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Ninguno de los dos supo cómo encontraron el baño de las chicas en medio de todo el caos, pero lo hicieron.

–¿Qué estás haciendo? –preguntó Pete cuando vio a Mike maniobrar con una maquina cerca a los lavados.

–Necesitas una de estas.

Le tendió un paquete cuadrado rosa. Tenía que ser rosa, ¿no?

–Son toallas higiénicas–explico la aun vampira.

Pete tomó el paquete y murmuró un casi inaudible "gracias", luego se encerró en uno de los baños.

Pete andaba refunfuñando cuando Mike le dijo que le pasará su pantalón.

–¿Para qué?

Preguntó, pero Mike no le respondió de inmediato.

–Para lavarlos...

Pete no le vio la falla a eso y se los lanzó por encima de la puerta. Luego se arrepintió de su decisión, Mike y él no habían regresado propiamente dicho, pero estaban en planes...o eso creía. Prioridades, Pere. Primero los locos que se creen It y luego besar a Mike hasta que te sangren los labios, porque solo de dolor vive el hombre.

Michael y Henrietta entraron al baño cuando Mike tenía sus pantalones en el secamanos eléctrico y él estaba a su lado en calzoncillos.

Por puro reflejo se tapó con las manos.

–Amigo, no me digas que estaban reconciliándose–dijo Michael.

–¡No! –protestó Pete–No, es decir...no estábamos haciendo nada. ¡Henrietta no me veas, maldita sea!

El ahora hombre les dio la espalda.

Pete con vergüenza les contó lo sucedido.

–Menstruar es de lo peor–comentó Henrietta cuando termino.

Pete juraba que no la volvería a ver igual. Mike le paso los pantalones y se los puso tras un "gracias" bien pronunciado.

La situación entre ellos había cambiado, pero no dejaba ser incómodo.

Henrietta se le acercó y le paso unas pastillas.

–Para los cólicos.

–Te respeto–le dijo Pete, luego la abrazó, algo impropio en su persona.

Michael los miró a solo unos pasos.

–Tenemos que salir–dijo–. Los otros vampiros están escondidos a dos salones de aquí. Larry tiene los objetos de invocación.

–¿Larry los tiene? –preguntó Mike, que ya había dado por perdido las cosas.

Pete le lanzó una mirada dura y el vampiro le hizo una señal para restarle importancia al asunto.

Michael asintió.

– Y yo tengo velas rojas en mi casa. Solo debemos llegar ahí.

Todos siguieron a Michael.

Cuando los encontraron, Mike y Pete que hasta entonces habían permanecido juntos, pero aun sin tomarse de las manos, se separaron, cada uno con su grupo.

Lograron escapar del grupo enloquecido y sorprendentemente de un perro San Bernardo. Llegaron al estacionamiento y aunque Larry sugirió irse en un auto rojo con techo blanco de un modelo antiguo, a Mike no le causo una sensación extraña en el estómago, sentía que el auto lo miraba a través de sus faroles. Así que optaron por un auto común y corriente.

–Empieza a amanecer–comentó Bloodrayne mientras miraba por la ventana del auto.

Iban con cuidado por las calles.

Pike SeasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora