O3: principios

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Estaban a pocos minutos de comenzar con la movida. Las calles estaban deshabitadas, gran parte de la población de ese país se encontraba en sus casas esperando el llamado. Algunos dormirán, otros, saldrán a las calles actuando de psicópatas. Matarán personas, se sentirán victoriosos hasta la mañana siguiente. Malditos locos.

- Sin seguro estoy solo, malditamente solo. - Se quejó el dueño del local desde su pequeño cuartel. - Pues, tendré que defender mi tienda yo solo.

- ¿Estás bromeando? - le respondió Dohyon. - Tu vida es mucho más importante que una estúpida tienda llena de objetos materiales. Lo material se recupera, Youn. La vida nunca vuelve.

- Nos salió poeta el muchacho. - Bromeó Hangyul riéndose él solo, mientras los otros dos se mantenían serios. - La cagué, ¿No es así?

- Youn, las cosas materiales pueden reemplazarse. Tu vida vale mucho más, debes quedarte en casa. - se mostró preocupado.

- ¿Qué me dices de lo tuyo, Dohyon? Tu también deberías quedarte en casa seguro. - devolvió cruzándose de brazos.

- Lo mío es diferente. Tengo protección, tu no. - avisó.

Seungyoun miró a su alrededor girando levemente para observar cada detalle de su humilde tienda.

- Esto es lo único que tengo, a-así es como me gano la vida. - contó, sonando destruido. - Maldita sea, no puedo perder este lugar. No puedo. - Se quitó su delantal de trabajo y lo lanzó por algún lado, dando pasos hacia atrás.

- ¡E-Espera, Youn! Hay que hablarlo, hermano. - Hangyul corrió tras de él y un largo e incómodo silencio se hizo presente.

El sol comenzaba a ocultarse, las puertas de las casas estaban aseguradas a más no poder. El señor de la tienda expulsó al resto de su pequeño negocio, con la excusa de mantenerlos a salvo.

- Vete a casa. - el mayor palmeó su hombro. - No quiero que pase nada desafortunado.

- Descuida, no tengo nada que hacer esta noche. Puedo quedarme, no me molesta. - alzó sus hombros y volvió a adentrarse en la tienda.

- Lee Hangyul, te dije que te fueras. - repitió enfadado, con la persiana metálica casi rozando el suelo.

- Sí, tomo mis cosas y me largo de aquí. Debo estar seguro. - volteó los ojos, Seungyoun no lo pudo observar porque estaba de espaldas.

...

Tres musculosos hombres custidiaban la entrada de la casa del señor Kim. Este no dejaba de dar vueltas en su habitación, caminando de rincón a rincón, olfateando su característico aroma a lavanda. Las luces lo iluminaban, a él y a su confidente Junho. Las ventanas permanecían abiertas, pues faltaban aún doce minutos para que el verdadero temor comenzara.

- Deje de dar vueltas, hace que me ponga nervioso. - Se quejó el menor, sin faltarle al respeto.

Yohan frenó en seco y lo observó precavido. Suspiró rendido y se acercó a él.

- Tengo miedo. Mucho miedo. - sus manos temblaban, su semblante ya no mostraba su característica seguridad. - Mi pueblo, todos ellos están en peligro.

Tomó asiento al lado del castaño y siguió hablándole con total confianza.

- Me siento tan culpable, yo..

- Descuide, senador. - lo frenó, pasando una mano por su espalda. - Una vez que usted gane las elecciones, toda esta pesadilla acabará. Todo volverá a la normalidad.

Kim suspiró y recargó su cabeza sobre el fino hombro del menor, iba de traje y con un chaleco antibalas. Tenía un micrófono en el oído y desde el sofá en el que estaban, podía monitorear todo lo que sucedía gracias a las cámaras. Yohan iba vestido con una camiseta de manga larga negra, unos pantalones sueltos de una marca deportiva y unas zapatillas bastante desgastadas.

- No puedo explicar lo agradecido que estoy de tenerte, Junho. - le sonrió tímidamente con su cabeza aún entre el hueco que había entre su cuello y su brazo. - Gracias por cuidarme tanto.

