Capítulo VIII

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Temo se quedó congelado por un momento viendo los ojos de Ari y luego se lanzó hacia el empezando un beso desesperado que no fue recibido de inmediato. Sin embargo, bastó que Temo rodeara el cuerpo de Ari para que este respondiera soltando un gemido gutural que terminó de invitar a Temo hacia la calidez de la boca de Ari. Su lengua barrió profunda y concienzudamente cada rincón de esa boca que se le ofrecía tan maravillosamente.


Temo apretó sus brazos alrededor de Ari sin romper el beso y empezó a caminar hacia el interior de la habitación. Para cuando sus cuerpos cayeron a la cama, Temo ya se había deshecho del pañuelo en el cuello de Ari y hacía avanzar sus manos por el interior de la camisa de su novio. Instintivamente, Ari movió la cadera para frotarse contra Temo. Gimieron roncamente y se separaron del beso por fin. Sin embargo no apartaron sus cuerpos y siguieron enredados uno con el otro. Ari lo atrajo hacia él con fuerza.


—Te necesitaba tanto... —le dijo con voz trémula.

—Y yo a ti...


Temo hundió el rostro en el cuello de Ari aspirando su aroma; iniciando un camino de besos y deliciosas sensaciones. Rodaron por la cama desnudándose mutuamente.


Temo se tomó su tiempo para preparar a Ari. Fue lento, contundente, preciso; absorbiendo el placer y el delirio que causaba en ambos estar tan íntimamente juntos. El ferviente deseo en la mirada de Ari sólo lograba despertar el anhelo de Temo de hacerle estremecer más y más a cada segundo.


Cuando se hundió en él sintió la gloría de sus cuerpos mezclándose en un mar de emociones que provocaron la agitación agitar todas sus terminales nerviosas. Sus cuerpos marcaban un ritmo necesitado. Ari lo tenía prácticamente rodeado con sus brazos y sus piernas y Temo no podía dejar de besarle la boca, el cuello y cada porción de piel que podía.


—Eres hermoso —dijo Temo mientras le tomaba la cadera con las manos y aumentaba el ritmo cerrando sus labios sobre los de Ari para seguir besándole y bebiéndose los gemidos que pugnaban por salir. Se corrieron diciendo el nombre del otro entre sus labios. Ari no se separó de él y Temo lo abrazó con fuerza.


Se quedaron así, juntos, sin moverse. Sólo escuchado el ritmo de sus corazones acelerados y acariciándose lentamente.


Temo fue el primero en moverse, se retiró el preservativo y lo arrojó a cualquier lugar de la habitación. Ya después se encargaría del pequeño desastre que habían hecho para que la pobre Rita no tuviera que sonrojarse. Terminó con el rostro apoyando sobre el pecho de Ari y este rodeándole con sus brazos.


—Lamento haberme ido así. Necesitaba tiempo. Necesitaba quitarme unos fantasmas del pasado —le dijo a Ari trazando las líneas de sus abdominales.

—Lamento mucho haberte dicho eso de Pepe. No tenía derecho. Pero me sentía acorralado. Supe desde el primer momento que estaba haciendo mal al ocultarte lo que estaba pasando en la disquera.

—Debimos hablar. Lo sé. Tú de lo que pasó en la disquera y yo de porque me afecto tanto tener esta discusión contigo —Ari le besó en la frente y Temo se movió para poder verle a los ojos.

—Cuando Papá y Rebeca empezaron a pelear en la casa todo fue cuesta abajo. Ellos discutían todo el tiempo, llegaron a ofenderse de verdad al calor de esas discusiones y lo peor era que Lupita y Julio estaban en medio de todo eso y yo tenía que poner mi mejor cara. Hacerles pensar que, de alguna milagrosa manera, todo estaría bien. Luego, Rebeca murió, y yo realmente nunca pude hablar de ello. Supongo que esta pelea me trajo esas imágenes y removió esos sentimientos que he ocultado por años. No es tu culpa y lamento haberte hecho sufrir por ello.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora