Capítulo 11

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Ligia se levantó aún con la luna en lo alto, quería nadar, además había pensado en conseguir algo para desayunar con sus guerreras, al igual que el día anterior. Se puso un vestido simple y se encaminó a la playa, todo estaba desierto, ni siquiera los animales daban señales, todos dormían, solo el sonido del viento silbando entre los árboles rompía el silencio, poco a poco las olas rompiendo lo acompañó, aumentando lentamente se iba acercando a la playa. Las olas rompían en el acantilado cercano, el mar estaba alterado. Con cuidado escondió el vestido entre unos árboles caídos cerca de la linde del bosque y se hundió en las heladas aguas.

Hvitserk se despertó el primero, un sueño extraño era el causante, un lejano recuerdo que venía de las profundidades de su mente, un recuerdo que había pasado años enterrado bajo capas y capas en su memoria, pero que un terremoto reciente lo hubiera liberado. Empezó a vestirse para ir a desayunar algo, tras ponerse los pantalones avisó a una esclava para que le fuera preparando el desayuno, terminó de ponerse la ropa y se encaminó al salón donde la esclava estaba preparando la mesa. Mientras esperaba tuvo tiempo para pensar en su sueño y en algunas cosas más que rondaban por su mente, entre ellas las palabras de Ubbe, pues cierto era que tenían como norma no tener en cuenta las palabras o las acciones que un borracho pudiera cometer, pero también era por todos conocido que los borrachos siempre decían lo que pensaban, no mentían. La esclava lo sacó de sus pensamientos al colocar un cuenco frente a él. Poco a poco el salón se fue llenando, sus hermanos se sentaron junto a él a desayunar, al igual que su madre, ante la atenta mirada de él y todos sus hermanos.

-¿Por qué se levantó tan pronto madre? – Ubbe miraba a su madre mientras comía.

-Como dije ayer, iré a verlos entrenar, además, tengo curiosidad por ver a la reina Ligia y a sus guerreras en acción.

-No sé si le gustará madre... – Hvitserk bebía de su copa.

-¿Por qué crees eso?

-Bueno, madre, nunca le ha gustado mucho la lucha...

-Cierto... – Aslaug tomó algo de comida del cuenco. – Pero son tales las historias que me habéis contado, que siento gran curiosidad.

-Estoy deseando que me vea entrenar, madre. – Ivar miraba a su madre con una sonrisa. Sigurd iba a hablar, pero Ubbe se adelantó.

-Vayamos ya, se nos hace tarde.

La reina Aslaug se puso una pesada capa de pieles y caminó junto a sus hijos y sus esclavas hasta el claro, cuando se estaban acercando los sonidos de la pelea se empezaron a hacer presentes, Aslaug aceleró su paso para llegar al claro, apoyándose en un árbol al llegar para observar el grandioso espectáculo, sus hijos no tardaron en alcanzarla. Cuando la lucha hubo terminado, al igual que la mañana anterior, se separaron en grupos mientras Ligia paseaba por el claro ayudando, dando consejos o corrigiendo a los hermanos o a sus mismas guerreras.

-Alto – Ligia se acercó a Lorelei, que se encontraba con Ivar. – Lorelei, usa tus ojos.

-No le entiendo, mi reina.

-Ivar no puede luchar... – Ligia señaló al joven, quien tensó la mandíbula. – No como sus hermanos...

-No te permito que hables así de mi hijo. – Aslaug se encontraba frente a ella con el rostro enfurecido y conteniendo la rabia. – Soy la reina Aslaug y él el príncipe Ivar, nos debes un respeto.

-Reina Aslaug, le recuerdo lo acordado ayer... – Ligia hablaba calmada. – Podía observar los entrenamientos, siempre y cuando no interviniera ni interrumpiera, cosa que...- Ligia señaló con ambas manos a su alrededor. – Sin duda ha incumplido ambas. – Ligia miró a la reina de nuevo. – Pero, si lo desea, puede volver a Kattegat junto a su hijo.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora