Imaginas Multifandoms

118.- 9-1-1 (EVAN BUCKLEY)

9-1-1. ¿Cuál es su emergencia?

—Estoy en el acuario del Pacífico, en Long Beach. Una bombona de oxígeno ha explotado y le ha dado al hombre. Estoy taponando la herida, pero necesito que manden a los bomberos —explicó la joven a toda prisa.

Tenía el teléfono sujeto con el hombro porque necesitaba ambas manos para taponar la herida de la cabeza del hombre inconsciente en su regazo. Le había comprobado el pulso, pero cada vez respiraba más despacio. Estaba muy nerviosa, nunca en sus cinco años trabajando en aquel lugar le había ocurrido algo así.

—Mandaré una ambulancia.

—¡No!¡A los bomberos, por favor! Necesito que alguien nos saque de aquí —añadió observando la jaula para tiburones sobre la que se encontraban.

La estación de bomberos de 118 estaba inusualmente silenciosa. El único ruido provenía de la planta de arriba, donde sus ocupantes disfrutaban de la comida mientras charlaban animadamente.

Buck se reía con Eddie cuando la sirena que avisaba de las emergencias empezó a sonar. El rubio fue plenamente consciente del cambio en la expresión de su amigo cuando se enteraron de que les necesitaban en el acuario de Long Beach. Pero no sacó el tema hasta que no estuvieron sentados en el camión.

—¿Qué te preocupa?

Eddie se dio cuenta de que Buck le miraba, así que se deshizo de su ceño fruncido.

—Chris ama ese acuario, vamos siempre que podemos —explicó.

En cuanto llegaron, el capitán Nash les ordenó recorrer el local en busca de las víctimas. Encontraron a un hombre, que parecía trabajar en el acuario, tirado en el suelo, por lo que Hen se quedó con él mientras el resto seguían. Aquella no era la emergencia que habían reportado al 9-1-1.

Los localizaron poco después cuando escucharon una voz femenina gritarles que estaban en el tanque de los tiburones.

—¿En serio, tiburones? No podía ser en la pecera de los peces payaso... —se quejó Chimney mientras se acercaban a la parte superior del tanque mencionado. El hombre no se sentía nada seguro tan cerca de esos enormes animales.

Una vez arriba vieron la razón de la llamada al 9-1-1. Una joven sujetaba a un hombre sobre una jaula para tiburones. A aquella distancia no veían cómo de grave era la herida, pero sangraba mucho y el líquido escarlata se estaba mezclando con el agua, por lo que los tiburones nadaban en círculos a su alrededor.

—¡Riley!

—¿Eddie? — preguntó la joven sorprendida. No le había reconocido con el uniforme de bombero.

—¿Qué ha pasado? —preguntó el capitán Nash ignorando el hecho de que se conocían.

—Este es Thomas Stanford. Contrató una experiencia para nadar con tiburones, pero cuando entrábamos al agua su bombona explotó y tiene metralla en la nuca.

—¿Cómo habéis llegado hasta allí los dos solos?

—Con un bote de plástico, pero se ha pinchado en la explosión, y yo no quería moverle para no empeorar su herida —explicó ella con rapidez, temblaba como una hoja—. He enviado a mi compañero, Kyle, a por ayuda, pero aún no ha vuelto.

—Kyle está con uno de mis sanitarios —la chica se puso aún más nerviosa—. Está bien, creemos que solo ha sido una bajada de azúcar. Lo has hecho bien —la tranquilizó Bobby—. ¿Hay alguna lancha de repuesto?

—Sí, en el armario que hay a unos cinco metros de vosotros, junto a la pecera de las medusas.

—Bien. Eddie, Buck, buscad el bote. Chimney, prepara la camilla y el collarín.