Capítulo 2. Black Moon

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En el palacio oscuro, ubicado en Némesis que es la capital del reino de Black Moon. La reina Esmeralda, el Príncipe Diamante y los miembros del consejo, mantenían un acalorado concilio.

—Me niego rotundamente a ir por esa chiquilla —alegaba la reina Esmeralda mientras se abanicaba con indignación.

—Mi señora, entienda por favor que es protocolo. Usted tiene que recibir a la futura reina —dijo Achiral en tono conciliador.

—¡Pero si yo soy la Reina! —replicó Esmeralda tan ofendida como si hubiera recibido una fuerte bofetada.

—No. Usted es la regente del Príncipe Diamante, no se confunda —dijo un hombre encapuchado con voz imperativa—. Y he de recordarle que la Reina Serenity nos dio una dote muy generosa, será una gran ofensa para el reino del Milenio de Plata.

Esmeralda torció el gesto claramente indignada y apeló a la benevolencia de su hijo, que se encontraba jugueteando con una pluma y un tintero sobre la mesa sin prestar mucha atención.

—Madre, ve a recibir a mi futura esposa —dijo el Príncipe sin dejarla hablar.

—Llegará mañana al medio día, será mejor que se prepare para partir —acotó Wiseman.

.

Y ahí estaba la reina Esmeralda en la frontera con el reino del Milenio de Plata. Se encontraba al interior de una suntuosa tienda que habían preparado para recibir a la princesa. Estaba tan molesta que se desquitó en más de una ocasión con las pobres almas que se le llegaban a atravesar.

No sabía que le molestaba más, si tener que recibir a la futura esposa de su hijo, o que su amado hijo pronto fuera a contraer nupcias. Aunque era por el bien de Black Moon (y de sus arcas que estaban prácticamente vacías), necesitaba más que nunca la alianza con su reino vecino y a su ver, la alianza más duradera era la que se sellaba con un matrimonio. Aquella había sido la única decisión acertada durante su regencia.

—El carruaje de la princesa se acerca —anunció un guardia.

Dentro del carruaje, una nerviosa Serena se frotaba las manos con ansiedad. Nunca en su vida un viaje le había resultado tan rápido, se sentía agobiada y temerosa de no complacer al Príncipe Diamante. Tan inmersa estaba en sus pensamientos que apenas y reparó en que el paje abría la puerta del carruaje. Su dama la tomó de la mano y le hizo un gesto amable para calmarla.

Cuando la princesa descendió del carruaje, se encontró frente a ella a un hombre alto, de larga melena platinada y de ojos grises y amables. Junto a él estaba la reina Esmeralda, no podía equivocarse pues ningún noble podría traer tantas joyas encima. Pareciera que la reina reflejaba los mortecinos rayos matutinos, su collar de esmeraldas era obscenamente grande y llamativo, y la corona de rubíes que le adornaba la cabeza, parecía que le rompería el cuello en cualquier momento y claro, la luna negra en cuarto menguante en su frente era el símbolo de la casa real de Black Moon.

—Bienvenida princesa Serena del Milenio de Plata —dijo el hombre de larga melena platinada con solemnidad e hizo una reverencia ceremoniosa —. Mi nombre es Achiral, tesorero mayor de Black Moon. Me permito presentarle a su majestad: la Reina Esmeralda.

Serena hizo una reverencia y sonrió con nerviosismo. Rogaba por agradarle a la reina.

La reina Esmeralda la escudriñó de pies a cabeza. Serena era una chica amable, tierna y compasiva; parecía la esposa perfecta para su hijo pero, no le agradaba la pureza que le reflejaban sus ojos y mucho menos le agradaban sus finas facciones, sin duda alguna era muy hermosa, tanto que podría opacar su propia belleza.

La Reina infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora