Capítulo 41

197 31 1
                                    

Matías Licea: Buenos días, perdón. Anoche me fui a tomar con unos amigos y se me olvidó por completo avisarte.

Me tallé los ojos otra vez para mirar de nuevo la hora, 5:35 a.m. ¿Era en serio?

Matías Licea: Me puse súper mal, anoche vomité en el carro, no podía ni caminar bien, al rato estoy seguro que me va a doler la cabeza horrible y tengo que ir hoy al WTC a una expo.

Anette Ibarra: ¿Quién te manda a tomar tanto? ¡Dios mío! ¿Por qué no aprenden a tomar?

Matías Licea: ¿Estás molesta?

Anette Ibarra: Un poco, ¿por qué son así con el alcohol? ¿Qué tiene de divertido emborracharse hasta no poder caminar bien?

Bloqueé el teléfono e intenté conciliar el sueño de nuevo. Era sábado, mi último sábado de vacaciones y no quería pasarlo despierta a las cinco de la mañana discutiendo por un tema que me tiene rara desde anoche. Y es que, ¿por qué son así? ¿Por qué no pueden tomar apropiadamente sin mala copear como Fabiola? ¡Aghh Fabiola! Aún no podía arrancarme de la mente todo lo que me dijo a pesar de que convencí a Oliver de que no me importó en absoluto. Por supuesto que me había importado, sus palabras fueron como un cuchillo que se enterró en mi cuerpo varias veces.

Apenas si pude dormir porque en mi cabeza sonaba lo mismo una y otra vez: «... y es que Anette, esa faceta tuya de mojigata a todos les aburre, ¿qué no fue por eso que te dejó Matías? ¿Qué no te dejó por cogerse a otra? Lo mismo Daniel, todos te dejan, ¿no te has preguntado por qué?» ¿En verdad cree que no me he preguntado eso? Mil veces intenté darle respuesta a esa pregunta y otras mil intenté justificar el por qué de lo que pasó. La monotonía, los años de relación, los malos consejos de amigos, la novedad, la falta de sexo y las constantes peleas para mí han sido las razones por las que Matías encontró consuelo en Carla. El no tener una etiqueta de novios, el que ni siquiera tocáramos un solo tema de índole sexual, el que nuestra relación pareciera estancarse en una amistad con besos incluídos es lo que he pensado de lo que paso con Daniel y Andrea, ¿en verdad Fabiola cree que no me he clavado en buscar un por qué?

Una vez más... Me volteé boca abajo y me puse la almohada encima, como si eso fuera a calmar mis pensamientos un poco.

[...]

Ni siquiera tenía ánimos para levantarme de la cama. Si bajé a desayunar, fue por todos los ruidos que hacía mi estómago al pedir comida y si me metí a bañar, fue porque no soportaba más el olor a cigarro que se impregnó en mi cabello ayer. Tenía cero ganas de existir, solo quería que me tragara la tierra y desaparecer un ratito, es increíble lo mucho que te puede dañar lo que dicen de ti, duele más que un golpe físico.

Miré mi teléfono de nuevo. 12:26 p.m., ya es medio día y yo sigo en mi cama acostada aún utilizando mi bata de baño, me sentía como Frida, que suele bañarse y quedarse en su habitación sin hacer nada por horas, solo mirando sus redes sociales. Solo que en vez de Instagram yo miraba Twitter, solo deslizando hacia abajo el time-line de mi cuenta para ver qué era lo que estaba sucediendo, RT's, favoritos, tweets que me daban risa, tweets que me hacían querer atravesar la pantalla para darle una bofetada a quién lo escribió... No había otra cosa que quisiera hacer hoy, pasarla acostada en la cama mirando mis redes sociales o la televisión. Probablemente vería una película más tarde o continuaría viendo Sex and the City.

Tomé el control de la televisión para prenderla y ver qué hay hoy en la programación de la televisión por cable antes de irme a Netflix, sin embargo, antes de poder navegar en la guía, mi teléfono llamó mi atención. Sergio está llamando, ¿por qué? ¿Querrá a mi papá? Mi papá salió temprano hacia el despacho, ¿por qué me está llamando a mí precisamente? Dejé de hacerme preguntas y contesté la llamada, debía ser algo importante, de lo contrario no estaría tan insistente.

Solo te quiero para mí  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora