Capítulo IV

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La oscuridad y la fiebre causaban en Lyanna una sensación profunda de déjà vu, al igual que el calor de los brazos que la rodeaban. De lo único que estaba segura era que llevaba casi un día de seminconsciencia.

- ¿Jaime? – susurro casi sin quererlo –. ¿Jaime?

Los brazos a su alrededor la apretaron un poco más, dándole el valor para abrir sus ojos. Una parte de su alma, aquella que aún le pertenecía, se decepciono al encontrarse con los ojos grises de Jon cuando esperaba los ojos verdes de su esposo, para después sentir como su corazón se encogía ligeramente al ver la pura preocupación y adoración que el Rey del Norte le tenía.






Jon solo pudo suspirar al escucharla llamar a su esposo. Era cierto que sentía una conexión y atracción única con Daenerys, pero Lyanna había sido su primer amor. Había sido la única mujer a la que le entrego su corazón sin ningún reparo, y a pesar de los años, sabía que, si ella le pedía, una vez más, huir... no cometería el error de rechazarla.

Acaricio sus brazos al escuchar su voz y se paralizo, otra vez, al ver sus ojos. Duro un momento, solo unos cuantos segundos, pero vio a la verdadera Lyanna ahí, haciendo que su corazón se llenara de esperanza al verla.

- Bienvenida – susurro tratando de contener la emoción.

- Jon – Lyanna sonrió como últimamente lo hacía, de esa manera fría y sin emociones –. Lamento haberte asustado.

Sin pensarlo, Jon solo pudo soltar una carcajada. Recordó con un estremecimiento al verla desfallecer completamente con la piel hirviente por la fiebre. Davos y Arianne querían llamar a un Maestre, pero Jon se sentía incómodo con la idea de alguien revisándola, así que la tomo en brazos y la llevo a su habitación, sosteniéndola como si fuera un bebé.

- ¿Qué paso? – pregunto Jon, ayudándola a sentarse –. Tu... Una vez mate al ave de un Warg, mientras ambos eran uno. Él... estuvo inconsciente, pero no tanto tiempo como tú.

- Los dragones exterminaron a casi todo el ejército Lannister – explico Lyanna –. Vi a Tyrion y Varys, pero no vi a Lord Willas ni a Ser Barristan. Creo que Cersei – su tono de voz cambio ligeramente al nombrar a la Lannister – está tratando de encontrar la manera de matar dragones. E hirió a Drogón, por lo que Daenerys trato de ayudarle y Jaime...

Lyanna se quedó mirando el vacío unos segundos para después continuar.

- Yo... no... podía dejar a mis hijos sin su padre – susurro –. No podía presenciar la muerte de Jaime... yo...

- Lo amas – sonrió Jon, acomodándole el pelo con cariño –. Sigues amándolo. Tanto como puedes amar a alguien.

- No lo sé – Lyanna se veía confundida, como si tuviera una gran lucha interior –. Le ame muchísimo, y después de... le odie. Muchísimo también. No debería importar. Ahora puede tener una relación con Cersei sin problemas. 

- ¿Después de que?

- ¿Qué?

- ¿Por qué le odiaste?

- Cuando morí – los ojos de Lyanna se vaciaron de todo sentimiento, regresando a ser lo que se supone que debía ser –. Estaba embarazada y di a luz a una niña muerta. Una vez más, él me había dejado sola.






Lyanna observaba por la ventana a la Reina de Dragones, quien llegó unos días después de regresar en sí. Jon había tratado de acercarse a ella, al igual que Ser Davos y Arianne Martell, pero su encierro en si misma se había intensificado. Al igual que la sensación que la antigua Lyanna, como decidió llamarla, aumentaba cada vez.

- Lyanna – la voz de Tyrion la saco de su ensimismamiento – ¿Estás aquí?

Tyrion se veía cansado e increíblemente triste. Una parte de los barcos de los Targaryen se habían hundido ante la flota de Euron Greyjoy, tío de Theon, y la flota de los Velaryon. Una vez más, Lyanna les había advertido sobre lo que pasaría, pero no pudieron hacer nada para evitarlo.

- Algo así – respondió con sinceridad mientras alisaba su vestido. Daenerys había ordenado que la vistieran como correspondía y Lyanna se sentía extraña mientras acariciaba la tela –. Te ves... desanimado.

- Si. Desanimado – una carcajada se le escapo al enano –. Por lo menos ella está tranquila.

- Tu reina – susurro Lyanna –. Pensé que la muerte de Ser Barristan le afectaría más.

Con un gesto lleno de frialdad la mujer señalo a la Reina coquetear abiertamente con Jon Snow, quien se había unido a ella y a los dragones.

Había sido una matanza, no existía otra palabra para aquello. Los Lannister no tuvieron oportunidad alguna. Todo había terminado en llamas, con unos pocos sobrevivientes que ahora eran prisioneros. Solo unas cuantas decenas de hombres, entre los cuales se encontraba Jaime, habían logrado regresar a la Capital.

- Él era el único al que escuchaba – explico Tyrion –. Le hablaba de su padre, de su hermano.

- ¿De su madre? – el enano solo se encogió de hombros –. Acabo con antiguas familias, honorables familias...

- Ella es buena. Sincera. Honorable. Será una buena reina – Tyrion estiro tentivamente su mano para tomar la de Lyanna, como solía hacerlo en la Fortaleza Roja. Ella solo miro su mano extendida hasta que la bajo –. Es joven e inexperta.

- Ella es una Targaryen – susurro Lyanna con determinación –. Aún no sabemos cómo será hasta que se siente en el Trono de Hierro.







Semanas pasaron. Lyanna solo salía de su habitación para realizar informes esporádicos sobre el Norte y volvía a encerrarse en si misma. Jon la veía como si fuera una piedra preciosa cada vez que aparecía y parecía agradecerle a ella por las pocas noticias buenas que le entregaba, como el hecho de que Arya había regresado a Invernalia.

- ¿Ella esta viva? – preguntó con un nudo en la garganta. Willas Tyrell, Arianne Martell, Varys, Melisandre, Gusano Gris, Davos y la reina se encontraban en aquella habitación.  –. ¿Mi hermanita?

- Y aún tiene su Aguja.

Jon después juraría haber visto algo del antiguo brillo de Lyanna cuando mencionó aquello que solo ellos entendían.

Días después de aquella noticia, Lyanna llegó a uno de los salones de Rocadragón completamente apresurada, algo desalineada, pero a Jon jamás le pareció aun mas hermosa. Parecía llena de vida, por lo que jamás espero las noticias que traía.

- Están muy cerca. Pronto atravesaran el Muro – se acerco a Jon, mirandole directamente a los ojos –. Si no luchamos en la guerra de verdad ahora... No importara quién se siente en el Trono de Hierro.

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