Pan de Jengibre

418 53 12
                                    

—Si sigues jugando con mis libros —vociferó Strange—, te voy a maldecir las manos para que se te marchiten.

Strange, de pie junto a la chimenea, miraba con el ceño fruncido a un divertido Loki que lo observaba desde la comodidad del sofá. Y Stephen ni siquiera reparó en que Loki sonreía. Estaba demasiado ocupado tratando de encontrar una buena manera de proteger El Ojo de Agamotto sin separarse de él, pero no podía pensar de manera correcta teniendo a Loki junto a él, fastidiándolo todo el tiempo.

—¡Doctor inútil! —gritó Loki.
Un libro, pesado, cayó frente a los pies de Strange.
—Pero, ¿qué estás haciendo? —preguntó Strange con una mueca de sorpresa. Había pasado por eso en ocasiones anteriores, libros volando casi todo el tiempo, reliquias puestas en un lugar totalmente ajeno al que deberían estar, pero Loki no debería... —¿Estás tratando de liquidarme?
—No —respondió Loki con total simpleza—, quería darte un buen susto, por eso he fallado.
—Pues no lograste asustarme —contradijo Strange—. Perdiste.
—Pero parpadeaste, ¿cierto?

Strange entornó los ojos y se sentó en el sofá individual que tenía más cerca para mirar atentamente a su acompañante. Por lo general, se las había arreglado lo bastante bien para fingir que Loki no estaba presente en el Santuario. De hecho, casi nunca estaba cerca. Loki odiaba quedarse cerca, decía que Strange apestaba a buenas intenciones, sin embargo, a lo largo de las tres últimas semanas, Loki apenas se alejaba. A dónde Stephen estaba, Loki se encontraba ahí de casualidad.

Bien había pensado que sería sencillo mantener guardia con Loki en el Santuario, por eso mismo no se le ocurrió habérsele negado a Thor el permiso.
Jane había invitado a Thor por Navidad, y por consiguiente le pidió que se quedara para Año nuevo. Lamentablemente, para algunos, si Thor iba tenía que llevar a Loki también. Jane no había tenido problema alguno con ello, había escuchado de buena fuente de, su ahora amigo, Thor, que Loki había cambiado lo suficiente como para evitar hacer una nueva invasión alienígena. Lamentablemente, Selvig no se encontraba muy cómodo con estar nuevamente cerca de Loki.

—Me dijo que no me dejaría entrar si Loki venía conmigo —decía Thor, un día en el Santuario—, ¿puedes creerlo?
—Claramente me pongo de su lado, Thor —contestó Strange con mirada inescrutable—, yo también me pondría paranoico si me dijeran que volvería a ver a quien prácticamente me poseyó —respondió Strange—. Suerte que yo no soy tan débil de mente.
—¡Esa es una gran idea! —exclamó Thor.
—¿De qué hablas?
—Podrías cuidar a mi hermano en las fechas decembrinas —comentó Thor—, con Loki bajo tu ala, no podrá causar más tormento ajeno.
—Olvidas que podría ser mi tormento.
—Loki no te causará problemas —continuó—, ha cambiado lo suficiente, créeme.
—Perdió la cabeza hace bastante tiempo, yo creo que está más que cambiado.
—Vamos Strange —imploró Thor—, nunca he asistido a una de esas fiestas, me parece algo emocionante.
—Resiste la tentación, amigo.
—Por favor —prosiguió—, solo no lo dejarás salir y listo, ¿es tan superior para ti mi pobre hermano?

Por quebrantar su orgullo, Strange terminó aceptando, yéndose por la tangente de que sería sencillo estar al mando de un dios de ese calibre. Por eso ahí estaba, mirando y estudiando la mirada latente de mentiras perteneciente a Loki.
En realidad no era mucho trabajo, era como si fuese el encargado de mantener vigilado a un niño castigado que se portaba mal. Travieso, juguetón y engañoso. Pero últimamente, Loki se había portado diferente.
Parecía cansado, parecía ser otro ser en el cuerpo de Loki. Loki siempre era quien ocultaba cosas casi todos los días en pocas horas, pero últimamente eso no ocurría, ya que Loki se resignaba a leer unos cuantos libros permitidos por Strange, que no tratasen de conjuros ni maldiciones que pudiesen afectar a la humanidad.

—¿Te pasa... algo? —preguntó Strange, sin tener idea de por qué preguntaba.
Sea lo que fuese que Loki contestase, Strange podía ignorarlo, pararse de ahí y hacer nuevamente que Loki no se encontraba en casa. Pero, aunque se tratara de Loki, le parecía una crueldad no mostrar interés. Tal vez Loki fuera la persona más despreciable sobre la faz de la tierra en ese momento, pero seguía siendo un ser con emociones.
—Me encuentro perfectamente, Strange —contestó Loki de tajo.
—¿Seguro? —insistió Strange— pareces acabado.
—Sea lo que tenga —dijo Loki— no es de tu incumbencia, ¿sí?
—Eso me pasa por intentar ser amable con un ser despreciable —arrancó Strange— podría estar en estos momentos regocijándome de dicha en la fiesta de algún colega y saltar, bailar y cantar como si no hubiese un mañana, a excepción de que mañana es Navidad.

Pan de Jengibre [Strangefrost Navideño]Where stories live. Discover now