Pokemon V: La Batalla Contra la Elite

Capítulo XXXIV

     Nos reunimos todos en un círculo. Estamos sentados en la posición de loto y Jackie habla sin parar. Ha dibujado un mapa entre nosotros, trazándolo todo con un dedo sobre la tierra. Incluso con sus garabatos, el sitio donde la batalla final debe llevarse a cabo parece enorme. Un mundo pequeño dentro de otro mundo más grande.

     —Existen ocho entradas alrededor —explica Jackie, todo lo señala haciendo marcas en su mapa—, cada una está vigilada por cuatro hombres que tienen órdenes de asesinar a todo lo que se mueva dentro de nuestros territorios.

     — ¿Van armados? —pregunta James, Jackie lo fulmina con la mirada como si él hubiera dicho la mayor tontería del mundo.

     —Tienen su propia armada de Pokemon —dice Jackie—. Además, hay vigilantes en los edificios más altos que se encargan de cuidar nuestro espacio aéreo. Y a miles de pies por encima de nuestras cabezas hay aerodeslizadores y Pokemon voladores que también atacan a todo aquel que se acerca demasiado.

     —Entonces no hay forma de entrar —comenta Sheryl.

     — ¿Qué tal si entramos por debajo?

     Me miran como si hubiera dicho una tontería.

     ¡Qué tiempos!

     —Buena idea —concede Jackie y comienza a trazar una línea entre todas las calles de ese lugar tan gris—. Existen los túneles de las cañerías que cruzan todo este lugar, podemos entrar mediante el Basurero.

     — ¿Qué cosa? —dice David.

     —Es el sitio a donde llevan a los Iniciados que no sirven —explican Harumi y Kaoru a la vez.

     —Hay una alcantarilla cerca de ahí, podemos entrar y nadie nos descubrirá.

     — ¿Ese sitio no tiene vigilancia? —pregunta Diamond.

     —No, está desolado —responde Jackie—. Los túneles de la cañería tienen distintas salidas, nosotros usaremos la que está más cerca del sitio donde se esconde el Jefe.

     —Un momento —interviene Onyx—. ¿Qué es en realidad lo que haremos? ¿Cuál es el plan de acción?

     —Destruir a la Elite —le respondo.

     —Atacar al pez más grande podría ser un error —dice Mewtwo—. Propongo, humanos, que ataquen todos los lugares adyacentes. Quemen ese lugar, hagan todo tipo de destrucción para que ese humano salga.

     — ¡Tendremos rehenes! —Exclama Flareon—. ¡Lo haremos pagar por todo! ¡Asesinaremos a todo aquél que quiera defenderlo!

     —No vamos a comportarnos como él —intervengo—. A ese hombre no le importará si nosotros matamos a unos cuantos de sus hombres, él estará tranquilo y cómodo en su estúpida oficina mientras no nos metamos con él. Y lo que quiere es que nos volvamos monstruos como lo es ese sujeto.

     — ¿Piensas entrar y no asesinar a nadie? —pregunta Sheryl arqueando una ceja.

     —Lo que pienso es que no mataré a nadie que no lo merezca —le respondo con severidad, ella sonríe.

     —Perla tiene razón en que el Jefe no saldrá a enfrentarlos —interviene Kaoru—. ¿Cómo piensan deshacerse de él entonces?

     —Dándole una cucharada de su propia medicina —le respondo—. Le daremos un tiempo límite. Y si él no sale, entonces…

     — ¿Entonces qué? —urge David.

     Me tomo mi tiempo para responder.

     —Entonces yo iré por él.

     Bien, lo he dicho.

     Ya no hay marcha atrás.

     —Debemos acordar un límite de tiempo —dice Jackie—. En caso de que nada funcione, tendremos que escapar.

     — ¿Qué resolvería eso? —le digo un poco exasperada—. No voy a ocultarme toda mi vida. Todo terminará hoy. Caerán ellos o caeremos nosotros, pero esto no se terminará con un simple empate.

     Ellos asienten y comenzamos a idear nuestro plan de acción.

     Esto está cada vez más cerca de terminar… Y no seremos nosotros los que perdamos.

     No puedo quedarme aquí ni un minuto más, me niego a hacerlo. Tengo que volver a casa, tengo que irme de aquí.

     —Jason.

     Siento un escalofrío recorrer mi espalda cuando su voz se escucha a mis espaldas. Es, quizá, la primera vez que él viene a verme personalmente, sin necesidad de que yo vaya a buscarlo. Eso no puede ser bueno.

     —Señor…

     Una de sus ásperas menos se posa sobre mi nuca, su tacto me causa más escalofríos.

     —Nunca te había visto tan aterrada, tan culpable…

     Mierda, mierda, mierda…

     — ¿Me tienes miedo, Jason?

     Sé que está sonriendo, apostaría mi nariz a que está sonriendo.

     —No, señor.

     Su mano aprieta con más fuerza.

     —Deberías, Jason… Deberías…