Capítulo II. Visita prolongada.

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— Ya llegamos —dijo mi padre—, despierta para que saludes a quienes se encargarán de ti durante este fin de semana —dijo con una sonrisa que expresaba felicidad de liberarse, al menos temporalmente, de mí. 

«Así de simple es mi padre...», pensé al ver lo obvio de su expresión. «¿Qué tramará este viejo verde?», pensé mientras achinaba mis ojos. 

— Me das a entender que tienes divertidos planes para tu fin de semana y que tú sí los cumplirás, ¿no, viejo? —le dije expresándole mi sospecha.  

— ¿Yo, me crees capaz? Hahahaha, puedes apostar a que sí —descaradamente me respondió. 

Suspiré.  
«No tienes remedio», pensé. 

— Sólo aléjate de mi habitación y cuidado con el dinero que gastarás —le dije como advertencia, mientras me salía perezosamente del vehículo. 

— Por si no te acordabas, para eso existe mi asesor financiero. Sé, con exactitud —dijo enfatizando—, la cantidad que puedo gastar y la que no —con toda seguridad sacando el pecho expresó. 

— ¿Ah sí —de forma escéptica le miré—, y qué pasó con aquella vez en la que tuvimos que desayunar pan con agua, tuve que ir y venir a pie de la universidad hacia la casa durante más de un mes porque te saliste “un poco” del presupuesto? —le expresé. 

— Todo el mun... 

— O aquella vez en la que, tanto para tu cumpleaños, como para navidad, nos pediste a toda la familia y amistades que te regaláramos dinero con la excusa de que así se evitaría una desilusión, ¿cómo fue que dijiste: “no hay más seguridad, que lo seguro”, no? Ambos sabiendo que fue porque vendiste casi todos los electrodomésticos para abonar a un préstamo con las abuelitas del club de macramé...¿sigo? —le dije ferozmente.  

Se aclaró la garganta tratando de mantener la compostura y dijo: 

— Ah sí, esas abuelitas sí que son intimidantes —dijo mientras temblaba—. Como te seguía diciendo: todo el mundo comete errores, si no fuera así no fuera humano —dijo como defensa.  

— Vaya excusa... —sin más ganas de provocar tensión finalmente dije. 

A los pocos segundos apareció mi hermano —quien sostenía en sus hombros a la menor de sus tres hijos—, acompañado de su esposa, al darse cuenta de nuestra llegada por el sonido del motor del auto de mi padre. Noté en mi padre una expresión inusual en su rostro, muy inusual, si me lo preguntan, ¿cómo expresarlo? Era como si estuviese sumamente feliz, orgulloso y, a la vez sintiera, un poco de envidia por mi hermano…sí, creo que es la perfecta definición para lo que veía. La reconozco, la reconozco y comprendo perfectamente. 

— ¡Hey! ¿Qué tal fue el viaje, llegaron bien? —dijo mi hermano contento y animado al vernos.  

— Me alegra tanto el verlos, ¡qué elegantes están desde la última vez que nos visitaron! En especial tú... —dijo la esposa de mi hermano refiriéndose a mí. 

— Muchas gracias. Como siempre; disfruté mucho el paisaje del camino mientras escuchaba un poco de Blues —dije con una sonrisa con mis labios. 

— ¿“Blues”, ah? ¿Qué hizo nuestro padre ahora? —preguntó sospechoso. 

— ¡Hey! Lo dices como si fuera algo habitual en mí —dijo fingiendo haberse sentido ofendido.  

— ¿Qu-qué quieres decir? —le pregunté a mi hermano.  

— Escuchas Blues para relajarte cuando sufres de ansiedad, impotencia o tristeza. Lo heredaste de nuestra madre, ella también solía hacerlo... —dijo en un tono que no pude identificar bien el sentimiento que arropaba.  

— ¡Upz! —dije mientras me encogía de hombros— Tenía planes para esta noche pero, sin saberlo quedaron cancelados —dije a modo de penosa aceptación mientras suspiraba al final.  

— Oh, ¿nadie te dijo que te quedarías durante el fin de semana con nosotros? —preguntó la esposa de mi hermano curiosa.  

— Bingo y, es obvio, que la última persona en saberlo fui yo... —dije. 

— Tranquilidad, algo se nos ocurrirá para que no pases ningún momento de aburrimiento, ¿vale? —dijo con una sonrisa acompañada de un guiño. 

— ¡Y confío en que así será! Nunca llenen de expectativas su mente... Bueno —hizo una pausa para ver la hora en su reloj de pulsera—, tengo planes, hablamos en tres días. ¡Adiós! —dijo mi padre mientras se dirigía, casi corriendo, hacia su vehículo.  

Se largó como si lo único en que pensara en el camino fuese «un fin de semana ¡so-lo!♫, un fin de semana ¡solo!♫»... Aunque, viniendo de él, no me sorprendería. Por favor, chicos, no me malentiendan, él no es un mal padre, de hecho, me dedica demasiado tiempo, en realidad sí se merece un respiro para divertirse. 

... 
Ya dentro de la casa, saludo a mis sobrinos, quienes tienen poca edad de diferencia con la mía, —mi hermano, al poco tiempo de independizarse, se casó y tuvo hijos casi en seguida. A veces he pensado si se casó habiendo embarazado a su esposa, pero bah, nada de eso importa ahora—, los encuentro organizando ciertos papeles que, al agudizar más la vista, me percaté de que en realidad se trataban de un conjunto de álbumes que conservaba mi hermano y su esposa. «¡Recuerdos! Yu-juh», pensé con un poco de sarcasmo. 

Entre los distintos álbumes hubo uno que me llamó la atención, la portada de éste decía las iniciales de mi padre y otra persona acompañados de los símbolos como “&”, “♥” y ”∞”; estaban en muy mal estado, tan así que apenas pude identificarlo. Le pregunté a los chicos si podía cogerlo y ver qué tipos de fotos tenían dentro. Sin problemas aceptaron. 

21 de AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora