Prólogo.

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Siempre me he dejado manipular por las personas, pero soy consciente de que existe un límite que nadie puede cruzar...y mi hermana mayor acaba de pasar ese límite; sus comentarios siempre me lastiman y aunque con el paso de los años he aprendido a sobrellevar su conducta, esta noche se había pasado.

Es mi cumpleaños número dieciocho y abandoné mi hogar porque mi hermana se pasó de la raya. Me hirió y aunque trató de disculparse —a su manera, claro— había herido mis sentimientos y eso no tenía perdón.

Me detengo en medio de la calle y trato de tomar todo el aire posible. No me importaba que pensaran que soy una inmadura por haberme salido corriendo, necesitaba salir de ahí, me sentía asfixiada.

Miro hacia el cielo estrellado, me sorprende que no esté haciendo frío, de hecho, hace demasiado calor, o quizá sea porque estoy sudando y porque me agité. Me quito lentamente la chaqueta de mezclilla y me la amarró en la cintura mientras avanzo hacia ningún sitio en específico.

Son casi las diez y media de la noche y sé que es estúpido andar sola en la calle a estas horas, pero conozco el pueblo como la palma de mi mano y aquí no sucede nada del otro mundo. Y no, no soy esa típica chica estúpida que dice eso y a los cinco minutos la secuestran. Aquí no pasa nada escandaloso, lo único escandaloso son los chismes que inventan, esa es la principal razón por la cual odiaba vivir aquí, desearía estar demasiados lejos, irme a la ciudad, a cualquier sitio menos en este maldito pueblo.

Si tuviera la opción de irme a estudiar lejos, la tomaría sin dudarlo dos veces. Aunque es probable que mi padre me lo prohíba, siempre ha controlado mi vida y no me sorprendería que tratará de controlar esa decisión, porque ya lo hizo una vez. Me dieron la oportunidad de irme a Portland, Oregón hace año y medio, pero papá dijo que no y lo obedecí.

Me senté en la banqueta y eché la cabeza hacia atrás. Cerré los ojos y traté de imaginarme viviendo en Portland. Quise imaginarme teniendo una vida normal, lejos de toda la toxicidad que vivía aquí en WonderWood. Me imaginé la mudanza y lo cómoda que me sentiría al respecto. No soy una chica que le gusta las cosas nuevas y tampoco me gustaba experimentar, pero Dios...desearía tener al menos tener esa oportunidad de experimentar algo nuevo.

Nunca me salgo de mi zona de confort, pero ¿qué se sentiría hacerlo una vez en mi vida?

Abrí los ojos y regresé a esta cruda realidad, en la cual he tenido que soportar por casi dos largos años. No digo que antes no era así, esto lleva poco. Mi hermana, Sophia, es el mismísimo diablo conmigo, siempre suele herir mis sentimientos y piensa que solo porque tiene un gran empleo y tiene al novio perfecto, es mejor que las demás personas cuando en realidad está lejísimos de serlo. Y papá...papá es papá.

Me abracé a mí misma y me quedé mirando hacia la sucia calle. Algunos autos pasaban, pero no había nadie en la calle más que la soledad y yo, claro; me puse de pie, más que dispuesta a irme.

—Tienes un buen perfil para dibujarte —una voz dijo a mis espaldas.

Me sobresalté inmediatamente y me di la vuelta para encontrarme con el intruso. Era un intruso por haberme interrumpido en mis pensamientos más ocultos y más porque yo quería estar sola.

—¿Eh? —pregunté incrédula.

Él chico sonrió y agachó la cabeza, sin embargo me miró a través de sus largas pestañas.

—Que tienes un buen perfil para dibujarte.

Fruncí el ceño y tragué saliva.

—¿Me estabas observando?

—Estaba en el restaurante de enfrente —dice él. Señala el viejo restaurante que, claro, está enfrente—. No quería molestarte, pero te veías incomoda.

El secreto que nos une.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora