Profligate & Proclivities - Orgullo y Prejuicio

VIII

A la mañana siguiente se encontraba Elizabeth una vez más corriendo por el lejano pasto, en un galope casi violento, se sentía viva montando su corcel, podía olvidar sus propias angustias, sus desencantos, la constante reprobación de su progenitora, y hasta un corazón dolido.

El interludio del día anterior de Elizabeth con el Sr. Darcy no fue largo en palabras ni en tiempo, después de un breve momento de estar en su presencia se sintió mareada y agotada.
Su rostro era tan amable cuando miró a Mary, ella no podía culparlo por eso; su hermana es tranquila, pacífica y dócil, como una blanca paloma con la que siempre la estaba comparando.
Entonces su cara cambió. ¿Ella causó eso? Pero sus ojos: ver sus ojos era como mirar los cielos en un día tormentoso, nubes oscuras y onduladas con manchas de brillo. ¿Estaban recorriendo sobre su figura? Era como si ni siquiera hubiera escuchado su impertinente saludo, solo hablo para regresar con uno tan descabellado y hasta amable. ¿Realmente instaba placer cuando hablaba? Si, el reconfortaba ¿Por qué actuó después como si quisiera alejarse de ella lo suficientemente rápido? Tal vez la escuchó y estaba siendo impertinente de vuelta con su comentario afable, para después alejarse y no tener que hablarle más.
Sí, solo estaban intercambiando incivilidades y él quería deshacerse de su presencia, no podía tener otro interés en ella.

Ella solo tendría que cuidarse de que él no se alojará más tiempo en su corazón en el futuro, nunca antes alguien le había atraído de esa manera, se sentía un vacío sin poder saciar de saber que su creciente sentimiento por el, jamás podría ser cultivado, no estaba en su espíritu estar triste por mucho tiempo, el jamás le dio una señal de interés, era solo ella, una tonta niña que vio afinidad y atractivo en un importante, poderoso y conocedor caballero de la ciudad, solo debía olvidarse de la existencia del señor Darcy.

La decisión de centrarse en algo más productivo tuvo resultados, ella espió a un grupo de urogallos de sauce tumbados en la hierba.
En silencio preparó su honda cuando se desvió hacia ellos y desde lo alto de su caballo atrapó al primer pájaro desprevenido, cuando el resto salió al aire, logró derribar tres más antes de que se elevaran demasiado. Saltó del caballo y agarró un cordel del bolsillo de la silla de montar, recogió los pájaros y ató eficientemente dos a cada extremo de la cuerda y luego la arrojó frente a la silla de montar para que colgaran de ambos lados.
Eufórica de su captura, ella trotó de vuelta a casa.

En el otro extremo del campo, dos corredores estaban entrando justo cuando el jinete solitario salía.
Darcy, y su otro lacayo, Peter Daniels, cabalgaban hacia la partición de árboles que marcaban el borde norte de los pastos cuando notaron la perturbación de las aves.
Siempre desconfiando de los intrusos y los cazadores furtivos, fueron a investigar, dobló la esquina a tiempo para ver a un chico pequeño en un gran trote veloz en su caballo negro con el juego de aves colgando de sus costados. Desapareciendo en otro grupo de árboles antes de que los recién llegados pudieran gritar.

"¿Podría haber sido uno de los muchachos de Netherfield, señor?"

"No lo sé. El chico del establo me dijo que éramos los primeros en salir, pero cualquiera podría haber empezado temprano", respondió Darcy.

"No escuché ningún disparo, me pregunto si hay trampas en este campo". Cuando al cabo de unos pocos minutos de inspección no encontraron más que pequeñas huellas y marcas de cascos, se encogieron de hombros y decidieron patrullar el resto de la propiedad mientras ejercitaban sus monturas.

Mientras se dirigían a los establos, se encontraron con el Sr. Hammond, el administrador de Netherfield, saliendo, Darcy le preguntó si sabía de un muchacho con un caballo negro que tuviera por costumbre cazar en los pastos de atrás que bordean Longbourn, el Sr. Hammond respondió negativamente, pero agregó que se sabía que un fantasma acechaba esa zona.