Capítulo XXXII

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     Cuando tenía cinco años, solía soñar demasiado con que mi madre desaparecía. Tengo recuerdos muy vívidos de esos días, especialmente de mamá entrando a toda velocidad a la habitación que compartía con David. Recuerdo que ella encendía las luces de nuestro dormitorio, se acercaba a mi cama y me levantaba en brazos. Me mecía hasta que volvía a conciliar el sueño y en ningún momento dejaba de susurrar algo a mi oído. Decía:

     —Yo siempre estaré aquí.

     Hoy me doy cuenta de algo que antes no había notado porque no era necesario fijarme en eso. Pero dadas las circunstancias, no me queda más que admitirlo…

     Mi madre mintió, no era cierto que siempre estaría conmigo.

     Sé que la vida tiene un ciclo, que todos comenzamos a envejecer desde que somos muy pequeños y que cada nacimiento se acerca lentamente a su inminente muerte. Pero cuando piensas en eso, se te ocurren mil formas en las que tus padres puedan morir. Ancianos, recostados en una cama, luciendo tan tranquilos como si estuvieran dormidos aunque sepas que jamás volverán a abrir los ojos. Piensas que se irán cuando ya hayas crecido, cuando tengas a tu propia familia y tengas un buen trabajo. Que cuidarán a tus hijos, que estarán allí el día de tu boda. Que podrás presentarle a la persona que se ha robado tu corazón… Y entonces, cuando piensas que todo va a suceder tal y como piensas que será, te das cuenta de que la realidad está esperando para darte una fuerte bofetada.

     Y los golpes de la realidad duelen mucho más que una puñalada en el corazón.

     Me he dado cuenta de que la muerte no es como en las películas. La televisión y el cine te muestran que una muerte siempre es precedida por emotivas despedidas y mares de lágrimas. Siempre vi en todas esas películas que cuando alguien fallecía, todos sus seres queridos tenían la oportunidad de despedirse de él o de ella. Pero es sólo ficción, ¿no es así? En la vida real no suceden esas cosas. En la vida real, la muerte llega por sorpresa.

     Y es mucho más dolorosa de lo que parece cuando lo ves por televisión.

     No creo que alguna vez pueda describir lo terrible que es la sensación de haber perdido una parte tan importante de ti misma. Es como si alguien tomara tu corazón con una mano y lo estrechara tan fuerte que le impide seguir funcionando, así que duele y te roba la respiración. Es como si alguien especialmente cruel estuviera apuñalándote una y otra vez. El nudo que crece en tu garganta es tal que se vuelve insoportable e imposible de olvidar. Y las lágrimas brotan de tus ojos por más que intentes evitarlas.

     Sólo puedo comparar esta sensación con el deseo de estar muerta.

     —Perla.

     Diamond intenta escabullirse debajo de mis brazos. No se lo impido, no me quedan fuerzas ni siquiera para eso.

     —Perla, ¿estás bien?

     Acaricia mis mejillas con su nariz húmeda. Sus bigotes hacen cosquillas, pero a la vez siento que incluso mi piel ha quedado desensibilizada.

     —Perla…

     Me duele escuchar a Diamond hablar de esa manera. Su voz es como si se estuviera dirigiendo a alguien que está a punto de morir.

     Quizá lo estoy… Eso no me molestaría…

     —Oye, Perla…

     Empuja mi rostro con su nariz para hacerme reaccionar, pero ni siquiera quiero dirigirle la mirada.

     —Perla, háblame…

     No puedo…

     No me quedan energías para hacer nada…

     —Déjame a mí, Diamond.

     Ahora es David quien habla. Diamond asiente, pero no se aleja de mí. Y le agradezco que se quede aquí, aunque no tenga la capacidad para hablarle.

     —Oye…

     David me da un leve empujón con el hombro para llamar mi atención. Sólo siento mi cuerpo balancearse. No le respondo, no quiero hablar con nadie…

     —El golpe que le diste a esa mujer fue bueno. Has estado practicando ese gancho izquierdo, ¿ah?

     Silencio.

     Quiero estar sola.

     —Tus amigos están preocupados por ti, Perla.

     Lo sé y no quiero que lo estén, pero no quiero levantarme y tampoco quiero pensar.

     —Yo también estoy preocupado. No te he visto sonreír desde hace horas.

     Y no lo haré en mucho tiempo, quizá en todo lo que me queda de vida.

     —Perla…

     — ¿Recuerdas cuando mamá se quedaba despierta con nosotros y nos contaba historias para ayudarnos a dormir?

     ¿Así es como se siente Sheryl cuando piensa en Skyler?

     Esto apesta.

     —Perla…

     —Mamá me sentaba en su regazo y nos quedábamos en la mecedora… Ella decía que tú ya pesabas demasiado como para sentarte con nosotras, así que tú te quedabas en la orilla de la cama y te mecías igual que un péndulo para hacernos compañía. Mamá nos contaba una historia y luego, cuando terminaba, tú y yo nos colgábamos de sus piernas para que no nos dejara solos y nos contara otra historia, y así decenas de veces, hasta que el cansancio era demasiado y terminábamos los tres dormidos en la misma cama…

     —No te tortures así, Perla…

     —Y cuando papá hacía esa parrillada siempre que celebraban su aniversario, ¿recuerdas? Mamá nos confeccionó delantales con nuestras iniciales para que le ayudáramos a papá a cocinar. ¿Recuerdas lo feliz que se veía mamá cada vez que papá la besaba? En verdad se querían, ¿no es así?

     —Perla…

     —En una ocasión, mamá y yo fuimos al parque juntas. Estábamos caminando y un Eevee se nos acercó. Recuerdo que le pregunté a mamá que qué era eso y ella respondió que era un Pokemon. Entonces, le dije que eso quería hacer… Que quería ser Entrenadora Pokemon y ella… Ella dijo que yo sería la mejor…

     —Te estás haciendo daño.

     —Le fallé, David… No pude salvarla…

     —Perla…

     —La última vez que le dije que la amaba fue cuando aún estaba en Phoenix…

     David me envuelve en un fuerte abrazo, incapaz de decir más. Yo no se lo devuelvo, no me creo capaz de levantar los brazos. Él besa mi mejilla.

     —Yo estoy aquí, Perla. Y siempre estaré para cuidarte.

     No le respondo, debe pensar que soy la hermana menor más insensible del mundo.

     Pasos se acercan a nosotros y escucho la voz de Liz.

     —Hay alguien cerca de aquí, recién he escuchado una respiración.

     ¿Por qué no simplemente dejamos que nos maten?

     Alguien surge de entre los arbustos. Si no creyera ya que mi vida ha dejado de valer algo, incluso me alegraría por ver de nuevo al hermano de Harumi.

Pokemon V: La Batalla Contra la EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora