Pon la mano en mí pecho y nota el fuego de la lujuria.
Acaricio tú espalda, desprende un calor abrasador.
Juntos ambos encendemos la pasión desencadenada y ésta arde como llama avivada por el viento.
Entrelazamos nuestras manos, palmas con dorsos y levantamos los brazos mirándonos a los ojos.
Ojos que callan y a la vez lo dicen todo.
Ambos sabemos lo que queremos pero ninguno dice nada.
Dejamos que sean los cuerpos los que decidan a su antojo cual será el siguiente paso.
Suelto tus manos y acaricio suavemente tus brazos con ánimo de acerte estremecer.
Mis labios hacen de tú cuello una presa fácil y te dejas sin oponerte a ello.
Mis manos siguen bajando hasta acariar tu pecho haciendo círculos de complicidad con tus estimulados pezones.
El calor entre ambos cada vez es mayor y nuestros sexos dan muestra de ello.
Yaces humedecida, cada vez más y eso provoca una erección cada vez mayor en mi.
Los cuerpos arden de pasión y se entregirando hasta encontrar ambos labios.
Besos de lujuria pero a la vez expresando sentimientos con intenciones nobles por ambas partes.
Cada vez es mayor la intensidad del fuego que desprenden y poco a poco los cuerpos se van dejando caer hasta encontrar la conexión entre ambos.
Ya no hay marcha atrás ni tiempo para evitar lo inevitable, ambos cuerpos encuentran su camino deseado hasta fundirse los dos en uno.
Los gemidos de placer son notables, el ritmo del acto sexual se acelera por momentos buscando el éxtasis ansiados por ambos.
Los dos saben que era inevitable, se amaban de verdad y no podían negar la evidencia a la naturaleza.
La belleza de dos cuerpos atrapados entre llamas de pasión y lujuria desenfrenada.
Controlados por instintos primitivos que toda pareja tiene cuando hay amor entre ambos.
Nada puede detener el fantástico acto de amar, la pasión de dos personas atraídas por actos afectivos.
La llama va desapareciendo poco a poco pues el fuego a sido sofocado como estaba previsto.
Yacen estirados y abrazados llenos de felicidad y extasiados por el desgaste físico de tanta pasión acumulada.
Se miran pero no dicen nada, pero ambos saben que hicieron lo correcto, amarse.