1. Hombre de las estrellas

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Había un telescopio cerca de la ventana, el cual Terson había recibido como regalo. Esto había sido una tendencia en toda la aldea, ya que al menos la mitad de personas allí eran astrónomos. En este caso, también sería correcto decir que esa era herencia de su padre.

Cuando Terson recibió el telescopio, sólo tenía cuatro años de edad, y escuchaba historias diversas acerca del espacio en general: una de ellas decía que la tierra y las personas estaban justo en el medio del universo, de modo que al mirar una dirección había sólo tierra y mar, y hacia la otra había sólo nubes y estrellas.

Él escuchó, sin querer, a alguien más decir que cuando las personas morían, sus almas se perdían en el espacio y que podían ser recuperadas. Entre tantos otros pensamientos, su mente fue acoplándose al propósito de la aldea: la búsqueda del saber a través de un estudio a las estrellas.

Al ver el cielo, imaginaba lo grande que el mundo podría ser. Intencionalmente, escuchó alguna plática de su padre con sus compañeros acerca de qué podría haber más allá del mar. Se había encontrado una isla tan lejos del continente, que sólo era visible cuando uno navegaba por varias horas.

Al tener edad suficiente para inferir lo que otros decían, imaginaba que el mundo era infinito; hacia cualquier lugar que caminaras siempre había más, y siempre había continuación aunque las tierras estuvieran separadas por mares. Algunos decían que había un fin, y que en algún punto, el agua comenzaba a caer. Eso le hacía preguntarse de dónde venía el agua que llenaba el mar, y porqué nunca se acababa en ese caso.

Claro que, no se atrevía a compartir tales pensamientos con otros, pues no había forma de que él mismo los comprobara, y no era de los que hablaban sólo por hacerlo. Al contrario: todos decían que era un niño de pocas palabras.

Los sucesos de la vida no son para nada algo aleatorio. El padre de Terson necesitaba una nueva lente para uno de los telescopios, cosa que el herrero podría fabricarle. El herrero sin embargo no estaba en su casa, ya que había ido a pedir un favor a la agricultura. Por su parte la agricultora, al estar atendiendo al herrero olvidó que debía ir a casa del padre de Terson a dejar un par de pasteles de calabaza. Tres sucesos aparentemente independientes se entrelazaron y dieron lugar a un acontecimiento terrible.

La aldea ya tenía un gran tamaño; estaba llena de casas y otras estructuras de piedra y ladrillo que podían fácilmente dar una sensación laberíntica.

En unos minutos iba a oscurecerse el cielo, pero Losus pensó que no tardaría, así que no se detuvo a recordarle a su hijo que se quedara en casa hasta que él volviera. Terson sabía que los pasteles de la agricultora estaban llegando tarde, cuando alguien tocó la puerta. La mujer que estaba afuera, al no escuchar respuesta, se acercó y encontró la figura del pequeño niño a través del cristal.

-¿Tu padre? -preguntó ella, viendo que el niño estaba solo.

-Va a volver... me dijo que usted vendría...

-Y... te dejó para que alguien los recibiera. -Advinó sutilmente la mujer. Su carácter suave y su apariencia cuidada eran agradables.

Terson abrió la puerta, dejando que ella pasara.

-Sí. -Respondió el niño, concentrado en hacer bien la tarea que se le había encargado.

-¿Qué está haciendo esta vez? Supongo que no tardará, así que lo esperaremos aquí, ¿está bien?

-Fue con el herrero. -Habló Terson, sólo en respuesta a la primera pregunta.

-Pero si yo acabo de ver al herrero, y dijo... -comenzó, pero se detuvo. -Espero que no lo esté esperando.

LEGADO DE ANMITER: BRUJO Y EXEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora