OO4; ʙʀᴀɪᴅs

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Yoo YeoJoo, cariño mío, luz de mi vida, oscuridad de mis desgracias, víctima de mi pasado, víctima de mi presente. Preciosa niña que se peinaba siempre con dos colitas o adorables trenzas, siempre con un lazo dando un toque aún más especial.

Yoo YeoJoo, dueña de mis sueños, dueña de mis pesadillas, víctima de mis pecados, víctima de mis manos. Preciosa niña de delgada complexión y sonrisa en corazón que me hacía suspirar, que me hacía llorar.

Oh, Yoo YeoJoo... dueña de mis fantasías, dueña de mis ojos, dueña de mi cuerpo. Preciosa niña que me seducía sin saber, que me seducía con locura, que me hacía perecer. Nínfula inteligente de actitud dulce, de manos pequeñas pero manipuladoras.

¿Alguna vez serás consciente de lo que despiertas en mí?

Otro día más, tan sólo una semana después. Las niñas que hirieron a mi princesa fueron castigadas con una suspensión, entonces no andaban por la escuela esos días. Tomé un poco del café de mi taza y esperé a que el receso pasara, añoraba la presencia de YeoJoo a mi lado pero también sabía que no era mía.

Como si leyera mi mente, ella apareció con una sonrisa en mi salón, llevaba su cabello suelto y alborotado.

—¡Profesor Lee! Mi peinado se deshizo y no sé hacerlo, esperaba que pudiera ayudarme.

Mis ojos se abrieron enormemente, más al ver como YeoJoo se sentaba sobre el escritorio, dándome la espalda, de verdad esperaba que la peinara. Me puse de pie y sin pensarlo mucho, tomé su cabello, ella movía sus pies ansiosa. Me dio las ligas y los lazos que debían estar en su cabello y simplemente se dejó hacer. Acomodé su cabello perfectamente dividido a cada lado; después, cada mitad la dividí en tres.

—Me gustaría preguntarte algo, si no te molesta.

La niña asintió dándome pauta para proseguir.

—¿Por qué estás en segundo grado si tienes nueve años?

Pregunté por fin, aquella ocasión parecía la indicada y noté a YeoJoo removerse incómoda bajo mis manos.

—Yo... Soy una niña pobre, tuve que esperar hasta que mis padres pudieran comprar el uniforme y los útiles y pasó mucho tiempo. Por eso mismo suelen molestarme, solamente porque no tengo una Barbie como las demás, sólo tengo una muñeca de trapo que me hace feliz.

Justo había terminado de amarrar la segunda trenza cuando la escuché hablar. Mi corazón dolió, esa niña tan seductora era también la misma niña necesitada. Guardé silencio y terminé amarrando ahora los lazos en cada una de las trenzas para al final, abrazar a la pobre niña recargando mi mentón sobre su cabeza, respirando el dulce olor de su cabello.

Ella se acopló a mis brazos, pegándose más a mi pecho y suspiró.

—No quiero que sienta lástima por mí, profesor Lee.

—No es lástima, es ansiedad. Quiero ayudarte un poco. Las niñas que presumen absurdamente sus muñecas caras, tienen menos cerebro que tú, pequeña.

—No lo sé...

—Oh Yoo YeoJoo, dime en qué puedo ayudarte.

La pequeña niña se quedó quieta en su sitio pero soltó un suspiro lastimero, sintiendo calidez en mi cuerpo, haciendo que mis brazos la tomaran con dulzura de la cintura, notando su delgadez.

—¿Sabía que las niñas de cuarto a sexto grado se la pasan hablando de usted?

—¿Qué?

—Ya sabe, no es como si fuera algo nuevo. Usted es muy lindo.

Sonreí de lado al escuchar aquél cumplido, sólo subí mis manos un poco más en su cuerpo y ella rió.

—Le gusta mucho a casi todas las niñas, pero sólo yo tengo la oportunidad de tener su mirada.

Y dio justo en el clavo con esas palabras, parecía que de verdad estaba manipulándome. Ella se apartó con suavidad de mis brazos y se hincó sobre el escritorio, mirándome por fin de frente, dejándome ver su rostro tan bonito y con el peinado que yo le había hecho.

—¿Qué ve en mí, profesor Lee?

La niña inocente que apareció en la puerta del salón de clases con el cabello alborotado no estaba siendo la misma a la que tenía delante, definitivamente. YeoJoo posó sus diminutas manos sobre mis pectorales y yo tosí algo incómodo. Miré alrededor para ver si alguien podía ver aquello, me aseguré de que el área estuviera despejada.

—No sabes lo que dices.

—Claro que lo sé, lo he visto mirar mi cuerpo, por algo quiere ayudarme pero sabe que pedirá algo a cambio después.

—YeoJoo...

—No hay nadie cerca ahora, los demás profesores están ocupados allá afuera.

—No sé de lo que hablas, eres pequeña para saber qué dices.

—Puede tocarme, si es lo que sus manos desean.

No, definitivamente la misma YeoJoo que estaba insinuando tal acercamiento no era la YeoJoo que me daba su inocencia a un paso lento y torturoso a mi deseo. Se sentía tan real... ella rodeó con sus esbeltos brazos mi cuello, como si supiera lo que hacía, como si lo hubiera hecho antes.

—Las demás niñas mueren por un beso suyo, quiero ese privilegio.

Esos bonitos labios rosados y gruesos se acercaban a los míos con peligro pero tampoco iba a negarme. Añoraba probar esos pequeños, gruesos y rosados labios. Justo cuando nos dimos un roce, desperté con el ruido de la puerta del salón abrirse.

Oh sí, señoras y señores, ni siquiera era cierto. De nuevo mi mente jugando con mis deseos, inundándome de frustración. Tallé mis ojos, aquella niña de mis sueños estaba delante mío, con el mismo cabello alborotado.

—No quería interrumpir su siesta, profesor, pero necesito ayuda para rehacer mi peinado... Me gustaría que lo hiciera usted.

Ella me sonrió volviendo a mostrar el hueco entre sus blancos dientes, yo sólo asentí con distracción. Por eso la YeoJoo que me pedía un roce de labios no la sentía como la YeoJoo a la que estaba trenzando su cabello ahora.





























































ʟᴏʟɪᴛᴀ ¡! ᴋɪʜᴏ ғʀᴏᴍ ᴍᴏɴsᴛᴀ xDonde viven las historias. Descúbrelo ahora