La suerte de los detectives

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LA SUERTE DE LOS DETECTIVES

Autora: Clumsykitty

Fandom: Sherlock Holmes (entre BBC y los libros)

Pareja: Johnlock

Derechos: Que el Maestro Conan Doyle me rostice por hereje.

Advertencias: ¿Qué será? Algo de sangre, algo de angustia, mucho de policías y criminales. Lo usual en estos casos. Esta historia fue pensaba originalmente para el fanzine de "Los Archivos de Baker Street", pero se me salió de control la historia y quedó exageradamente larga para el formato. Mea Culpa. Por eso ahora la presento huerfanita.

Gracias por leerme.




***

La suerte de los detectives

I



En mi ejercicio profesional como guardián de la salud siempre he visto todo tipo de pacientes, y no es de extrañar que se escuche entre colegas las anécdotas de aquellos que se rehúsan a los tratamientos pese a las advertencias o bien, prefieren ignorar las indicaciones que uno como médico hace, siguiendo lo que llaman su sentido común mezclado con remedios caseros. Y hay una pequeña parte, donde entra Sherlock Holmes, de aquellos pacientes que deliberadamente olvidan cuanta recomendación porque interviene con su dinámica mental. Luego de lo sucedido con los Cunningham, la salud de mi amigo parecía que alcanzaría ese estado donde mis nervios podrían dejar de atosigarme por el estrés de verlo tan mal, olvidando que si existía algo que no debiera dar por sentado era la necedad de Sherlock por su frenética actividad de detective cuando aún era necesario descansar. Tal rebeldía iba a tener consecuencias que vinieron más temprano que tarde para mi disgusto y ahí estaba yo, de nuevo junto a su cabecera, cuidándole una vez más para traerlo de vuelta al mundo de los vivos mientras los telegramas y cartas de felicitación inundaban el buzón de 221B de Baker Street y ponían a prueba la paciencia de la Señora Hudson.

—¿Qué lees, Watson?

—Deberías estar durmiendo.

—No puedo. Mi mente no me lo permite.

—Voy a darte un medicamento que le hará cambiar de opinión a tu mente.

Sherlock solo me dedicó una mirada, esperando por la respuesta que inevitablemente tendría que darle si no lo quería hurgando fuera de la cama.

—Ah, nada, el periódico de la tarde. Habladurías y noticias que ya son viejas.

—¿Nada interesante?

—No —lo señalé con un dedo acusador— Y hasta aquí termina este tema, Sherlock.

—Jamás me enteré de que los doctores tuvieran un juramento sobre torturar a sus pacientes.

—Los chantajes ya no tienen efecto en mí.

Nuestras idas y venidas hubieran seguido de no ser porque el detective se irguió lo suficiente para alcanzar la silla donde me encontraba sentado leyendo el periódico vespertino, tirando de una hoja que había llamado su atención.

—"Detective desaparecido" —leyó Sherlock comenzando a fruncir el ceño— "Hoy en la madrugada a las 2:15 a.m., el oficial Arthur Breadley halló..."

—Dame eso —ordené con una voz exasperada, arrebatándole la hoja de periódico— Tu figura ha inspirado a todos los hombres y una que otra mujer a convertirse en detectives, hacerse los valientes sin prudencia alguna igual que su héroe. Obviamente tales conductas iban a tener consecuencias.

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