Chicho no me dejó dormir. me levanto

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Cumplía los 14 años de edad ese año. En septiembre, cuando la luna menguante alcancé el cielo y así sirva de escalera a ella para alcanzar los 14. Su nombre era Said y vivía en una isla. Tenía una hermana mayor, Caliah. Ella era mucho más alta que ella, era una de las chicas mas altas de toda la isla. Ojos negros y vivos me veían mientras hacia el desayuno y me mostraba de reojo su arco, con el que apuntaba una larga lista de instrucciones a mi cerebro ya mareado por el olor del aceite.

El arco reposaba del lado contrario de la mesa, sobre el suelo con flechas de madera de abedul. Eran flechas rectas, nuevas y limpias, era abrumadora la presencia de aquel objeto en una casa.

Mientras ella batía el huevo yo estaba sirviendo me jugo de uva en un vaso. en la pila contraria al sartén ardiente por aceite y huevo. Ella me golpeaba con palabras que yo atajaba todas en el aire, todas eran preguntas que ya sabía de memoria. Su trayectoria, fuerza, ángulo de inclinación y hasta su sonido al chocar con mi mano. Me lo sabía.

Sus ojos se posaron sobre mi con un tenedor en la mano y con ambas manos en la cintura como una mamá apunto de regañarme. Me miró con una expresión seria, era más bien cómica. Me dijo apuntándome con el arco de cazador negro en sus ojos:

¢-Te has estudiado las enciclopedias ? Y los libros de cuentos ? Sabes todas las capitales de la isla ?

Mis ojos recibimos las flechas que cayeron a mis pies y se las pasaba por bicicleta a su cazador de nuevo. Afirme con la cabeza a todas su preguntas.

Sus ojos volvieron a el sartén y luego hacia mí. Era un juego. Miraba el huevo mientras éste se fríe, tenía una pierna más al frente que la otra y con las manos aún en la cintura, tenía la cara de alguien con nervios, ansiedad y a la vez indignación. Me miraba volviendo la cabeza y me decía:

¢-Te va a ir bien. Cómo dormiste ?
$-bien, Chicho no me dejó dormir al principio pero luego se calmó. Sabías que de nuevo tiene pulgas ?
¢-lo bañamos anteayer
$-ya, pero es Murdom el que lo deja salir
¢-es un vago. Toma

Me servía el huevo con pescado en un plato y un vaso de fresco de uva. Me senté y empezé a comer con prisa, mis manos eran cuerdas que sujetaban las herramientas y las tiraban hacia los pedazos de pescado. Luego mis brazos las jalaban hasta mis fauces para tragarme los.

Caliah me miraba preocupada con las dos manos juntas sobre la mesa y con los codos ahí. Su piel morena parecía bronce cuando el sol le pegaba de cara. Su pelo negro recogido por una cola la hacia ver enojada. Su delgado cuerpo me recordaba a las pajillas en los charcos, por sus camisas de colores fosforescentes.

A medida que pensaba esto, ella miraba cada facción de mi cara, cada músculo moviéndose y cada mirada.

Cuando termine dejé el plato en la pila, lo lave con el estropajo, lo deje secándose en la trastera y la miré, estaba de espaldas y parecía una medalla de tercer lugar. Miraba a la infinidad del sol.

Recogí mi maleta y vi a Murdom dormir plácidamente. Mi maleta era suave, solo era una bolsa de tela de cordones que llevaba 2 prendas y una lanza de hierro.

Baje las escaleras y la vi de pie sosteniendo con la mano su ansiedad en la silla. Me miró bajar hasta abajo, las dos nos acomodamos al frente de la abierta puerta y con un abrazo nos despedimos. Fue un abrazo cálido y fino.

Cómo cuando abrazas algo que está frío y de repente te sientes también frío. Así me sentí, nos abrazamos por unos segundos hasta que nos calentamos los hombros, nuestros alimentos se coordinaron y una brisa nos trajo otro racimo de frío.

Nos vimos a los ojos y nos volvimos a abrazar. Antes de separarnos ella me agarró de los brazos y me acerco de nuevo. Ahora me veía fija y fulminantemente. Sus ojos estaban oscuros como abismo, el cazador solo me miraba a mí y solo a mí. Sus palabras ahora salían de sus ojos.

¢: No vales menos que ellos. No pienses que vas a perder o lo harás. cree en tí como yo lo hago. Sí el te pega tu resiste ahí. Sí sientes que te ahogas no respires, nada. Y. -hizo una pausa para tomar saliva y acomodar su lengua- no dejes que te intimide. Sabes lo que vales, eso es lo importante.

Nos abrazamos nuevamente, ahora ambas estábamos tibias. No volví a ver a la casa, baje las escaleras y me encaminé a mi destino. La lanza punsaba el aire si frente y atrás mío. Mi mirada no veía a nada más que el sol y la playa.

Said en alta MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora