Cerré cautelosamente la puerta del departamento de Jason. Traté de hacer silencio a medida que mis pasos avanzaban, y lo pude lograr. Me escabullí en mi habitación y me acosté. Las sábanas me brindaron el calor que necesitaba; apenas entré a la casa, un golpe de frío me atacó. Así, me quedé profundamente dormida al cabo de unos minutos.
Fue la dulce voz de Sebastián la que me despertó. Me costó abrir mis ojos, y tuve que pestañear varias veces. Cuando los abrí, ahí estaba el, su pelo rojizo algo alborotado y sus ojos castaños medio entreabiertos. Su camisa blanca hacía que el rostro se le iluminara. Parecía recién despierto.
- Anda, Nella, despierta. - Me dijo sonriente, con la voz ronca. Este chico nunca perdía su sonrisa, ni cuando tenía sueño. - Has dormido desde ayer, ¿Estás bien?
Asentí, pero mi estómago no decía lo mismo. Gruñó, y yo tuve que aceptarlo. - Pero estoy muerta de hambre. - Reí.
- Bien, prepararé algo para que puedas comer. - Dijo luego de reír conmigo. - Quédate aquí. - Me advirtió cuando salía de la habitación. ¿Acaso sabía que me había ido? Lo observé irse con su paso despreocupado.
Volvió al cabo de unos minutos con una bandeja, que contenía un sándwich bien preparado y jugo. Le agradecí.
No pronunciamos palabra mientras comía. Luego de comer, lo miré algo preocupada. - Debo hablar algo contigo. - Aparté la bandeja.
- Claro, dime. - Me miró atento.
- Tu no sabes lo que hay afuera de esas puertas - señalé la de la habitación como ejemplo -, ¿Verdad? - Negó con la cabeza. - Si supieras lo que he visto no te verías tan tranquilo.
- ¿Qué... Viste? - Sus ojos cambiaron de sentido, ya no eran atentos, si no curiosos.
Tragué saliva. - No lo puedo explicar con palabras. Pero todo se resume en que estamos en un edificio de investigación.
Se acomodó en su lugar. - ¿Qué tipo de investigaciones?
- No lo sé. - Negué. - Pero podría salir otra vez para comprobarlo.
Dudó. - ¿Prometes no meterte en líos?
- Prometido, cuentas con mi palabra. - Levanté mi mano en señal de promesa.
Asintió, algo más aliviado. - Bien. Pero recuerda contarme todo lo que veas.
- Por supuesto. - Asentí.
El hizo lo mismo y se levantó de su lugar, dirigiéndose a la puerta otra vez, hasta que un pensamiento lo hizo detenerse. - Espera. - Se dió vuelta y me miró fijamente a los ojos, los suyos iluminados. Su cabello seguía igual de despeinado que antes, pero su mirada y su actitud eran distintas. - ¿Qué... Qué haremos?
- ¿Con qué? - Respondí. - La idea es salir y seguir busc...
- No, no con eso. - Me dijo serio. Tomó aire, y se tomó su tiempo para decirlo. - Con nosotros.
Nosotros. Existía un nosotros. Claro que existía, desde el momento en que nos conocimos. Pero, ¿Era lo suficientemente fuerte?
- Siempre he querido preguntártelo, pero sabes que a veces varias cosas no se me dan bien. - Rió un poco y se alborotó una vez más su pelo.
Yo también siempre se lo quise preguntar. Vamos, que Sebastián era la persona más buena de todas. Durante todo ese tiempo me había ayudado con prácticamente todo, y siempre estuvo ahí para cuando lo necesitaba. Claro, ese era su lado, por una parte estaba él. Pero, ¿Y yo? Totalmente un desastre; no podía creer que este chico estaba enamorado de mi. Y lo peor, era que por culpa mía su relación con Jason no era de las mejores. De todas formas, pensar en un nosotros me hizo sonreír, a pesar de todas las preguntas que acosaban mi mente. Bajé un poco la mirada para pensar.
- No lo sé. - Negué con la cabeza. - Creo que ya sabes qué es lo que siento.
- Y tu también. - Me dijo, más aliviado que antes. Su actitud volvía a ser relajada. - Sólo... Piénsalo.
