Capítulo 19.

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Grité con fuerza cuando la chica se abalanzó sobre mí, intenté correr y salir del callejón pero la chica agarró mi cabello en un puño y tiró de mi hacía atrás obligándome a mirarla. Pude escuchar un crujido en mi cuello y como las hebras de mi pelo se desprendían del cuero cabelludo causando un escozor en toda esa parte.

—¡Déjame en paz! —grité con desesperación intentando zafarme de su agarre.

Otro tirón de pelo me hizo caer al suelo de nuevo, esta vez con más fuerza que la anterior. Me sentía angustiada, desesperada e incluso casi al punto de sufrir un fuerte ataque de pánico. La chica aprovechando mi momento desprevenido y atontado por el golpe contra el asfalto, se montó encima de mí inmovilizando. Comencé a removerme cómo un gusano, queriendo escapar de ese lugar. Aún con mi cabello sujeto entre sus dedos levantó su otra mano libre y meció la navaja de un lado a otro enseñándome esa asquerosa sonrisa que quedaría para siempre grabada en mi memoria, y obligándome a detener mis movimientos.

—Has tirado mi mercancía, preciosa. Y tendrás que pagármelo de alguna manera—dijo maliciosamente, su aliento golpeó contra mi rostro y las ganas de vomitar me inundaron.

¿Nadie podía verme? Al fondo del callejón había algunos bares, ¿por qué nadie escuchaba nada? Sentí como mi vista comenzaba a nublarse, empañándose por las lágrimas.

—Suéltala. —Una voz ronca, oscura y masculina a un costado de nosotras nos sacó a ambas de balance. Mi sistema se relajó automáticamente al reconocer la voz e incluso no pude evitar dejar escapar un jadeo de alivio.

La chica miró de dónde provenía la voz, su rostro se volvió completamente serio y todo rastro de sonrisas maliciosas desapareció, quedando una profunda confusión e inclusive... ¿miedo? Levanté levemente el rostro, divisando entre mis ojos empañados de lágrimas. 

—¿O qué? —preguntó en un acto de valentía la chica. Por favor, Castiel. Quítamela de encima.

Al no recibir respuesta de parte del chico, soltó una fuerte carcajada y giró nuevamente su rostro hacía mí. Mirándome con esos ojos drogados me sonrió, apreté los labios intentando controlar el remolino de sensaciones que empezaban a crecer sobre mi pecho. Pasó su lengua por sus labios, dejándome apreciar un piercing en esta. Se acercó lentamente hacía mí.

—Por niñas ricas cómo tú, la gente como yo estamos en este estado de mierda. Maldita puta —susurró retorcidamente en mi oído, mis músculos temblorosos se tensaron. Quería gritarle que no era así, que yo no era una niña rica ni nada parecido, que solo dependía de llegar a fin de mes gracias a mis padres y que estar aquí era un privilegio que en el fondo creo... que no estaba aprovechando del todo, pero en vez de decir todo eso, me quedé callada. Temblando y sollozando.

Apuntó el cuchillo en la zona de mi pecho, abrí los ojos con terror cuando lo alzó hacia arriba mirándome con todo el odio posible. Apreté los ojos con fuerza mientras me dejaba la garganta al emitir el grito más fuerte que había soltado en toda mi vida.

Todo pasó en cámara lenta, en un microsegundo; la chica había sido empujada con fuerza hacía un lado, su cabeza había chocado contra la pared y solamente llegué a ver como caía al suelo inconsciente. Esto no puede estar pasando. Lloré ruidosamente cuando unas manos agarraron mis manos levantándome casi en volandas y obligándome a ponerme de pie. Sus brazos me atrajeron hacia sí, estrechándome contra su musculoso torso. Agarré su camiseta en un puño, desesperada y aterrada. No me podía creer que si hubiera llegado unos minutos más tarde quizás... yo no estaría aquí.

Sus dedos me acariciaban el cuero cabelludo maltratado y adolorido, como si quisiera intentar arrancar de mi piel y mente esa palabra... "maltratado y adolorido". No podía dejar de emitir sonidos lastimosos y estaba casi segura de que, contando mi anterior grito, la gente había comenzado a percatarse de todo.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora