◆Epílogo◆

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El joven corría por las inmediaciones del bosque, en busca de aquella ave grisácea que había robado su atención desde que la vio pasar por encima de su cabeza, y que tiempo después, pudo notar que se encontraba en compañía de otro animal, uno más grande y de diferente especie.

Extraño. Sumamente extraño.

Su corazón latía cada vez más rápido y su respiración se volvía dificultosa, pero no representó ningún impedimento para seguir corriendo detrás de ellos.

Su meta era conseguir al ave.

Su plumaje lo había dejado encantado y su habilidad al volar, incrédulo. No podía dejar pasar la oportunidad. Debía obtenerla para entrenarla y hacerla su compañera. Así como su hermano mayor había hecho de su perro, su fiel compañero.

Sólo que había un problema: él nunca fue de perros. Le gustaba jugar con ellos de vez en cuando como a todo chico, pero en general, prefería otros animales. Los que volaban, más que todo. Siempre se había sentido atraído por aquellas criaturas con la capacidad innata de volar e ir lejos con el viento. Y esa preferencia se volvió amor cuando en el pueblo de Sunrise, ubicado a unos cuantos kilómetros de la ciudad capital de la próspera Nación de Miracles, se instaló un viejo guardia ya retirado por la vejez. Hoseok Jung era su nombre, y éste cargaba un perico en su hombro, con el cual hablaba todo el tiempo, sorprendiendo al joven de cabello negro cuando el mismo respondía a la palabrería de su amo.

Era increíble y hasta gracioso de ver o escuchar sus conversaciones.

Así, no dejó de ir un sólo día a la casa del viejo guardia después de ir a la escuela y realizar sus respectivos quehaceres para con su familia, a visitarlo e interrogar el cómo había hecho para entrenar de manera tan excepcional al perico, ya que él, joven como era, quería un amigo como aquella ave de colores verde, amarillo y azul, que le acompañara en sus futuras travesías durante mucho tiempo.

El guardia se reía de su entusiasmo y en cambio le respondía que le enseñaría cuando consiguiera finalmente su propia ave.

Desde entonces había tratado de hacerlo y fracasado en cada intento. Varias moretones y rasguños adornando su cuerpo podían dar fe de ello. Pero no esta vez. Esta vez lo lograría. Aquel hermoso halcón sería suyo sin lugar a dudas.

Por lo que allí estaba, sin saber por cuanto tiempo había corrido o cuánto se había alejado de Sunrise, rodeado de árboles inmensos y posibles bestias al acecho. Pero una vez más se armó de valor y agudizó sus sentidos, escuchando el crujir de las ramas y los aleteos venir de un lugar a su izquierda, así que los siguió, hasta dar con un riachuelo que cortaba el paisaje en dos.

El espacio era bonito, bastante agradable para pasear, descansar y pasar el rato con amigos. Estuvo analizando sus alrededores por un largo tiempo, pensando en cómo marcar el sitio para ser capaz de volver en otra oportunidad con compañía.

Entonces se dio cuenta: los dos animales que había estado siguiendo con tanto fervor, esperanza y anhelo, habían desaparecido.

El chico bufó, molesto consigo mismo. Nuavamente había fallado en conseguir un ave.

- A este paso jamás llegaré a entrenar alguna cosa siquiera -se quejó, mientras se sentaba a orillas del río, tomándose del cabello alborotado-. Y ahora ni sé dónde estoy.

Entonces cerró los ojos y gritó en frustración, deteniéndose sólo cuando escuchó el crujir de unas pisadas acercándose. Abrió los ojos y su pecho se infló de emoción.

Allí estaba. El glorioso halcón. Su halcón.

Claro que no contaba con que el ave ya tuviese dueño y estuviese reposando en el hombro del mismo al otro lado de un riachuelo de aspecto mágico y cristalino, en el momento en que dejó de emocionarse para notar el importante detalle.

- Ya veo de dónde sacó Jeongguk su gusto por las aves -dijo el extraño frente a él, cuyo cabello blanco con astas de ciervo y orejas puntiagudas resaltaban más que el hecho de que se encontraba semidesnudo a mitad del que una vez fue: el bosque prohibido de Miracles. Su anatomía le recordaba mucho al animal que había visto acompañar al halcón: el ciervo blanco-... es un gusto volver a verte, Taehyung -le tendió la blanquecina mano, la que el chico de dieciséis años, tan sorprendido como estaba, dudó y tardó en tomar debido a las delicadas líneas plateadas que adornaban su brazo con formas de ramas alrededor de toda su extensión y que brillaban tenuemente al acercarse a él, llamándolo. Así que la tomó con temor, para ayudar a levantarse, pero sintiéndose extremadamente feliz una vez lo hubiese hecho-. Ha pasado un tiempo, querido amigo.

Entonces la criatura volteó la mano de Taehyung, dejando a la vista la marca de nacimiento en el interior de su muñeca, una a la que nunca le había dado forma hasta el día de hoy: la de un ave en pleno vuelo.

"Te nombramos Taehyung en honor al antiguo Rey de Miracles: Taehyung V, padre del que fue nuestro último Rey, Jeongguk I. Y aunque murió joven, con tan solo 36 años de edad para ese entonces, hizo mucho por nuestra nación, TaeTae. Y así le siguió su hijo... Fuimos muy bendecidos gracias a ellos, ¿lo sabías? ¿alguna vez te conté la historia de un importante ser místico en Miracles? Era conocido como..." Las palabras de su bisabuela resonaron como una campana.

Taehyung subió su mirada a las dos presencias, la criatura mística y el halcón en su hombro, solo para ser partícipe de la transformación de este último en un ser de aspecto humano.

Sonrió enormemente al reconocerlos a ambos.

- Ya lo creo... Monarca, Jeongguk. Han pasado unas cuantas estaciones.

Monarch [Jikook/Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora