Maker es un clérigo que trabaja en la traducción de las sagradas escrituras al lenguaje de los reinos de LacOmar, un territorio fantástico, fronterizo con el imperio otomano. Marginado, Maker se abandona en el norte de La Comarca, en la zona cero y el extrarradio de toda meta-crueldad, en donde conoce a unos raros especímenes denominados como 'Tadeys', viles sodomitas que durante el día se entregan —entre ellos— a la más pervertida sodomía; simios lampiños que copulan con la hembra —cual misóginos— sólo para preservar la especie. Debido a la larga longitud del falo de Maker, es adorado por los sumisos y obligado a penetrar a su rey: el gran Tadeys.
Esto ocurre en 'Tadeys' (1983), el primer —y último— intento de Osvaldo Lamborghini por escribir una relato obediente a las leyes convencionales de la narratología, y al que Roberto Bolaño definió como: "una novela insoportable, que leo por dos o tres páginas cuando me siento particularmente valiente. De pocos libros puedo decir que huelan a sangre, a vísceras abiertas, a licores corporales, a actos sin perdón".
Si leíste las 408 páginas de 'Tadeys', entonces puedes sentirte valiente o medianamente valiente o por lo menos más valiente que el autor de Putas asesinas (2001), ¿pero qué es lo que te animó a concluir su lectura?, ¿el morbo?, ¿la crueldad?, ¿la sodomía?, ¿la estructura?, ¿la perfección sucia en Lamborghini? Si no lo sabes a ciencia cierta: entonces tienes un problema.
'Tadeys' de Osvaldo Lamborghini es una amalgama de crueldades infinitas, un catalizador de la perversión, la bestialidad y el desapego, contada con un pueril —y puro— estilo de 'La Comunidad del Anillo' (1954), pero con la malicia que sólo un escritor como Lamborghini puede tener. Un poeta radical con una ideología política ortodoxa, que rompe con los cánones todos de la literatura argentina, defecando en Borges, a través de una narrativa que desmantela a la humanidad en su obsesión por la crueldad; con imágenes cargadas de violencia física, corporal y psicológica. Lamborghini es un cuchillo sobre el agua, una planta carnívora, una pijama con sangre de niño, un diente de leche podrido, una bala en el ano, una pistola cargada de brutales grafías apuntando a la perfección del hombre. Un marginal, un inadaptado, exiliado del mundo y la parodia del mismo.
Quedarían como albacea de esa estética neobarroca Enrique Fogwill, Ricardo Strafacce —quien escribió una biografía de él reconocida por Fabián Casa como: "la mejor biografía que se escribió en Argentina"—, Oscar Steimberg y obviamente, César Aira. Y creo yo que están más relacionados con elementos decisivos para la construcción de su auto-imagen de escritor que con la propensa atribución de rasgos que cuadrarían mejor a sus proyectos literarios. En el caso de todos los mencionados, existe una deuda inestimable.
'Tadeys' presenta la caricatura de un Estado dictatorial, en donde el autor Maker/Lamborghini es cedido a la sodomía, que establece la estructura de poder, y eso convierte a la novela en una obra política sobre la abolición de la monarquía, el poder despótico burgués y la mezquindad de la corrupción, así como un poderoso golpe a la mal sana religión, y sobre todo, a la figura de Jesucristo: un homosexual mentiroso.
Lamborghini es quizás el último provocador, después de Apollinaire, de Sade, Bataille y Pierre Guyotat, con una perfección y malicia que sólo alcanzaron Saki, Barón de Corvo y Maupassant. No hay otro perverso, por más que se le imite o remede orgánica y narratológicamente. Osvaldo Lamborghini estará ahí y seguirá persistiendo con más fuerza, aunque el manuscrito se carbonice, sólo para recordarnos que la literatura es también una hoja Gillette que puede hacer mucho daño, y que no es sólo un medio para hacerse famoso a costa de los lectores complacientes y los analfabetas funcionales, como consiguen serlo los Tadeys contemporáneos.
Lamborghini es el mal en su estado más puro, y su obra, como lo dijo César Aira: "es una minuciosa cosmogonía donde brilla la crueldad como un sol".
Amén.