Oiran: cuarta parte

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Kazuki no podía decir que su vida fue dichosa, pero tampoco era una vida dura: siempre tuvo comida, su patrón y la esposa de este eran personas amables, sus compañeras lo trataban con formalidad, nunca fue obligado a nada y todo era una consecuenc...

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Kazuki no podía decir que su vida fue dichosa, pero tampoco era una vida dura: siempre tuvo comida, su patrón y la esposa de este eran personas amables, sus compañeras lo trataban con formalidad, nunca fue obligado a nada y todo era una consecuencia de sus acciones.

Su vida como varón fue cortada cuando cumplió cuatro años: su madre le prohibió cortarse el pelo, en esos momentos, no tenía inconvenientes y no veía que fuera raro tenerlo largo, pronto se dió cuenta de que algo estaba cambiando. Su madre actuaba con cautela, siempre le estaba reprendiendo su actitud y le decía que ese no era un comportamiento apropiado, se vio obligado a aprender etiqueta y todo a su alrededor paso a ser riguroso.

A los diez años su madre le entrego el kimono rojo que representaba su inició como Kamuro. Al principio Kazuki se cuestionó bastante el hecho de que siendo un niño, se vistiera y actuará como niña, pero temiendo a qué le castigarán como todas las veces que actuaba con salvajismo no dudo en colocarse el maquillaje y vestir el Kimono. Desde ese momento, paso a convertirse en una niña; en su entorno se le prohibió referirse a si mismo como niño al hablar y le empezaron a dar lecciones de canto, baile, poesía, música e incluso aprendió a contar chistes. Todo lo necesario para moldearlo a una bella Oiran.

Kazuki nunca entendió aquel pesado procedimiento, no lo veía como algo anormal tampoco, a su alrededor, solo había mujeres y todas hacían lo mismo que él o su madre. Pero cuando un día, un cliente regular de su madre la solicito y el asistió como su Kamuro acompañante. Se sorprendió a encontrar a un niño de su edad, que estaba bastante impasible, su madre paso la hora actuado para el caballero y su esposa, mientras que él estuvo a un lado del niño en absoluto silencio.

En cierto punto, se le ocurrió preguntarle a hombre si podía jugar que el niño. A su madre casi se le sale el corazón por la boca mientras el inocentemente buscaba permiso para retirarse. El hombre rió y les dejo marcharse, Kazuki recuerda haber llevado a Enta al patio de la enorme casa.

— Los muros de aquí no son tan masivos — expreso Kazuki observando las murallas grisáceas que rodeaban la propiedad, eran visiblemente más bajos y delgados que los que rodeaban su hogar, también eran de un tono gris más claro y por alguna razón no daba la sensación de ser prisionero del ambiente sino que se amoldaba al entorno.

— ¿Por qué querías venir acá? — pregunto Enta en un tono bajito, desacostumbrado a tener compañía que fuera contemporánea a él.

— En mi hogar no hay árboles ni arbustos como estos — señaló el único árbol que decoraba el jardín y los arbustos que rodean la casa —. El jardín es mucho más hermoso.

— Tampoco es la gran cosa — dijo Enta. Kazuki se giro a verle, sus ojos rojos estaban decorados con pintura negra haciéndolos resaltar más, con el brillo del sol el rojo de sus ojos parecía ser más brillante y ser rodeado por un halo rosa opaco. Su largo cabello castaño estaba sujeto por dos pinzas rojas a cada lado en forma de esquís. El kimono se ajusta a su figura rectangular con delicadeza.

- Oiran - [Toi×Kazuki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora