Storgé (Cancelada)

#11

Le gustaba la tranquilidad que reinaba aquel lugar. Cerró los ojos sintiéndose un poco adormilado, el aire se apoderó del lugar y un aroma a pino inundó sus fosas nasales. No había mejor lugar para estar de vacaciones que aquel bosque.

Steve se recargó más en su asiento, abrió los ojos y miró con una sonrisa las clases de pesca que Tony les mostraba a Peter y Wade. Él decidió quedarse en la casa descansando, no es que no le gustara pescar, de hecho era bueno pero se sentía algo cansado por haber sido el conductor del viaje.

A pesar de no estar con ellos disfrutaba verlos felices, su mirada se centró en su esposo. Tony era hermoso de pies a cabeza, su sonrisa era contagiosa y sus ojos iluminados por el sol eran simplemente maravillosos. Steve suspiró sintiendo su corazón latir rápidamente, habían pasado años juntos pero él seguía sintiéndose aquel niño que miró anonadado a Tony por primera vez.

Aún lo recordaba, él tenía ocho años cuando Joseph los había llevado a una cena, Howard Stark era un gran amigo de su padre y ambos habían coincidido en un trabajo juntos. Recordaba ligeramente que se negaba en ir a cenar ese día pero Joseph lo había obligado. En el presente le agradecía a su padre que no hubiera cedido a su capricho de no ir.

Recordaba haber visto a un hermoso niño castaño escondido detrás de su madre, le había causado curiosidad así que le empezó a hablar. No se imaginaba que aquella platica y cena le cambiarían la vida. A pesar de todo nunca le gusto el trato de Howard hacia Tony, aunque era un niño sabía de antemano que el trato frío que recibía el castaño no era amor, había algo más detrás de eso, en el fondo deseaba no haber sido curioso en esa época.

– ¿Steve? ¿Qué haces aquí? —Steve sabía que Tony estaba asustado, lo podía ver en su mirada, esos ojos antes iluminados ahora eran opacos y sin el brillo característico que tenían, Steve respiró profundamente y tomó con cuidado la mano de Tony— Steve... tienes que irte, si Howard te ve...

– ¡No me iré sin ti! No mereces esta vida. Si no aceptas irte seguiré esperándote aquí en la rama, por favor Tony... Quiero que seas feliz.

Steve suspiró ante tal recuerdo, cada cierto tiempo soñaba con aquella ocasión, se preguntaba qué hubiera sido de Tony si no se hubieran fugado juntos esa noche. Probablemente seguiría siendo violentado hasta el cansancio por Howard cuando se encontrará pasado de copas, también seguiría recibiendo humillaciones por parte de Maria respecto a su orientación sexual. Apretó un poco los puños antes de poner su manos sobre su rostro, ligeras lágrimas resbalaban por sus mejillas.

– ¡Tony! Tenemos que irnos, Howard nos encontró. Agarra lo que puedas —Steve comentó agitado viendo cómo Tony se apresuraba, un rato más tarde tenían todo lo importante. Al acercarse a la puerta escucharon golpes y una voz conocida para ambos— Tony...

— Steve... ¿Que haremos? Howard entrará... Steve... Steve... ¡Steve! —Quitó rápidamente sus manos de su rostro notando la mirada confundida de su esposo, Steve tomó rápidamente la mano de Tony apretándola con fuerza mientras trataba de calmarse— ¿Estás bien? ¿Te sucedió algo, Stevie?

– Estás aquí a mi lado ¿Cierto? Tony...

El castaño lo miró comprensivo, sonrió rápidamente tratando de tranquilizar a Steve. Aquella época había sido demasiado difícil pero juntos habían logrado salir de esa situación.

Volteó y dirigió su mirada a Peter y Wade que estaban estupefactos, Tony sonrió de nuevo y con un movimiento de cabeza les indicó que entrarán a la cabaña. Se aseguró de que no estuvieran cerca y procedió a sentarse a un lado de Steve.

– Estoy aquí, Stevie... gracias a ti sigo aquí.

Steve miró el rostro de Tony, un pinchazo le llegó directo al corazón. Tony se sorprendió al sentir los brazos de su esposo rodeándolo, rápidamente acarició las hebras rubias de Steve, sabía que no se calmaría tan fácil pero sabía que quedarse así era la mejor manera de calmarlo.

– Gracias, Steve.