Había llegado el día más esperado, era domingo y la gran tormenta al parecer ya había concluido, sin embargo, las enormes nubes negras seguían revoloteando, dejando caer alguna que otra gota. El sol no había sido visto desde hacía dos días, la cantidad de agua caída era inmensa. A pesar de todo, ellos estaban dispuestos a presenciar aquel fenómeno del que tanto habían escuchado desde chicos.
Su ciudad era la más pequeña de toda la región y la que menor reconocimiento tenía, pero para sus habitantes aquel misterio rondaba desde varias décadas atrás, de boca en boca. Los fenómenos que acaecían en el cementerio local eran conocidos por todos, o mejor dicho por la gran mayoría del poblado, comprobados por una escasa cantidad de ellos a lo largo de los años, y los que estaban deseosos de verificarlo con sus propios ojos últimamente eran muy pocos. Justamente Simón y sus amigos eran esos pocos. Habían tomado el auto y emprendido camino desde su casa. Obviamente él era el encargado de manejar, mientras su amiga Natalia iba del lado del acompañante y sus otros dos amigos, los hermanos Martínez, iban en la parte de atrás.
La ruta se hallaba muy poco cargada a pesar de ser domingo, una rareza, y las nubes grises eran el paisaje de fondo que los acompañaba. Muy a lo lejos se veía que una leve luz solar quería asomarse. Propia de un sol ya de camino a la otra parte del mundo. Mientras caía alguna que otra gota, Simón condujo el automóvil a la parte trasera del cementerio, por donde podrían ingresar de incógnito. Ni bien detuvo el motor, por su cabeza se cruzó un leve presentimiento, ahora si estaba nervioso y tenía un poco de temor, sin embargo al ver las caras de sus amigos que no aparentaban el menor miedo, reprimió dichos sentimientos y descendió de su auto al mismo tiempo que ellos lo hacían. Ahora ya no caía gota alguna y el clima estaba muy denso, la humedad era suprema y no corría un aire. Además recién estaba empezando a atardecer, por ello la oscuridad aún no era su aliada.
Era uno de esos días que tanto le gustaban, sin lluvia pero con un nublado imperante. Por más que a lo lejos parecía querer empezar a limpiarse el cielo, a Simón mucho no le importaba, sabía que pronto oscurecería. Y eso sería lo mejor para no ser descubiertos, ya que durante aquella fecha en la que el fenómeno se hace presente, ya por el atardecer los serenos abandonan el predio. Es más fuerte lo que se dice por ahí, que la labor a cumplir. Muchas veces en las personas de los pueblos, y más en aquella de mayor edad, las creencias populares tienen más peso que cualquier verdad irrefutable. De gran utilidad sería aquel dato que habían conseguido. Pronto cruzaron el alambrado roto y comprobaron que los serenos ya no estaban en su refugio de seguridad, fue un alivio inicial corroborar eso y una pequeña victoria, que luego no sería festejada.
Los cuatro amigos hablan cuestiones sin sentido, como desentendiéndose de lo que están haciendo, un poco para distraerse y para dejar ir los nervios que en realidad los aquejaban por dentro. Tenían esa sensación interna de que quizá estarían por comprobar el fenómeno que tanto venían escuchando de los más grandes desde que eran niños. De pronto una nube muy oscura se hizo presente y descargo una par de gotas gruesas y muy pesadas. Simón condujo a sus amigos bajo la protección que ofrecía el sector de los nichos mientras observaban como en todo el campo santo una lluvia pasajera se hacía presente. Antes de cesar un estrepitoso trueno hizo exaltar a los amigos, Simón por un segundo pensó que debían irse, nuevamente sus presentimientos lo alertaban. Pero al comprobar que la lluvia cesaba y la nube se iba, decidieron seguir camino. Además el cielo ahora sí se aprestaba a limpiarse en un futuro más cercano.
Con algunos refucilos de fondo, los amigos siguieron camino a la parte más antigua del cementerio. No era un predio muy extenso pero las dificultades del terreno los iban retrasando. Por un lado, el inmenso barrial hacía todo más lento y por otro los pequeños caminos de cemento brillaban más por su pésimo estado que por los charcos de agua que presentaban en todas partes. Simón iba más adelantado, detrás suyo a unos paso iba Natalia y más atrás los dos hermanos, quienes no dejaban de hablar y reírse cada tanto de cualquier ocurrencia. Natalia presentaba un rostro más bien preocupado y ocasionalmente emitía alguna opinión hacia Simón, quien solo se daba vuelta para asentir pero sin emitir palabras. Su preocupación iba acrecentándose.

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Domingo por la tarde
Paranormal''Tanto la verdad como lo inexplicable, eso que impacta, tienen algo en común como consecuencia: el silencio'' Profunda historia, cargada de emociones y también con un poco de horror, siempre con la intención de mostrarnos que la realidad tiene un t...