Todos los seres esperan de ti que a su tiempo les des de comer. Si abres tu mano y les das su pan, ellos lo toman y quedan satisfechos.
Salmos 104:27-28
Tarde santafesina en la costa. Apenas llego a sentarme que ya se me acercan los compañeros de siempre. No sé si son los mismos habituales, tampoco creo que me reconozcan. Pero vienen, intuyendo que tengo un pancito saborizado. Están en lo cierto, acabo de comprar uno a los pibes boinas rojas de Charly Gourmet.
8, 10, 12 gorriones cuento. Imagino que se preguntaran qué sabor será ésta vez. Los veo hambrientos, voraces. A veces creo que quieren ayudarme a no engordar tanto. Pero no pienso darles todo el pan. Al fin y al cabo, ellos se llenan con tan poco... con un puñado de migas comen todos. Así que veamos... Va la primer miga. A "rebatiña" -modismo que usábamos de chicos para hacer referencia a que el más vivo y rápido gana algo que es soltado al aire-. Escándalo. Se suman 10 gorriones más, una pareja de cardenales mira de lejos. Llegan tordos bien negros, grandotes y lustrados, imponiendo su fuerza y rapidez para quedarse con las migas.
Intento ser justo, repartir equitativamente, pero no puedo. Es en vano intentar tranquilizarlos. Quisiera que entiendan que si se organizan, todos comen. Que hay para todos. Pero a la naturaleza no se le puede explicar.
Stop migas. La grata compañía que observaba amistosamente, ahora es una multitud que exige alimento. ¿Acaso estoy obligado? No, pero me dan lástima. De alguna forma "dependen" de mí ahora, pero no son domésticos. Aún en su desconfianza salvaje, esperan, pues no les queda mucho tiempo de sol.
Al cabo de unos minutos, algunos se van, pero unos 15 quedan inmóviles, sin abandonar su lugar. Quietos y atentos, miran de reojo hambrientos, y siguen ahí, esperando, quizá pensando: "¿Quién más tiene migas tan ricas como las que nos tira Ariel? ¿A dónde más podríamos ir?" Ésto me suena familiar, alguien ya lo dijo. Algunos quedan esperando. Saben que tengo pan en la mano aún. Por breves minutos, jugué a "ser Dios". Pero en ese momento me di cuenta de algo: toda mi vida fui un pajarito.
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Pájaros
SpiritualLibres, hábiles, frágiles. Necesitan tanto del aire como de las ramas. En sus nidos, en la orilla del río, en la punta de una antena, en el borde de una cornisa. Pequeños vigilantes a la espera.