A Goldmi le parecía increíble que pudiera sostener con tanta facilidad el cuerpo de su hermana, pero los niveles que había subido no sólo habían mejorado su capacidad de energía y maná, sino todos sus atributos.
Descendieron despacio por el acantilado con la ayuda de Flotar, al lugar que unas horas antes había estado repleto de seres corrompidos, pero que ahora estaba completamente desierto.
Apenas habían ganado experiencia debido a la diferencia de nivel, pero habían liberado cientos de almas de su cruel cautiverio, por lo que se sentían orgullosas de sí mismas.
Miraron hacia la puerta de la mazmorra con cierta nostalgia. Allí habían escapado por los pelos, y allí había luchado casi con desesperación durante semanas, contra babosas varias veces su nivel.
Entraron una vez más, con la intención de descansar en un lugar seguro y libre de miasma, y con la irrevocable promesa hecha a la lince de una comida en condiciones. Aunque, antes de ello, ésta acabó rápidamente con una babosa, que ya habían aparecido de nuevo.
–Sólo son nivel 20...– puso la elfa los ojos en blanco ante la postura orgullosa de su hermana.
Ésta sólo le sacó la lengua. Es cierto que sólo eran nivel 20, pero ese sólo les había causado muchos problemas no tanto tiempo atrás. Su hermana rio, completamente relajada. El haber escapado de la mazmorra y eliminado a sus enemigos le había quitado un gran peso de encima.
Cenaron, durmieron y desayunaron en la sala de descanso, sintiéndose más alegres que de costumbre, antes de salir de nuevo de la mazmorra, esta vez quizás para siempre.
En principio, habían querido dirigirse en dirección al portal que les llevaría a la aldea de iniciación, pero que algunos seres corrompidos se hubieran dirigido hacia el bosque les había resultado misterioso. Después de discutirlo durante la cena, habían decidido investigarlo al día siguiente. Por ello, ahora se estaban adentrando en el bosque corrompido.
No encontraron otros seres allí, pues todos los disponibles habían sido convocadas para lidiar con ellas, y ya habían sido aniquilados. Sólo había molestos árboles, pero no querían perder el tiempo deshaciéndose de ellos. Eran demasiados, y les llevaría meses acabar con lo que en otro tiempo había sido una selva exuberante.
El miasma las irritaba. Sentían como una fuerza que intentaba atacarlas, que podría devorarlas si se debilitaban demasiado, convirtiéndolas en seres corrompidos sin voluntad propia, corrompiendo sus cuerpos y atrapando sus almas. No podía hacerles nada mientras estuvieran en condiciones, pero resultaba sumamente desagradable.
Caminaron durante horas, dudando de si realmente había algo que encontrar. O de si no se habían equivocado de camino. Un vistazo al mapa virtual les indicó que habían seguido en línea recta. Lo que no podían saber era si aquellos seres corrompidos también lo habían hecho.
No fue hasta que superaron una pequeña colina que se encontraron con una escena irreal, una escena que parecía sacada de un cuento de hadas.
Podía distinguirse un pequeño lago, cuyas aguas brillaban cristalinas, algo que podía apreciarse a pesar de lo difuminado de su contorno. Lo rodeaban árboles y otra exuberante y borrosa vegetación, cuya presencia parecía imposible en aquel lugar infestado de miasma y corrupción.
Alrededor de aquel lugar se erigía una barrera semitransparente, cuya base estaba rodeada de un círculo oscuro que parecía moverse. Usó Ojo de Halcón para averiguar que era aquel círculo negro, descubriendo algo que las sorprendió y enojó. Sin duda, era lo que habían estado buscando.
Cientos de seres corrompidos rodeaban la barrera, atacándola, golpeándola física y mágicamente. Era difícil saber desde allí cuál era su nivel, así como dispararles desde tan lejos. Lo que sí sabían era que tenían que alejarlos de aquel inesperado oasis de vida rodeado de muerte.
Se acercaron despacio, en silencio, buscando que no hubiera alrededor otro espíritu o seres corrompidos. La lince estaba junto a su hermana, protegiéndola de lo que pudiera venir, y de las molestas ramas y raíces, que eran troceadas.
Mientras, la arquera comprobaba que los niveles de aquellos seres no eran muy altos. Había un nivel 25, pero la mayoría estaban por debajo del 20. Así que, a la máxima distancia posible, disparó a uno de ellos, uno de nivel 15.
La Flecha Etérea realizó una amplia parábola, pues quería evitar que dañara la barrera. Cayó encima de la cucaracha, atravesándola. No la mató en el primer disparo, pero ésta tampoco se inmutó, a pesar de ser herida gravemente. Ellas no lo sabían, pero sus enemigos tenían órdenes de atacar la barrera, y esas órdenes no podían ser ignoradas. Por mucho que quien las había dado hubiera muerto. Por mucho que alguien los atacara.
Dada la falta de reacción, empezó a deshacerse uno a uno de aquellos seres, como ya había hecho frente a la entrada de la mazmorra, hasta dejar, tras unas horas, aquella zona de la barrera limpia de la plaga que la acechaba.
Se acercaron a ella. Querían ver más de cerca qué había allí dentro. Si podían, querían averiguar más sobre aquella inesperada barrera, y si había alguna forma de atravesarla. Aunque, pudieran o no, estaban más que dispuestas a liberarla de sus atacantes.
Era extrañamente hermosa y desprendía un aura cálida. Quizás era porque cerca de ella el miasma era repelido, pero parecía darles la bienvenida. Era un lugar en el que la corrupción no tenía lugar, sólo la vida, y por ello les resultaba tan maravilloso, tan excepcional.
La lince olfateaba, intentando percibir algo con su refinado sentido del olfato, pero nada se filtraba a aquel lado de la barrera. Ambas intentaban mirar al interior, pero era imposible diferenciar los detalles tras una barrera que difuminaba la luz.
Goldmi extendió su mano, acercándola con cuidado. Lejos de sentir una fuerza que la repeliera a medida que se acercaba, sólo sentía una agradable calidez que impregnaba su alma.
Se temió que algo pasaría cuando finalmente la tocara, pero fue todo lo contrario. Su mano, simplemente la atravesó, como si no estuviera allí.
Las dos hermanas se miraron, probando también la lince a tocarla, y también atravesándola su pata.
–¿Entramos?– preguntó la elfa, vacilante, aunque su corazón le pedía que lo hiciera.
–Ya que hemos llegado hasta aquí, tendremos que echar un vistazo– asintió la lince, mucho menos indecisa.
Una junto a la otra, avanzaron hacia la barrera, cruzándola sin ninguna dificultad, como si para ellas no existiera.
ESTÁS LEYENDO
Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasiCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...