Cassie seguía en silencio mirando a su mejor amiga esperando a que esta se decidiese.
—¿Que debo hacer? —preguntó Alexia.
—No soy yo quien ha decidir eso Lexi, pero dejad que os haga una pregunta. ¿Tan terrible sería intentarlo? —le preguntó.
Lexi se quedó en silencio.
—¿Qué sería lo peor que podría ocurrir? —insistió la sirvienta.
¿Que qué sería lo peor que podría ocurrir? Lexi torció el labio. ¿Por dónde empezar? Suspiró. Resumiendo había dos razones suficientemente importantes como para no intentarlo: su destino era traicionarlo y, como si eso no fuese lo suficientemente malo, creía que también se estaba enamorando del medio hermano de este. De quien, por cierto, Jer no conocía su existencia...
Había tantas razones para alejarse de él, para olvidarlo... y sin embargo no conseguía separarse de él. ¿Por qué?, ¿por qué le hacía tan feliz?
—No sé, Lexi, pero has de decirle algo.
—Lo sé...
Alexia se levantó de la cama y comenzó a recorrer su cuarto una y otra vez. Estaba demasiado nerviosa. No quería hacer las cosas mal, ni herir a nadie, pero sabía que eso no era posible. Entonces su visión comenzó a nublarse. La mente comenzaba a irle demasiado despacio. No podía pensar y su cuerpo no obedecía las ordenes. Era como si estuviese viendo la escena desde fuera y a cámara lenta.
Todo pasó en cuestión de segundos. Sus párpados se cerraron, sus piernas flaquearon y cayó desplomada al suelo.
El ruido alertó a Jerome, quien abrió la puerta preocupado y se encontró a Cassie arrodillada junto a Lexi tratando de hacer que esta volviese en sí.
—¿Qué le ocurre? —preguntó él mientras la cogía de forma delicada y la dejaba sobre su cama.
Cassandra ignoró la pregunta y comprobó aliviada que la caída no le había provocado ninguna herida en la cabeza a la princesa.
Mientras tanto Lexi contemplaba la escena desde fuera. La situación era demasiado confusa. No lograba oír lo que decían, ni terminaba de ver bien. Todo estaba difuminado. Además sentía una fuerza que tiraba de ella con una fuerza sobrenatural. Trató de resistirse, pero fue en vano. Dejó de hacer fuerza y se dejó llevar como hoja arrastrada por el viento.
Una vez la fuerza magnética dejó de atraerla, Lexi trató de focalizar su vista. Era difícil saberlo, pero parecía que era el bosque. Pisadas. Ramas rotas. ¿Un zapato?
La princesa intentó con todas sus fuerzas prestar más atención, pero le fue imposible. La fuerza volvió a transportarla. Conforme iba pasando el tiempo se iba sintiendo más cansada y pesada. El viaje era más tortuoso y violento, pero su vista mejoraba y sus sentidos se agudizaban.
Estaba cerca de las murallas que rodeaban el castillo. Notaba la respiración acelerada de alguien. Era como si fuese ella misma. Estaba dentro de esa persona. Estaba asustada. Corría sin descanso, lo que dificultaba averiguar el punto exacto.
Alexia trató de tomar el control de ese cuerpo, pero no lo logró. Ella era una mera visitante de la escena. Sentía la angustia de esa persona. Le estaban persiguiendo. Entonces ese cuerpo cogió un camino que ella conocía muy bien. Había entrado en los terrenos de palacio y se dirigía a los establos.
La protegida del rey notó como le faltaba el aire. Poco a poco estaba saliendo de ese cuerpo. Lo abandonaba de forma violenta. Era como si le arrancasen de él y le devolviesen al suyo. Y en esa sacudida de vuelta vio a la pequeña Cristina sentarse asustada en el heno junto a uno de los caballos.
Alexia luchó desesperadamente por volver junto a ella, para no dejarla ahí sola, pero cuando quiso darse cuenta abrió los ojos y se incorporó de forma violenta en la cama de su alcoba.
Jerome y Cassandra le miraron preocupados.
—¿Cómo estás? —preguntaron al unísono.
Ambos llevaban un par de horas junto a la chica tratando de que volviese a despertar.
Lexi fue a hablar, pero las palabras no le salían. Tenía la boca seca. Se llevó una mano a la garganta a la vez que con la otra se retiraba un paño con agua fría que Cassie le había colocado en la frente.
—¿Lexi? —insistió Jerome al ver que la joven parecía algo ida.
Alexia miraba hacia la puerta. Necesitaba ir a por Cristina. No sabía si lo que había visto era cierto o solo una pesadilla fruto del cansancio, pero necesitaba comprobarlo. Si la pequeña estaba allí sola, corría un gran peligro.
De pronto notó como sus fuerzas volvían a su cuerpo, se levantó de la cama y corrió a los establos seguida por Jerome y Cassandra, quienes le pedían que parase y volviese a su habitación.
Cuando llegó a los establos la princesa contempló horrorizada la escena. Dos guardias estaban en el suelo junto a un charco de sangre; y otro estaba contra la pared mirando muerto de miedo el cuchillo que amenazaba su cuello y que estaba dirigido desde la distancia por una pequeña con el pelo castaño claro rizado y ojos azules cristalinos.
Alexia tan solo tuvo unos segundos para gesticularle a la niña que no dijese nada, antes de Cassandra y el príncipe llegasen allí.
La sirvienta profirió un agudo chillido al ver la escena. Cassie jamás había visto un muerto y mucho menos de esa manera. Por su parte, Jerome se llevó la mano a la espada y trató de colocar, sin éxito, a Alexia detrás de ella.
Cristina los miró confusa. Con esa cara con la que te mira un niño cuando tratas de explicarle algo que tan solo los mayores pueden entender.
—¡Soltad el cuchillo! —ordenó el príncipe—. Quedáis arrestada en nombre de Camelot —profirió como si eso significase algo para ella.
La niña ladeó la cabeza y apretó un poco más el cuchillo en el cuello del tercer soldado.
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El reino del pasado
FantasyHace cientos de años una guerra sumió Camelot en el más profundo caos. La gloriosa ciudad y su querido rey cayeron. Ni siquiera el más grande de los magos fue capaz de conseguir que la profecía no se cumpliese. El amor, las traiciones, la avaricia y...