Bienvenida al internado psiquiátrico.

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Había un adulto que sacaba a su bebé de la cuna por las noches y le daba unas cuantas nalgadas, después bajaba sus pañales y tocaba sus pequeña vagina después de mojarla con su saliva, ese bebé trataba de contener el llanto para que el adulto no la viera llorar, por que ese bebé amaba al adulto y no quería lastimar sus sentimientos.

—¿Qué iba a pasar si el bebé lloraba?—Preguntó un señor de bata blanca.

—El adulto podía sentirse ofendido e irse... Pero yo quería que se fuera.

Salí del consultorio del doctor y estrechó mi mano.

—Yo seré tu psiquiatra, mi nombre es Conem.

Y se fue por una puerta grande.

Yo me sentía muy mareada.

—¿Qué te dijo Conem? ¡es tan guapo! ¿no te parece?—Dijo una señora algo mayor que se acercó a mí

Se acercó una pelirroja a mí rodeandome con el brazo y llevandome a otra esquina. —Aléjense rucas, si lo vió todo borroso, no le ha pasado el sedante.

Ya a solas me comenzó a preguntar. —¿Sigues sedada verdad? ¿o te internaron por drogadicta? ¿sobredosis? tienes las pupilas dilatadas.

—No—dije.— ¿y quién es Conem?

Se quedó callada unos segundos.

—Olvídalo, esperemos a que se te pasé el efecto del sedante.

Y esperamos unos minutos que parecieron horas, las puntas de mis dedos acariciaban las paredes, y poco a poco me di cuenta que era un camino sin fin, cuatro paredes que nunca terminaban, todas completamente blancas, y fue cuando el efecto del sedante se acabó.

—Oye, ¿qué hacemos aquí? ¿y mi mamá?—Pregunté asustada.

La pelirroja suspiró.—Bienvenida al internado psiquiátrico.

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Casi entro en pánico, de no haber sido porque aún había restos del sedante y me sentía muy tranquila.

—Si sientes rabia no la demuestres.—Me advirtió.

—¡Qué mierda! ¿Por qué?

—¡Shh! ven.—Me indicó que la siguiera.

Había un pasillo muy oscuro, y a la izquierda una pared con una ventanilla, ahí dentro una cama como de tortura medieval donde podías amarrar a alguien y torturarlo hasta su muerte.

—Aún nadie se pone agresivo, a veces les importa un comino y si los enfermeros no están de humor te amarran por cualquier cosa...

Las palabras de la pelirroja se distorsionaban en mi cabeza, mis ojos sólo veían fijamente la camilla sádica e imaginaba las posibilidades de estar ahí, la represión, de que evidentemente estaba en un lugar donde tendría que fingir no tener sentimientos para poder sobrevivir, pero, soy tan emocional, ¿podré hacer esto? 

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