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La luz del claro se iba apagando poco a poco. El hermoso paisaje oscureciendo. Una vez más el tiempo haciendo de las suyas y obligando al ser místico a despedir a su especial invitado debido al inminente anochecer.

- El sol estará pronto a ocultarse, joven Príncipe -comentó, observando los colores cálidos del cielo, que lo decoraban en tiernos tonos naranjas, amarillos y rosados, que pronto darían cabida a un intenso azul oscuro. Suspiró y redirigió su vista al heredero-. Debe regresar con los suyos -añadió apacible, señalando una dirección a sus espaldas-. Eso, por supuesto, si aún quiere convertirse en Rey.

El joven negó, llevando la mano derecha a su brazo izquierdo para rozarlo lentamente de arriba hacia abajo.

- Me temo que he perdido mi camino. No sé cómo regresar -confesó con vergüenza, apenado por su falta de atención y cuidado al momento de correr por el bosque-. Pero aún así, no podría hacerlo sin obtener su -se interrumpió a sí mismo, cayendo en cuenta de un importante detalle-... Espere... ¿Ha dicho...?

Y el ser místico asintió, tratando de esconder una dulce sonrisa.

- He dicho lo que he dicho.

Jeongguk tragó con dificultad, tratando de comprender el significado oculto en sus palabras; o mejor dicho: asimilarlas.

No podía ser que la criatura le estuviese otorgando el más grande honor aún después de sus actos. Hasta para él sería inaudito.

Se había disculpado, sí, pero una cosa era perdonar, y otra muy distinta, olvidar. El heredero estaba muy consciente de ello, así que... ¿Qué dejaría el Monarca?

Jeongguk estaba hiperventilando para ese entonces con todas las probabilidades que rondaban por su cabeza.

- ¿Quiere decir que...?

El espíritu del bosque suspiró, largo y tendido, preparándose para revelar otro hecho desconocido para el heredero.

- Joven Jeongguk, no es la primera vez que nos vemos -confesó y los ojos del Príncipe casi se salen de sus cuencas, al mismo tiempo que su corazón latía desenfrenado nuevamente por escuchar su nombre salir de la boca del Monarca y afirmar no ser este su primer encuentro-. He vivido más de lo que cree, visto más de lo que imagina. Su amabilidad escondida, solidaridad sin igual, su inteligencia y astucia las he presenciado, y puedo asegurar que será un gran Rey, uno que llevara a Miracles a una dicha jamás conocida por sus libros de historia u habitantes -y con cada palabra dicha, la emoción en el pecho de Jeongguk crecía aún más, al igual que las lagrimas acumuladas en sus ojos al oírle decir lo último:-. Pero eso es algo que supe desde hace mucho, mucho tiempo ya, cuando contra todo pronóstico, decidió salvar la vida de un lastimado halcón blanco.

Entonces pudo vislumbrar en los ojos del Monarca la misma sabia mirada presente en los de su amado halcón. Jimin. Fue capaz de ver las similitudes. El animal. La criatura mística. Habían sido el mismo ser todo el tiempo.

- ¿Ji...? ¡¿Jimin?! -se atragantó con su propia voz mientras analizaba todo lo escuchado.

El ser místico cerró los ojos, disfrutando inconscientemente del llamado.

- Ha sido un tiempo desde que me llamó así, su alteza -concedió la criatura-. Eso si no contamos la llamada de esta tarde en el bosque, por supuesto -añadió poco después-. Pero, siempre tuve la curiosidad, joven Príncipe. ¿Por qué, entre tantos nombres para llamarme, me nombró Jimin?

Jeongguk aún se encontraba demasiado conmocionado por la confesión del ser como para responder apropiadamente a su duda. Había conocido al Monarca a la corta edad de siete años sin saberlo. Lo había cuidado e intentado entrenar como cualquier otro animal en el castillo. ¡Lo había tratado como una mascota! Jeongguk se tapó el rostro de la vergüenza al recordar este hecho. Sin embargo, pronto dejó caer los brazos al oír un sonido parecido a un carraspeo, proveniente del otro lado del río. Levantó la mirada y lo que se encontró fue el ceño fruncido de la criatura, quien lo miraba atento, a la espera de una respuesta. El heredero rápidamente rememoró su charla, y al saber la causa de su expresión, no pudo evitar el sentimiento de ternura.

El Monarca era Jimin. Sin duda era Jimin. Sólo su halcón había sido capaz de lanzarle ese tipo de mirada sagaz cuando no le prestaba la suficiente atención.

Porque sí, aquella ave requería de mucha atención. Y él, gustoso, se la otorgaba. Siempre.

Pensándolo bien, no era muy diferente ahora.

Entonces sonrió.

- ¿No le gustaba?

La criatura pensó su respuesta, y con tono vacilante, contestó:

- En realidad, lo hacía.

La sonrisa de Jeongguk creció y con tono burlón, le respondió:

- Pues, igual a mi persona.

Entonces por primera vez en toda su existencia, el Monarca rodó los ojos, con expresión cansada, para después corresponder a la coqueta sonrisa del Príncipe heredero.

- Creo que lo dije ya, ¿no? -dijo, negando con la cabeza-. Joven astuto.

Jeongguk asintió, manteniendo su impecable sonrisa en el rostro. 

- Lo dijo -afirmó, contento-. Sin embargo, para saciar su curiosidad y corresponder de igual manera a su constante amabilidad, Gran Monarca: Jimin significa "Sabiduria, y estará mas alto que el cielo". El nombre perfecto para aquél halcón que me robó el aliento. El nombre perfecto para aquel Monarca que me enseñó una gran lección.

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Dato curioso: cuando busqué el significado del nombre de Jimin en Internet casi me voy de boca al suelo. ¿Por qué? Bueno, cuando comencé a escribir esta historia, e incluso cuando llegué a este capítulo en particular, todavía no sabía su significado. Y he de ser sincera: ni siquiera pensaba en colocarlo, pero después de un rato y mientras escribía el capítulo me dije que debía hacerlo. Así que imaginarán mi sorpresa cuando investigué y lo primero que me apareció fue "El nombre de Park Jimin significa Sabiduria y estará más alto que el cielo" y es que el nombre de Jimin va perfecto con el tema de la historia. El significado real le quedó como anillo al dedo (y ya sabemos que él usa muchos en la realidad, jaja). Literal, no lo supero. Sigo con el hype a mil. Pero bueno, gracias por leer♥. ¡Nos vemos, jóvenes herederas/os!

Monarch [Jikook/Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora