Capítulo 5

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Me encontraba a su lado, tumbada. Mi brazo rodeaba su cintura y mi cabeza reposaba entre su hombro y parte de su pecho. Mi brazo me hacía consciente de las subidas y bajadas, a veces drásticas, de su torso al intentar respirar con normalidad. Un sudor pegajoso le bañaba. A mi no me importaba.
De vez en cuando le miraba, intentando que no se diera cuenta, su rostro arrugado de angustia causado por el dolor que no se desprendía de él. A veces su cuerpo también se tensaba, pues movía las piernas y arqueaba la espalda levemente, siempre intentado que no se notara.

Le estaban arrebatando la vida, poco a poco, lentamente.
Él se resistía. Se aferraba a esa vara ardiente que lo mantenía con vida para que la muerte, que tiraba de sus pies, no pudiera arrastrarlo al mundo del no retorno, aunque le quemara en el proceso.

Óscar quería seguir viviendo.
Óscar seguiría viviendo.

Pasado un tiempo, no sé si horas o minutos, mis compañeros habían conseguido conciliar el sueño. Sin embargo, yo seguía observando las ya tenues llamas de la fogata que luchaban para no extinguirse. Gracias a eso podía ver dónde estábamos. Bajo una piedra sobresaliente de la arena con forma irregular rectangular. El fuerte ruido que había de fondo era, nuevamente, una tormenta de arena y el muchacho, que se encontraba al otro lado de la fogata, había creado una barrera que nos protegía de ella.

Me preguntaba si esto de la magia tendría consecuencias. Si también él podría llegar al estado en el que está Óscar. Si la magia podría quitarle poco a poco su vitalidad, su energía o su vida. A lo mejor por eso no la utilizaba con frecuencia. A lo mejor por eso se negaba a ayudar a Óscar, para no arriesgarse a dañarse a sí mismo. ¿Sería eso? ¿Me habrá mentido para no arriesgarse? ¿Para salvarse a sí mismo?
Después de todo este tiempo, después de todo lo vivido, teniendo una solución, ¿dejaría a Óscar perecer en medio del desierto?
Me lo advirtió Óscar.
Deposité mucha esperanza en él. Confíe ciegamente y nos está llevando directos a un precipicio de desesperación para que caigamos en el abismo. Debí haber imaginado que solo siente rencor. Rencor hacía Atari, hacia mí por el mero hecho de parecernos. Me odia. Quiere acabar conmigo y con todo lo que me rodea. Ya lo intentó una vez en el oasis. Pero no le daré esa satisfacción. Puede que pierda a Óscar, pero juro que a nadie más. Ni uno más. Nadie.

...

Paré en seco al oir una voz. Mi respiración acelerada, mis manos temblando y mi mirada puesta en el rostro tranquilo de Yoi, durmiendo. Las gotas de sudor resbalaban por diversas zonas de mi cara. Mis ojos se abrieron horrorizados al ver que lo que sostenía, era la navaja que me confió Óscar.
El arma bailó un momento en mis manos temblorosas, sintiendo como si no me pudiera desprender de ella. Por suerte, acabó en el suelo. Llevé mis manos a mi pecho apretando fuertemente la camiseta, intentando que dejaran de temblar, sin embargo, me di cuenta de que todo mi cuerpo lo hacía. Estuve a punto de matar, a sangre fría.
¿Qué estaba haciendo? ¿En qué clase de monstruo me estaba convirtiendo?

Canturreó la misma voz en mi oído.
Me giré rápidamente, asustada. Observé con atención el lugar, pero no había nadie. El cuerpo de Óscar reposaba en la arena, mi alforja estaba a escasos centímetros de él, no había nadie más. Lo supe con certeza gracias a la fogata, que aunque estaba apunto de extinguirse, iluminaba lo suficiente como para ver con claridad mi entorno.
Me sobresalté al oirlo otra vez. Aquella voz. Había vuelto a susurrarme en el oído y seguía sin ver nadie. Mis manos empezaron a sudar de nuevo, mi corazón se aceleró y no pude controlar la velocidad y pesadez de mi respiración.

《Un metamorfo》.Fue lo primero que pensé.

Pero me extrañó que no hubiera adoptado mi forma o el de algunos de mis compañeros. ¿Sería un metamorfo? ¿O a Yoi se le había olvidado comentar a alguna criatura mágica más?

Me sobresalté cuando al fondo de nuestro refugio, donde la piedra chocaba con la arena, empezó a formarse una agujero. Mi mirada se fijó en aquel lugar, viendo sorprendida ese fenómeno sin saber cómo reaccionar. Me quedé esperando a que algo sucediera, a que a lo mejor algo o alguien saliera. Un metaformo fue lo primero que pensé, pues no tenía conocimiento de otra criatura que no fuera ese o el hijo de Atari, quien se aparecía en mis sueños, al no notar presencia alguna descarté la posibilidad. Esperé a que algo ocurriera, sin embargo no pasó. Tragué saliva nerviosa.
El ambiente quedó sumergido en un silencio tenso y aterrador que me invitaba adentrarme en lo desconocido. Tenía miedo, pero sentía que debía ir.

Avancé lentamente, con precaución. De alguna manera mi miedo seguía queriendo darme una razón para no entrar, pero mi curiosidad solo me empujaba a resolver aquel misterio. Estando a un paso de distancia, me detuve y miré hacía el interior. Una escalera que se perdía en la espesura de la oscuridad. Se escuchaba el sonido de la arena resbalando por los escalones. Pude darme cuenta de que cada escalón estaba repleto de inscripciones, las cuales no pude llegar a entender. Se oía el sonido de una brisa que acariciaba mi rostro.
Desafortunadamente para el miedo, la curiosidad volvió a ganar y me adentré en lo desconocido sin saber que pasaría después de tomar el riesgo.

Lo que no sabía en aquel momento es que alguien me observaba marchar en silencio, con el corazón encogido y las manos temblando. Deseando que no emprendiera ese camino porque sabía con certeza lo que iba a pasar, pero también sabía que debía ir y que no me podía detener. Apesar de todo, Yoi albergaba una mínima esperanza de volverme a ver.

¿Qué creéis que va a pasar?
Espero que os haya gustado.

-Anastasia-

Leyendas de la realeza II: La fábula del magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora