4: Veni, vidi, vici

4.8K 606 120
                                    






Vine, vi, vencí; ese es el lema de Stanley. Cada escuela repartida por esta montaña baja está embadurnada de pompa. Hasta la cafetería, que es un lugar neutro, se ve machacado día con día por el tormento del acoso escolar; hay un chiquillo al que le dicen Gafas. Es delgaducho y usa lentes. No le conozco. Le oí decir a unas chicas en clase que sus padres son unos granjeros en Florida.

Landon Eckhart lo ha acorralado en la mesa en la que suele estar con su torbellino rodeándolo. Catherine y yo, de pie junto al bufet, escuchamos sin decir nada, atentas a los sonidos de los cubiertos que depositan hortalizas al vapor en nuestros platos; deben de ser cerca de las diez de la mañana. Sí.

El querido Landon no deja pasar la oportunidad. Este año se ha tardado poco menos de un mes para encontrar a su mono cilindrero. El año pasado fui yo.

Hago un repaso mental de los rostros que voy a encontrarme a continuación. Catherine es la única que se gira conmigo, pero hasta ella desvía la mirada para no ver; es lo mejor que podemos hacer, me musita al oído, siempre, Benjamin. Él no interviene en lo que están haciéndole al muchacho.

Le llaman esclavo de jerarquía.

Es el año 2000.

Lincoln murió por nada.

—Llevas su apellido —le dije una vez a Ben—. Tendrías que honrar su memoria.

Ben sonrió, me besó los nudillos, pero no hizo ni dijo nada.

Desde entonces, para mí todos esos monstruos se llaman John. Como el que asesinó al presidente. El John mayor clava la vista en mí una milésima de segundo y, en seguida, le ofrece un tenedor al muchacho. Me acomodo en la silla de la mesa cuadrada. Cuando Scarlett llega a sentarse con nosotras, el nuevo becado ya ha empezado a suplicar.

—Ni siquiera sé cómo se llama —digo.

—Déjalo —me silencia Scarr.

Me llevo el tenedor a la boca, e intento masticar como si nada pasara en frente de mis narices. Sal, un compañero de John, levanta al torturado estudiante sujetándolo por las axilas. Lo hace que se ponga de pie.

Al girarse, noto que tiene la cara roja.

Le hicieron comer algo extraño y se ha tomado de la barriga. Una arcada lo sobresalta en mitad del gigante comedor. Es una sala rodeada de lujo; vidrios altos, calefacción y lámparas colgantes. El centro está vacío, libre de mesas. Quien quiera que pase por allí queda a la vista del resto.

Y aproximadamente, por estas horas, la mitad del cuerpo estudiantil está aquí para tomarse un café y recobrar fuerzas. Algunos vienen de paso por un snack.

—Annie, basta.

—Tampoco tienes que hablarle así —Catherine repone.

Scarlett le lanza una mirada asesina a la muchacha y luego vuelve a dirigirse a mí.

—Te lo digo por tu bien —me señala—. Ben no está. Si intentas meterte Landon la tomará contigo. Déjalo.

Todos los días vengo a esta cafetería y ruego al cielo porque Landon no esté. Lo veo avanzar delante de mí, y sus ojos siempre me escrutan con aspecto sombrío. Es una de esas personas que no quieres comprender, que se alejan de toda justificación posible. No entiendo por qué Ben se juntaba con él. Ni siquiera me hago una idea de qué cosas hacían juntos.

Mi bien; eso sería estar en casa, con mis padres, acurrucada en el sofá de la terraza del café de mi hermana, viendo una película de terror.

—Van a matarlo de la tensión y el miedo —digo, en voz baja.

Donde habitan los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora