Declaración: Los personajes pertenecen a sus respectivas autoras (Kyōko Mizuki e Yumiko Igarashi); La historia, pertenecen a mi latosa imaginación. Sin fines de lucro.
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.By Gissa Graham
Desde mi incómodo asiento en el gabinete más alejado de esta cafetería, miro por la ventana y no hay nada allá afuera más que nieve; esas bolitas de basura voladora que se congela por acción del frío, llenándose de escarcha y que la agente cree es lo más hermoso de esta época: Navidad. Como si Navidad lo fuese todo. Lo único que yo puedo ver es gente comprando, caminado de un lado a otro atiborrados con bolsas con un elegante logotipo grabado a un costado.
¿Eso es Navidad?, ¿eso es compartir?... eso no es nada. Lo sé, lo sé muy bien. Lo sé porque yo lo tuve, yo tuve esa sensación de compartir en la palma de la mano y lo deje escapar como los tontos relojes de arena se vacían; la pequeña e incomoda diferencia es que probablemente yo no pueda volver a llenarme con sólo girarme.
!Demonios¡ Sólo estoy viendo por la ventana en un mal intento por escribir, sin embargo ni una mísera línea llevo el día de hoy, imposible cuando aún te pienso una... tal vez dos veces, tres veces al día cuando me descuido. Mejor no descuidarse, jaja. Me río de mi mal chiste.
Vuelvo a mirar por la ventana y sigue la nieve. Sí, odio el invierno. Bueno, tal vez sólo me desagrade lo suficiente, como espero que tú también lo detestes lo suficiente, no mucho, pues el invierno también nos permitió conocernos. Aunque por momentos me parece creer que desde esa noche en que te fuiste ya no hay más. Sí, tú decidiste y yo acepte tu decisión. Pero dolió, y sigue doliendo.
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Y ya no puedo seguir escribiendo, no puedo mover esa maldita estilográfica para completar este guión. Este guión que hablaba de la guerra y termino hablando de enfermeras voluntarias; hasta en lo más mínimo estas presente, hasta en esta cosa que intento convertir en una obra de teatro.
Te quiero en mi vida. Lo único bueno que me dejo esto, fue darme cuenta que tú eras, tú eres, tú serás. No eras una etapa. Eres... Tú.
¡En qué patético cursi me he convertido! Me auto regaño. Y de nuevo mi rostro se gira hacia la ventana.
Afuera la nieve sigue cayendo. La gente sigue creyendo que es la cosa más bella que hay en esta temporada, eso, las luces y los regalos. Regalos, yo sólo quiero uno, pero al parecer es demasiado lo que pido, ese regalo es demasiado para mí. No obstante, yo no soy alguien que se compadezca a sí mismo, no más desde hace años.
De nuevo mis pensamientos me llevan a eso que no me ha dejado conciliar correctamente el sueño: a que no respondiste a mi carta. Cuatro meses, dos semanas y tres días desde que te la mande. Ni siquiera sé si te llegó, pero quiero creer que sí. Quiero pensar que sí leíste lo que quería que supieras.
Una última mirada, ya no hay más que hacer por aquí. Y no sólo me refiero a la cafetería, al guión, a ser actor de Broadway. Ya no hay más que hacer en Nueva York, en Estados Unidos. Es tiempo de volver, de regresar y volver a empezar en Inglaterra.
Cierro los ojos para recargar mi peso contra el respaldo, para dejarme ir y asegurarme que esta es la decisión correcta. Que ya no hay nada más y que no me pesa dejar esto.
"Plot" el sonido de un plato dejado enfrente de mí me hace abrir un sólo párpado para ver quien ha osado venir a interrumpir mis pensamientos. La chica rubia que ha atendido mi mesa desde hace un año, cuando tomé esta cafetería como mi refugio para convertirme también en escritor de obras de teatro, es quien me mira con una tímida sonrisa como queriéndose disculpar, me conoce y sabe que me molesta ser interrumpido si no soy yo quien la ha solicito.