largo mechón azabache libre, de modo que este caía como una cascada de ópalo negro, mágico y espléndido, y enmarcaba su rostro pálido como la porcelana. Tenía una expresión enigmática, que mezclaba los nervios con la seriedad y determinación de quien quiere conseguir su objetivo pase lo que pase. Sus cejas se curvaban de manera perfectamente simétrica sobre sus ojos grisáceos, los cuales estaban fijos en un punto indefinido del suelo.
Shoto Todoroki, el joven siempre impasible de rostro fríamente celestial, deseó, por primera vez en su vida, acercarse a otra persona. Tenía la extraña e inexplicable sensación de que en esa joven hallaría todas las respuestas. Ansiaba desesperadamente saber su nombre. ¿Cuál era su nombre? ¿Serían capaces las grises lunas de sus ojos de mostrarle la solución? Y si fuese así, ¿qué solución, qué respuestas estaba buscando en realidad? ¿Había algo que quisiera descubrir y todavía no supiera?
La hermosa joven no tardó en notar los rayos negros y celestes que la mirada de Shôto clavaba en su cuerpo. No sin cierta vergüenza, le devolvió una rápida ojeada y se dispuso a perderse entre el resto de la gente allí reunida.
Para su desgracia, el responsable anunció el inicio del examen. Para su suerte - o al menos eso creía ella entonces -, el grupo que le correspondía era diferente al de Shôto. No sería ese día en el que su grisáceo rostro se tuviera que enfrentar con los cuatro colores de su misterioso admirador.
ESTÁS LEYENDO
Monocolor | TodoMomo |
FanfictionShoto Todoroki enmudece de manera voluntaria a la edad de seis años, queriendo encontrar un escape al yugo de su padre. Durante una década, construye a su alrededor una realidad alternativa, perfectamente moldeable a su antojo, que utiliza como escu...