Los pequeños y desordenados cabellos de Jisung eran revoloteados por la suave brisa de una tarde de Julio.
Sus risas eran bastante notables, pues no había un gran bullicio que impidiera escuchar sus suaves carcajadas.
El pequeño corría por la plaza disfrutando de sus plenas nueve primaveras, mientras a unos veinte metros de él, su mejor amigo, Minho, recostado en el verde pasto, admiraba con sus pequeños ojos brillantes aquel bello cielo azul, con tranquilidad.
Por unos instantes, Jisung se detuvo en el centro de la plaza, y comenzó a admirar con detalle los alrededores.
Una familia, con un bebé de aproximadamente tres años, jugando, un par de niños jugando a la pelota, un grupo de amigos caminado, unas chicas comiendo helado mientras reían, un tierno perrito persiguiendo una pelota.
Miraba cada una de las escenas con detalle, hasta que paró con más atención en una.
Un muchacho, y una chica. Él tomaba con suavidad su rostro, y ella cerraba sus ojos con delicadeza, para que luego, los labios de ambos se unieran en un pequeño beso.
Al pequeño e ingenuo Jisung le había parecido algo demasiado increíble.
Nunca había visto algo así fuera de la tele.
Fue corriendo hacía donde su mejor amigo, para luego, acostarse a su lado.
—¡No sabes lo que acabo de ver! ¡Un chico, besó a una chica en sus labios!
Minho rió con suavidad. Después de todo, contaba con un poco más de madurez, al ser dos años mayor que el pequeño Jisung.
—Sung, eso hacen las personas que... se quieren mucho. Puede ser como un saludo, o despedida. Es algo normal. –Respondió con suavidad el mayor.
—Oh... entiendo.
Y una vez más, la imagen del sonrojo de la chica, los labios de ambos unidos atacó su cabeza, como una escena demasiado bonita.
No tardó ni dos minutos recostado con su amigo, cuando de nuevo se fue a correr y saltar como el niño energético que era.
El sol comenzaba a caer poco a poco, y el cielo pasaba de un naranja brillante a tonos más morados y amarillos, para que luego, poco a poco una brisa fría se hiciera presente.
Minho se incorporó, pues no podían volver muy tarde. Llamó a Jisung, y éste volvió corriendo a su lado, para así comenzar a caminar juntos.
Para suerte de ambos, eran vecinos, así que siempre tenían compañía.
Como siempre, la caminata hacía sus casas era con una agradable charla de cualquier cosa, nunca de temas muy profundos, usualmente, cosas que los hicieran reír.
Luego de quince minutos, llegaron al frente de la casa de Jisung, a partir de donde Minho caminaba por unos instantes solo, ya que sus hogares tenían tres casas que los separaba de estar juntos.
—Hasta luego, Hannie.
Se despedía el mayor con ternura, despeinando con cariño los castaños cabellos del más pequeño.
Antes de que pudiera avanzar para irse, algo lo detuvo.
—¡Hyung!, espera. –exclamó con voz un tanto temblorosa Jisung.
Minho se acercó al chico, mirándolo a los ojos, esperando a que el chico dijera lo que tuviese que decir.
—Dame un beso.
Las mejillas del mayor se tiñeron de un rojo notable apesar de que la noche comenzará a caer.
—Jisung... yo, no puedo, los chicos no deben besarse.
Respondió un tanto nervioso, pero las pequeñas manos de Jisung se posaron en sus hombros, y sus ojos se encontraron con los del menor, que brillaban bajo las poca luz que había.
—Pero, ¿no se besan las personas que se quieren mucho?
El corazón de Minho latía con velocidad. Tragó saliva, y acomodó con delicadeza los cabellos que casi estaban en los ojos del menor.
Tomó a Jisung con delicadeza de sus manos, y lo movió a un costado de su casa, asegurándose que nadie podría ver.
Y armandose de valor, Minho agachó su cabeza a la altura de la del menor, para juntar sus labios por unos segundos en un suave, corto e inocente beso.
Un primer beso.
Jisung sonrió al instante en que Minho se separó, con las mejillas rojas y su estómago lleno de sensaciones que le provocaban cosquillas.
Se despidió de nuevo, agitando sus manos, y entró a su casa feliz.
Minho seguía pensando, ¿los chicos se besan con chicos?
Tal vez no, pero con Jisung haría una excepción.