- N-no diga eso, senador. Gracias a usted por elegirme, por elegir a nuestro equipo. - el menor sonrió enternecido y volvió su vista a la televisión. - Vamos a nuestras posiciones. No queda mucho tiempo para que este infierno de doce horas comience.

Ambos jóvenes se levantaron de su asiento y un poco avergonzados se dirigieron a la cama del senador, la televisión de este estaba exactamente enfrente del colchón. Fuera de la habitación se encontraban Yuvin, Minkyu y más de veinte o treinta guardias más. Todos con una doble cara.

...

Cho subió a la azotea con una caja de cigarros que carecían de tabaco. En su lugar, había una planta verde muy famosa entre los consumidores de marihuana. Con su otro brazo libre, transportaba una silla plegable. Exacto. Iba a pasar toda la noche de depuración en el techo de su tienda, súper seguro. Su pistola estaba cargada, guardada en el bolsillo de su pantalón. Prendió una pequeña lámpara portátil y se sentó en la silla luego de acomodarla.

Tiempo después de prender su cigarrillo, unos ruidos extraños se oyeron detrás de él, eso era imposible. Estaba solo.
Tomó rápidamente su arma, apoyó su cigarro y se levantó, apuntando al lugar más sospechoso.

- ¿Quién anda ahí? - exclamó en forma de pregunta.

- ¡Tranquilo, Youn! Solo soy yo.

Hangyul se dejó ver de entre las sombras y saludó con timidez. Él también traía una silla.

- Agh, muchacho.. ¿Qué demonios haces aquí? ¿Y, y por qué traes una silla? - preguntó viéndolo hacer.

- Traje la silla para que se siente un fantasma en ella, idiota. - jugó y se sentó en ella. - Iba a aburrirme en casa, yo te avisé.

- Dijiste que te ibas a ir. - le recordó con una cara de desaprobación, pero el menor se mantuvo en silencio.

Sin duda era una noche hermosa. Las estrellas adornaban el espacio como si fueran un manto, luciéndose ellas mismas por la ausencia del sol. La luna estaba casi completa, alumbrando a la ciudad desde la distancia. Una fría brisa corría, y a pesar de que fuera otoño, el clima era agradable.

- ¿Quieres? - preguntó elevando otro cigarro con su mano.

- No, gracias, no me gustan esas cosas. - agradeció y siguió con la cabeza alta, mientras el mayor seguía fumando, lanzando humo que se perdía con el resto de los gases que habitaban en el aire.

Dohyon se subió en la camioneta y su viaje comenzó.
Su mejor amigo, Minhee, conducía el inmenso vehículo de seis puertas y una pintura blanca gris para pasar desapercibidos.

- ¿Estás listo? - le preguntó el mayor ocultándose debajo de una autopista completamente desierta.

- Sí. - Respondió con firmeza. - Creo que tenemos un poco de tiempo antes de que comience..

- No podemos escapar. La gente está armada hasta los dientes. Es nuestro momento. - se mostró seguro y le dio una rápida mirada. - Comencemos.

Una alarma un tanto extraña e irritante comenzó a hacerse conocer a través de unos megáfonos que había en cada poste de luz, en cada semáforo, en cada lugar. Los muchachos se miraron perdiendo la fé.

- Esto no es un simulacro. Este es el Sistema de Transmisión de emergencia anunciando el inicio de la Purga Anual aprobada por el gobierno de Estados Unidos. Comenzando la sirena todo crimen, incluyendo el asesinato serán legales durante las próximas 12 horas. Policías, bomberos y los servicios médicos de emergencia no estarán disponibles hasta mañana a las 7:00 AM cuando concluya la Purga. Armas de clase 4 y menores han sido autorizadas para usarse durante la Purga. Todas las demás están prohibidas. Funcionarios del gobierno nivel 10 se les ha concedido inmunidad de la Purga y no deben ser lastimados. Dios bendiga a nuestros nuevos Padres fundadores y a América, una nación renacida. Que Dios los proteja. - advirtió esa voz ya conocida y robotizada.

- A salvar vidas.

PURGE ✧ PRODUCE & X1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora