Intrigas entre las sombras

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–Al parecer, han enviado a Jrevlo a una misión. No han informado ni han dicho nada, algo están planeando– reveló Kraro.

–Mmmm. Jrevlo está en la zona de la unicornio. Puede que hayan averiguado algo y crean que pueden corromperla. No podemos dejar que sean ellos los que la consigan. Si le es fiel a Jralon, podrían llevarnos ventaja– supuso Kroljo.

–Primero las sombras inmaduras y ahora esto. ¡No podemos permitirlo!– exclamó Kraro.

–Tenemos que averiguar que traman. Envía a Droxdlir, que use las tropas que tenemos escondidas allí. Si la oportunidad se presenta, que se apodere de la unicornio. O que la elimine antes de que caiga en manos de Jralon y los suyos.

–Je, je. Buena idea. Droxdlir es el mejor para estos trabajos, y está cerca. Si encuentra a alguno de los de Jralon, no tendrá piedad. No tienen ninguna oportunidad– se congratuló Kraro.



–¿Noticias de Jrevlo?– preguntó Jralon.

–No, ninguna. Le hemos llamado, pero parece haberse evaporado, es imposible localizarlo– respondió Jreneg, con el ceño fruncido.

Sólo había tres posibilidades si no podían encontrar a un espíritu corrompido cuya esencia conocían. La primera era que hubiera muerto. La segunda, que estuviera en una zona sin miasma, algo que podían hacer temporalmente, pero ya había estado tratando de encontrarlo durante varias horas. La tercera, que se hubiera marchado muy lejos de su zona, lo cual no tenía sentido. Por lo menos, no voluntariamente.

–Tiene que ser cosa de Kroljo. ¡Maldita sea! ¡¿Se han atrevido a raptar o matar a uno de los nuestros?! ¡Lo van a pagar!

–Pero, ¿por qué ahora? No tiene sentido, no hay nada allí importante– dudó Jreneg.

–Excepto la unicornio... Maldita sea, tienen que saber algo. No podemos dejar que se hagan con ella, es demasiado valiosa. ¡Y es nuestra! ¡Está en nuestra zona!– gritó Jralon, enfurecido.

–¿Qué podemos hacer?– preguntó Jreneg, intimidado.

–Manda a Vrenhjsil. Que coja lo que necesite. Si encuentra a alguno de los lacayos de Kroljo, que no tenga miramientos– ordenó Jralon.

–Je, je. Buena idea. Vrenhjsil es muy bueno y está cerca. Ahora lo aviso.



Droxdlir frunció el ceño. Algo extraño estaba pasando allí. No tenía sentido que casi no hubiera bestias corrompidas en la zona. La única explicación era que las estaban reuniendo, que estaban planeando algún tipo de ataque. La pregunta era si su objetivo eran los vivos o su facción.

Sus corrompidos aéreos tampoco habían encontrado nada extraño, así que no tenía ni idea de hacia dónde las estaban llevando. Debía informar de ello, pero primero tenía que investigar a la bestia mística.

Se acercó a la cúpula que protegía aquella zona aún viva, cuya sola visión le daba náuseas. No podía soportar que se les resistiera la vida, no podía evitar el deseo de dominarla y aniquilarla. Pero, ahora mismo, estaba fuera de sus posibilidades.

Tampoco había bestias corrompidas en aquel lugar, incluso allí habían desaparecido.

–¿Se han rendido con esto o están planeando algo muy gordo?– se preguntó.

Aunque no muchas, encontró bestias al otro lado, distribuidas por el bosque corrompido. Menos de las que debería pero más de las que había visto hasta entonces. Una sonrisa mezquina apareció en su rostro, dando la orden a las suyas de que acabaran con las otras. Cualquier ocasión de debilitar a la facción de Jralon debía aprovecharse. Si lo encontraban allí, lo atacarían. Así que mejor contra menos enemigos hubiera.



Vrenhjsil se acercó al lugar donde se encontraba la entrada a la mazmorra. Era la última posición en la que Jrevlo había reportado su presencia, y donde debería estar esperando junto a cientos de bestias corrompidas. Pero allí no había nada, solo miles de pisadas que mostraban que realmente habían estado allí.

El espíritu corrompido era un general experto en batallas, pero no un experto detective o rastreador. Si no, se hubiera percatado de los varios agujeros en los troncos debido a las flechas de Goldmi, o incluso de las pisadas pertenecientes a ésta o a su hermana.

Pero Vrenhjsil simplemente no les prestó atención, era incapaz de distinguir aquellas pistas del resto. Ni siquiera fue capaz de darse cuenta de que había muchas pisadas yendo hacia aquel lugar, pero muy pocas alejándose de allí. De haberlo descubierto, habría podido deducir que algo diferente de sus conjeturas iniciales había sucedido, aunque difícilmente hubiera imaginado que una elfa y una lince habían acabado con el espíritu y cientos de bestias corrompidas.

–¿Jrevlo nos ha traicionado?– se preguntó en voz alta.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia el interior del bosque, seguido de las bestias que había ido recogiendo por el camino



–Droxdlir...

–Vrenhjsil...

Las dos sombras se encontraron cuando investigaban los alrededores de la zona en la que se ocultaba la unicornio. Se miraron con hostilidad, recordando que en tiempo antiguos había sido buenos amigos, cuando aún eran parte de la naturaleza y del bosque. Pero el poder por el que se habían dejado corromper también había corrompido su vieja amistad.

Verse el uno al otro les traía recuerdos del pasado, de cuando estaban vivos, de cuando eran felices siendo uno con el bosque. Y eso les irritaba. Y por ello se odiaban.

Inmediatamente, los dos ejércitos de bestias corrompidas embistieron el uno contra el otro, obedeciendo las órdenes de sus amos.

Ambas sombras se alejaron del lugar, escondiéndose de su enemigo, temiendo una emboscada, temiendo la incertidumbre de estar cerca de aquella barrera que protegía a su más gran y odiado enemigo, la vida.

Así, la batalla se fue alejando del lugar, enfrentando sin misericordia a seres que no sentían dolor. Seguían luchando hasta el último aliento, aunque hubieran perdido sus patas o sus cabezas. Era una lucha fratricida, que debilitaba las fuerzas de la oscuridad, aunque de forma más bien insignificante.

Siendo todos los niveles por debajo de 30, apenas era una pérdida apreciable para el ejército corrompido, aunque sí para las zonas de bajo nivel, que estarían más desprotegidas. Dada la baja densidad del miasma, no podían llevar allí a seres de alto nivel, por lo que sus fuerzas en las zonas bajas se verían comprometidas.

Siguieron luchando durante horas, ambos espíritus corrompidos enfocándose en su ira hacia el otro. Hasta que, de repente, una enorme conmoción llamó su atención. La barrera que protegía a la unicornio había desaparecido.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora