Iluminación

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Una vez acabado el encuentro sexual, Dave se vistió rápido y se marchó sin ningún reproche por parte de su esposa ya que ambos eran conscientes de que simplemente había sido algo casual que no representaba de ningún modo reconciliación alguna.

- Cuando llegue, dile a Graham que lo quiero a primera hora de mañana en mi oficina. Que vamos a hablar seriamente. - Dijo antes de abandonar la habitación y dirigirse al departamento de Alex.

Ante aquellas palabras Caroline sintió gran temor por el muchacho y le esperó despierta pensando en alguna forma de auxiliarlo, más cuando este tocó el timbre, ella no había dado con ninguna solución.

- ¡Graham! - Nombró en forma de saludo mientras corría a abrir el portón.

- Hola. - respondió el otro.

- ¡Pasa!, ¡Pasa! - dijo al otra apresurándole.

- ¿Sucede algo? - Consultó debido a lo extraña de la actitud de la otra.

- Oh, nada. Solo muero de ansias por saber como te fue, dijo sin atreverse a contarle al de lentes las cosas que habían ocurrido. - Te preparo un café y me cuentas.

Graham comentó a grosso modo que efectivamente se habían reconciliado mientras comía de la merienda que se le había entregado.

Caroline escuchaba atenta el relato del otro, pero manteniendo una preocupación que concordaba perfectamente con su semblante.

- Gracias por obligarme a ir a la casa de Dames. - dijo el castaño con expresión vergonzosa.

- Oh, por nada. Por cierto, Dave ha llamado y ha dicho que debes ir a su oficina mañana a primera hora. - Soltó la rubia sin ser completamente sincera.

Por esas mismas horas Dave, sentado en el sillón del departamento de Alex observaba atento los movimientos de su amante.

- ¿A dónde vas? - consultó al ver como comenzaba a abrigarse poniéndose una chaqueta.

- A la azotea. Hoy ha hecho un día precioso y tengo algo de esperanzas de poder ver algunas estrellas.

- Te acompaño.

- No es necesario.

- Para mí lo es. - remató.

- Abrígate. - sugirió el pelinegro luego de sonreírle dulcemente

Salieron por la puerta, subieron las escaleras, Tomaron asiento sobre una banca y Alex apoyó su cabeza en el regazo de Dave mientras miraba el firmamento con expresión alucinada.

El pelirrojo observaba a su vez el rostro de su amante iluminado por los últimos vestigios de luz solar que el atardecer dejaba ver, levantó la vista, observó que en el cielo era claramente visible el Héspero y supo que justo en aquel instante era una palabra fuerte y de alta significancia en su vida, los ojos oscuros del hombre que se encontraba junto a él eran los únicos luceros que necesitaba mirar esa noche, hace unas horas había poseído el cuerpo de Venus misma, incluso Graham había llegado a ser un lucero para él y él mismo, a pesar de su apariencia dura y su determinación no había logrado ser el lucero del alba porque en su propia vida nunca fue importante y ahora no podía dominar su propia situación, su única relación con aquello era su cercanía al pecado y a la soberbia.

Meditó en las palabras que previamente habían salido de la boca de Caroline.

"¿Dejar de mariconear?"

Sentía, por un lado, que sus confusos sentimientos por Alex merecían algo más de respeto, pero por otro, que él mismo no podía corresponder al dueño de aquel nombre como se merecía.

Caviló largamente acerca de a quién debería escoger para pasar el resto de sus días, meditó sobre si valía la pena estar malgastando el tiempo dividiendo su vida entre ambos. ¿Uno o ninguno?

Pronto su vista se perdió en el brillo de la mirada de Alex y unas ganas enormes de sentir el enorme cariño que era capaz de darle inundaron su ser.

- Alex, si tu quisieras algún día todas las estrellas del firmamento pare ti, yo no sería capaz de dártelas.

- Muchas de estas estrellas ya ni siquiera existen, han desaparecido, pero la noticia de su muerte tarda tanto en llegar a nosotros que aún podemos alegrarnos de su belleza sin que nos enteremos que lo que, creemos, está pasando justo en frente de nuestros ojos es solamente una simple entelequia.

- ¿Y el brillo de tus ojos, Alex?, ¿sigues aquí? - consultó apretando la mano del otro en la que sus dedos se encontraban entrelazados, con algo de ansiedad y un poquito de incertidumbre.

- Suenas atormentado, vida, ¿a qué te enfrentas?

- A la vida misma y necesito que me beses.

- Pero nos pueden ver.

- Me importa una soberana mierda, Alex. Hazme sentir seguro de tu amor mientras me besas.

El de cabellos oscuros obedeció, tomo asiento y bajo la luz de la luna besó dulcemente a al pelirrojo mientras lo abrazaba y acariciaba con las manos. Se alejó un poco y habló.

- Te amo, esa es la única certeza que tengo para ofrecerte y mis palabras y mis sentimientos en este momento son verdad, sin importar lo que pase mañana. A fecha de hoy, n este día y en esta hora estoy enfermo de amor por ti aunque llegue el día en que te des cuenta que no me amas y quemar tu tiempo conmigo no merece la pena.

WarsawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora