El hijo de Stalin Pérez.

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Soy el futuro, preciosa. Soy aquello a lo que aspiraba el hombre del pasado, aquel hombre al que todos quieren llegar pero sólo yo puedo ser. Soy Superman, soy la fantasía húmeda de Nietzsche, soy el hijo de Dios y la la vez el padre de Dios que a su vez es el propio Dios. Porque no me importa la humanidad, porque no me importa nada, chiquita. Nada. Porque estoy por encima de su moral obsoleta, por encima de su razonamiento limitado, de su ciencia que sigue tan alejada de mí, de lo real, de la verdad. Les tienen miedo, mi niña, les tienen miedo a la verdad que sólo yo sé. Porque no soy como ellos, no, no. Soy superior. Su moda no me importa, sus etiquetas tampoco. Porque salgo con los tenis de siempre, con la suela lisa, con los pantalones rotos y manchados con salsa, tierra, lodo, pintura, aceite, aguas negras, fluidos humanos entre otras tantas cosas que me he topado, porque no me los cambio, porque no los lavo, porque lavarlos es arrepentirse, arrepentirse de los descuidos, de lo que se ha hecho, porque es arrepentirse del ser, porque lo odia, porque no quieren ascender, porque le temen a la verdad, porque le temen a Dios, porque me temen a mí. Por eso, nena, por eso hoy, hoy quiero que seas mía, mi amor, por eso he venido por ti hoy. Ven, vamos a un motel de paso, el que cuida es mi compa. Vamos a romper todo, a quemar todo, porque tú y yo somos fuego, mi amor, porque somos la entropía que necesita este mundo amante de la ley y el orden, porque necesitamos darle en la madre a todo, a los sistemas, a las costumbres, a las tradiciones, a las leyes, a las personas, a la mente humana, al universo entero, tú y yo. Tú y yo vamos a sacudir al mundo, solamente tienes que venir conmigo, debes de estar conmigo porque me perteneces, porque te pertenezco, somos uno y eso no va a cambiar. Porque te quiero, neta te quiero. 

Cuentos de un adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora