Capítulo VI

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- Está embarazada.

Jon juraba que habían estado hablando sobre la minería de vidriagón hasta hace unos momentos, pero Lyanna se convirtió en alguien impredecible. No le sorprendió que no le prestara atención.

- ¿Puedo preguntar quién? – ella le daba la espalda mientras se asomaba por el borde del barco. Aun llevaba un vestido, esta vez de un rojo oscuro, que la hacía ver elegante y dura. Como una reina.

- Cersei. Jaime le dijo sobre la audiencia, preguntó sobre mí y ella le dijo que está embarazada.

Las pocas veces que Lyanna hablaba sobre su ex esposo, Jon sentía unas ganas irrefrenables de golpear al Lannister hasta que entrara en razón. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta de que mataron a su esposa? ¿De que ella lo amaba tanto?

- ¿Cómo te sientes? – pregunto acercándose a ella y poniendo una mano en su espalda.

- Enojada – Lyanna sonrió. Se veía mucho más viva en aquel momento, con poco sol iluminando su cara –. Pero aliviada también. Al fin estamos haciendo algo.

Ella, al alejarse de Rocadragón pareció volver, aunque sea un poco, a ser quién era antes de dejar Invernalia, haciéndose cada vez más cercana Jon, hasta el punto de pasar las noches juntos por las pesadillas que a veces la despertaban a gritos. Eso le gustaba a Jon, pues el calor de Lyanna a su lado ahuyentaba sus pesadillas también.

Y mientras la observaba mirar el mar y con el cabello hondear en el aire, recordó su apresurada partida de la casa ancestral de los Targaryen.







Partieron aquella misma tarde. Después de haber determinado quienes, y como se irían, el Rey del Norte y parte de sus hombres decidieron partir. La otra parte seguiría minando el vidriagón y llevándolo a Invernalia donde los mejores herreros ya trabajaban con el material. Lyanna había desaparecido mientras Jon se encargaba de aquello y había regresado con una pesada bolsa llena de armas. El Rey no pregunto nada, sabía para que eran.

Jon y Daenerys habían tenido una emotiva despedida mientras Lyanna solo tomaba la mano de Tyrion y le daba un ligero apretón.

- Creo que usted debería partir con sus dragones. Surque los cielos de aquí al Norte. Que la vean. Que le teman. Que la respeten. Así, cuando encontremos nuestro paquete, nos encontremos por el camino. Deben verse unidos, usted y el Rey del Norte – Lyanna le dedico una inclinación elegante –. Nos volveremos a ver pronto, Alteza, le deseo suerte y éxito en su parte del plan.

Así que en la semana que llevaban de viaje, se habían encontrado con Rhaegal que parecía haber construido una amistad con Jon. Lyanna solo sonreía al ver al dragón rondar al hijo de Rhaegar, como si le reconociera.

Estaban viajando a máxima velocidad. Nunca antes Lyanna había viajado tan rápido. Llegarían a Puerto Blanco en unos días más donde Jon, ella y unos dos hombres de confianza cabalgarían sin parar hasta Guardaoriente donde Tormund y sus hombres los esperaban. Planificarían cómo y por donde entrarían al territorio enemigo y lo harían. No sonaba tan difícil. El problema era que era tremendamente peligroso.








- ¿Cuántas reinas hay ahora? – Tormund se había convertido en la persona favorita de Lyanna casi sin pretenderlo.

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