Dicho esto, esbozó una leve sonrisa y se fue de la habitación, dejándome más dudas de las que ya tenía. Sebastián era la única persona que me había echo sentir así por alguien. Era un sentimiento que una vez que aparece, nunca se acaba.
Amor.
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Entré a la sala de computadoras y me senté en frente de la segunda sección, la casa. No había ningún movimiento, pero yo sabía bien que había algo oculto. Cambié la cámara principal por donde suponía que había visto al niño, y ahí estaba. Sentado. Observando fijo hacia la ventana. Me estremecí, a pesar de saber que no podía atacarme. Luego apareció la muj... Jessica. Se sentó a su lado, a cierta distancia, y comenzaron a mirar lo mismo. Un humo gris se veía por el suelo, como si fuesen pisadas dejando su rastro.
Estaba tan concentrada que no me di cuenta de lo que había echo: había apretado el botón de mover la cámara. Y las cámaras hacen ruido cuando se mueven. La cabeza de Jessica giró a tal velocidad que no llegué a apagar el video y terminé en el suelo, gritando, con la cara de Jess al frente del lente gritando como nos había gritado antes de esfumarse. Seba entró corriendo y apagó la cámara. A pesar de quedarnos en silencio, mi mente seguía escuchando sus gritos, su cara deformada, su cabello enredado. No, definitivamente ella no iba a ser la misma que antes.
Sentía que Seba me miraba fijamente. Yo solamente miraba hacia la pantalla que estaba viendo minutos antes. Y me quedé ahí, sentada, quien sabe cuánto tiempo. Los chicos entraban y salían de la habitación, observaban las pantallas, hacían comentarios, me observaban a mi, y entendían que no estaba bien. Luego volvían a su trabajo, y así sucesivamente hasta que fue de noche. Mantuve mis ojos abiertos hasta que el sueño me invadió y me quedé dormida en el suelo.
Miedo.
- - -
La fresca brisa y el pasto que amenazaba con hacerme cosquillas me despertaron. Estaba en el suelo, afuera de una casa. No recordaba haberla visto antes, pero me sentí como en mi hogar. Me levanté y, despacio, a causa de mi confusión, mis pies comenzaron a avanzar hacia la puerta, hasta que escuché un ruido que provenía del piso de arriba de la casa. Entonces, ahí, sin pensarlo, comencé a caminar más y más rápido hacia la entrada. Pero no estaba caminando. Mis pies se sentían en el aire, ya no escuchaba el suelo crujir bajo mis pies.
Curiosidad.
Llegué a una velocidad asombrosa y abrí la puerta. A pesar de ser de noche y no tener ninguna luz, podía reconocer que había alguien. Me reí un poco y recorrí con la mirada hasta que encontré una forma para subir al piso de arriba. Subí las escaleras paso a paso, mientras miraba las paredes deterioradas. No estaban tan demacradas como mi aspecto. Había un espejo a mi costado, y deseé no haberme visto.
- Ya se que están aquí. - Canturreé, lentamente, como mis pasos secos. - Salgan de donde están. - Mi voz era peor a como lucía. Era ronca, sin ese tono que tenía antes. Me costó mucho hablar, y me dije a mi misma no volver a hacerlo. Si me comunicaba, tendría que ser de otra forma.
Escuché que se levantaban y cerraban con llave una especie de mueble; me enfurecí más. Seguí subiendo. Pero si me escuchaban, ¿Por qué seguir? De todas formas se iban a esconder y yo no iba a lograr lo que quería, como siempre. Me detuve en el último escalón. Si quería matarlos, debía hacerlo de otra forma.
Decisión.
Me acerqué hasta su ventana. Los miré salir del armario. Sebastián y Nella. Nunca hubiese creído que terminaran juntos. Nunca hubiese creído que, de los tres, ellos dos fueran los últimos en sobrevivir. Entré a la habitación y me quedé esperando a que me observaran. Se acercaron hacia la puerta, pero, cuando miraron para atrás, ahí estaba yo.
Desesperación. Sentía su desesperación.
Y yo había logrado eso.
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Sobreviviendo.
ParanormaleUn descubrimiento. Una carta. Un reality que se vuelve una pesadilla. 3 lugares. 3 personas. Un fraude. Una investigación. Marianela se encuentra en graves problemas al encontrarse con un grupo de gente que tratará de hacer su vida imposible. Deberá...