Estaba sentada en un banco de madera, bajo la sombra de un enorme árbol de cerezo, cuyos brotes de flor se encontraban a un paso de manifestar su exuberante belleza, guiados por el manto de primavera que ya se hacía evidente en el entorno. El aire fresco que casi imperceptiblemente comenzaba a impregnarse de calidez, acariciaba su rostro amargo y mecía apacible su cabello azabache.
Miraba absorta el maravilloso paisaje que ofrecía el Lago Ashi, coronado, a lo lejos, por la imponente presencia del Monte Fuji. Sin embargo ese ensoñador paisaje no lograba conmoverla, ya que la tristeza, impasible e inescrutable, parecía haberse apoderado de sus ojos chocolate.
Luego de abandonar el hospital en compañía de Kouga, le pidió que la llevara a Hakone, una pequeña ciudad de la prefectura de Kanagawa, en donde tenía una casa que su abuela le había obsequiado en vida. Era un lugar hermoso, alejado del estruendoso ruido de la ciudad, custodiado por gigantescos cedros, que servían para ofrecer un espacio lleno espiritualidad, en donde era inevitable la meditación y la búsqueda de sí mismo. Aunque para la joven significaba una guarida, la única alternativa de escape que se le había ocurrido.
Antes de salir de Tokio, Sango había ido por sus cosas y por las de Shippo. Encontrándose con ella y Kouga, para emprender la "huída".
Era ridículo, dadas las circunstancias, que fuera ella la que debía escapar, pero el miedo era más fuerte, bloqueando toda idea o posible solución, y quizás era lo mejor, alejarse y poder pensar con más calma, evitando con ello un posible atentado contra Inuyasha.
Kikyo le había demostrado con creces lo que era capaz de hacer, por lo tanto ¿qué otra elección tenía, sino la de obedecer y marcharse?
Volteó al escuchar los agudos ladridos de un cachorro que corría torpemente tras un risueño niño. Sonrió al verlos, sintiéndose aliviada de que Shippo no haya hecho tantas preguntas, y se adaptara tan rápido a los bruscos cambios a los que se había visto enfrentado en tan corto tiempo.
- ¡¡Alcánzame Inukin!! – gritó el pequeño esquivando los juguetones e inofensivos mordiscos del cachorro. Era un Akita de suave tono dorado en el lomo y blanco en el pecho.
Debía agradecer a Kouga por haber pensado en comprar el perro a Shippo. Fue una excelente técnica de distracción para él. Se lo regaló poco antes de regresar a Kyoto, dado que no podía seguir postergando las citas con sus pacientes. Mientras que Sango continuaba haciéndole compañía, siendo ella quien viajaba hacia la ciudad en su camioneta, para realizar las compras. Y de vez en cuando viajaba a Tokio en el tren expreso "Romance Car", ya que estaba tramitando su traslado definitivo al hospital de Tokio, de hecho ese día se encontraba allá. No quería presionarla con preguntas, pero la idea de que esa decisión haya sido motivada por cierto joven de ojos azules, era cada vez más clara e indudable.
Se puso de pie casi con la mínima dificultad, su herida ya estaba cicatrizada y casi no tenía molestias. Caminó por el sendero de piedrecilla rumbo a la casa.
- Shippo, ya es hora de comer, ve a lavarte las manos – indicó
- ¡¡¡Siii... Tenemos hambre!!! – gritó corriendo hacia el interior de la casa, seguido por el ruidoso can.
Luego del almuerzo salieron a dar un paseo cerca del Lago, Inukin, resultó ser un espléndido nadador, al ir sin miedo tras las ramas que Shippo le arrojaba. Intentó volver al ritmo de esos dos, pero su condición física aún no lo permitía. Se sentó en la banca de la mañana, intentando recuperar el aliento, mientras el niño seguía correteando por los amplios jardines.
Escuchó el ruido del motor de un vehículo, sonriendo.
- Shippo, Por favor, ve a abrir la puerta a Sango – le pidió aún jadeante.
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Nisshoku no kokoro
RomanceAmor y felicidad, en un instante traducido a dolor y rencor. traición y maldad rodean la vida de Kagome, a causa del hombre que amaba y su propia sangre. La mente dice que el odio es más fuerte, ¿Pero que piensa el corazón, cuando cae prisionero de...