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Cuando bajaron del auto cada uno notó que volvía a tener cada parte de su cuerpo en su lugar.

Pete juró mentalmente quitarse el pañal después.

Mike estiró las piernas y tronó sus nudillos, luego sonrió.

–¿Listos para invocar al mejor escritor de terror de todos los tiempos?

–Él es un genio–dijo Michael colocándose a su lado.

Los demás formaron un círculo.

–No puedo esperar– Bloodrayne peino sus cabellos con sus dedos.

–Stephen King puede chuparme las bolas–comentó Henrietta.

Pete, al lado de Mike, rio, en serio rio.

–Tú ya no tienes bolas.

Todos rieron, incluso a Larry se le asomó un atisbo sonrisa.

Después de eso, Mike inició la invocación.

Encendió las velas, el fuego se mantenía a pesar del aire. Mientras recitaba las palabras, el retrato de H.P. Lovecraft brilló al igual que los ojos de la figura de Cthulhu.

Cuando el conjuro terminó una ráfaga de aire apagó las velas.

Todos miraban expectantes hacia el centro, luego hacia al aire, luego hacia los árboles.

Larry tosió.

–Lovecraft está tardando.

–Prueba de nuevo–sugirió Michael.

Mike asintió. Encendió las velas y volvió a conjurar.

A pesar del aire las velas se mantuvieron encendidas, el retrato de H. P. Lovecraft brilló, al igual que los ojos de la figura de Cthulhu. Cuando terminó una ráfaga apagó el fuego.

Esperaron.

Expectantes hacia el centro, hacia el aire y hacia los árboles.

–Quizás deba hacerlo yo–Henrietta tomó el lugar de Mike–. H. P. Lovecraft no aparecerá ante un simple aspirante a vampiro–le hizo una seña a Pete–. Lamento tus gustos.

Él se encogió de hombros.

Henrietta encendió las dos velas.

A pesar del aire se mantuvieron encendidas, el retrato de H. P. Lovecraft brilló, al igual que los ojos de la figura de Cthulhu. Cuando terminó una ráfaga pagó el fuego.

Los chicos con las piernas entumecidas esperaron.

Miraron hacia el centro, hacia el aire y hacia los árboles.

Nada.

El estómago de Pete gruñó.

–Mierda...

Los otros también gruñeron.

–No como nada desde la tarde de ayer–mencionó Bloodrayne con las manos en su estómago.

–Lo mismo digo–susurró Henrietta.

Larry se dirigió a Mike.

–¿Qué vamos a hacer?

El vampiro no supo que responder.

–Estamos jodidos–dijo Michael y encendió un cigarrillo.

Henrietta encendió su pipa.

–Muy jodidos–exhaló–. Debe haber problemas en el inframundo.

Los ojos de Mike se abrieron.

Pike SeasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora