Si pudiera volar

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¿Alguna vez te has preguntado cómo es volar?
Y es que no me refiero a subir a un avión e ir a algún lado, me refiero a volar de verdad. Flotar como un superhéroe o algo así.

Bueno, estoy a punto de contarte un secreto, pero debes guardarlo con tu vida.

Mi nombre es Rachel Cooper y puedo volar.

Seguro que debes estar pensando 'Esta chica está loca o se golpeó la cabeza en alguna parte'. Quiero decir, hace algunos años habría pensado exactamente lo mismo. Pero también, hace un par de años no creía en cosas que no podía ver o comprobar. Y tengo que decirte que ese fue el error más grande de mi vida.

Todo comenzó hace dos primaveras, cuando tenía 16 años. Estaba en la escuela, pasando un buen rato con mis amigos, como siempre, cuando llegó el momento de ir a casa. Vivo en los suburbios de la ciudad, en una casa de campo cerca al bosque, así que tenía que caminar mucho y pasar por más de un millón de partes de la ciudad para finalmente llegar a casa.

Mi amigo, Thomas, se ofreció a llevarme. Cualquier otro día aceptaría agradecidamente, pero ese día algo fue diferente y dije que no. Le expliqué que quería caminar para pasar un tiempo conmigo misma, sola. Tener algún tiempo para pensar y disfrutar de mi propia compañía.

Mis padres se divorciaron cuando era niña y desde entonces vivo con mi padre. A veces visito a mi mamá, pero no muy seguido y mi papá siempre viaja por trabajo, así que nunca está en casa.

Ese día no fue una excepción. Mi padre había viajado a Australia y no volvería a casa hasta tres días más, así que tenía la casa para mí sola. Por supuesto, ese fue el primer error ese día.

Comencé a caminar por la ciudad y la encontré casi completamente vacía. Era extraño teniendo en cuenta las miles de personas que viven en Portland, pero en ese entonces no me importó. Recuerdo haber estado tan absorta en mis propios pensamientos que casi no me di cuenta de las calles vacías. Era un día de niebla y era tan densa que apenas podía ver las cosas frente a mí. Recuerdo que el clima era tan frío que todos mis pensamientos y sentimientos se congelaban conmigo. Ese fue el segundo error.

Seguí caminando y finalmente, pude salir de la ciudad y llegar a la carretera camino a casa. Se trataba de una gran calle entre los árboles del bosque donde ninguna persona en la tierra debería caminar sola. Jamás. Es el peligro que conlleva cruzar el bosque solo... Pero aún así, lo hice. Aquí el tercer error.

Cuando estaba caminando a través de la niebla, tuve que encender mi encendedor para tener más visibilidad, aunque eso no ayudó mucho ya que la débil luz amarilla chocaba con la niebla frete a mi y rebotaba encandilando mis ojos. Pero algo llamó mi atención y es que podía comenzar a ver una luz delante de mí que no pertenecia al encendedor en mi mano, una luz blanca que no se movía ni se apagaba y penetraba a través de la neblina. Pensé que era un auto parado, así que seguí caminando hasta llegar a la luz. Sorprendentemente, la luz no era un automóvil, ni una motocicleta, ni una bicicleta, ni siquiera una persona. La luz estaba allí, pero espontáneamente. Ninguna persona, animal o cosa la produjo. La luz solo estaba allí.

Completamente sorprendida, me detuve y no podía creerlo. Miré a mi alrededor pero la niebla no me dejó ver nada. El viento estaba tranquilo, sin signos de vida cercanos a mí. Inmersa en mi sorpresa, lentamente me acerqué a la luz y extendí una mano para tocarla, pero cuando estaba a solo unos milímetros de hacerlo, se deslizó hacia mí y me rodeó. La luz entró a través de mi piel y lo único que recuerdo sentir el ardor en mi piel y el miedo en mi alma. Entonces todo se volvió negro.

Desperté entre los árboles. Me costó levantarme y miré a mi alrededor. El día estaba despejado, sin indicios de niebla y el sol brillaba en el cielo. Me encontraba en la cima de una montaña. Recuerdo haber pensado '¿Cómo diablos terminé aquí?' Un gruñido escapó de mi boca cuando levanté mi celular del piso. Limpié un poco el polvo que lo había manchado y comprobé la hora, sorprendiéndome mucho. Eran las tres de la tarde, pero tres días después de lo que recordaba. Y eso no fue todo, también encontré cientos de llamadas perdidas y miles de mensajes de mis amigos, todos preocupados por mi repentina desaparición. Apagué la pantalla del teléfono celular y lo dejé en el bolsillo trasero de mis pantalones, miré mi ropa e hice lo que pude para limpiarla con mis manos. Por supuesto, tampoco tuve mucho éxito en eso.

Si pudiera volarWhere stories live. Discover now